La fase clasificatoria del COAC arranca con una primera sesión sosegada, incluso un poco fría, y sin grandes sorpresas entre las agrupaciones.
Enero de lluvia y nuevos vientos, de calles mojadas y letras aprendidas. Enero de Reyes y erizos, de hileras que aguardan su entrada, de regalos recién abiertos y guitarras a la espalda, de nervios en la garganta y un telón de fondo grana. En Cádiz, enero pare lo que se lleva gestando desde septiembre. Una batalla de coplas que arrastra al escuadrón de los jartibles. Los timbres suenan tres veces y entonces comienza la magia. La divina comedia de cada año regresa al coliseo, bajo el clamor de un público de oídos hambrientos.
Recuerdos al Brujo en su centenario, antifaces de oro para los veteranos y en la memoria todos los que ya no están tras un fatídico año de pérdidas. Don Adolfo ya luce —aunque tarde— el distintivo en su solapa. Traspasando peajes, e incluso fronteras. La sonrisa de Dios llegó impoluta y con los acordes en su sitio. 15 dioses sin religión, pero con un mensaje complejo. Algo típico en cualquier Dios. Cantan a su tierra hispalense y consiguen el aplauso del resto de sevillanos del teatro. La pulcritud del tipo no llegará al sábado de Carnaval. Veremos si a cuartos.
La familia verdugo, chiclanera, intenta capturar —o más bien aprisionar— al público. Este remolonea entre el sí y el no, como un niño al que se le pegan las sábanas. A pesar de las ganas del primer día, sus cabezas caen en sacos rotos. Y con más peajes que la primera llegan Los vivelavida. Desde Málaga y con la sonrisa puesta, muestran una apología de la felicidad que se va desinflando conforme avanza el repertorio. Destaca ver y oír a un Brihuega en su fila delantera, aunque más llama la atención ver a una de las mejores voces del carnaval en silencio como figurante.
Jesulín, Padilla, Curro Romero, Ortega Cano o Cristina Sánchez. Sin olvidarnos del toro. Lo que viene siendo Una corrida en tu cara. La chirigota sevillana se presentaba como cabeza de serie de la noche. Fue de menos a más, como toda buena corrida. Destacables los cuplés y algunos puntos del popurrí. Puede que no haya cuajado del todo, pero su humor irreverente y algo "oscurito" es de agradecer en estos días de susceptibilidad a flor de piel por las esquinas. La noche terminaba tan impoluta como empezaba. El almacén chipionero acumula recuerdos. Pero sorprende la falta de color en la memoria. En el archivo guardaban tradición carnavalera, crisis y corrupción. Un repertorio tan falto de tonalidades como su tipo.