Las sillas de ruedas no son para Icovesa

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José Cabrales, de 75 años, es un jerezano con problemas corazón y una pierna cortada que reclama mejoras en el acceso a su vivienda: "Pedí la rampa y en 15 días la hicieron, pero no donde debían".

Hace cuatro años que está en silla de ruedas, una mecánica que ya muestra el paso del tiempo y el deterioro. “Dentro de poco me van a dar otra”, cuenta José Cabrales, un jerezano que ronda los 76 años y que lleva tiempo con una reivindicación. Es vecino de Icovesa, concretamente de la calle Oloroso, y para acceder a su casa tiene que hacerlo por el rebaje de un paso de cebra que, día sí y día también, invaden algunos coches mal aparcados.

“Mira cómo tengo los codos de rozarme con el quicio”, dice José, que cuenta que en más de una ocasión se ha golpeado con la esquina del edificio que está junto a la única rampa por la que puede llegar a su casa. Lo hace con dificultad. De hecho relata que ya volcó una vez la silla de ruedas. “Menos mal que había gente cerca y me ayudaron”, señala.

Pero desde hace un año mantiene una lucha con el Ayuntamiento. “La alcaldesa estuvo hace cerca de un año inaugurando la plaza del Cante Jondo y me dijo que se hacía”. Pero sigue esperando. Ha remitido varios escritos y ha pedido cita en Urbanismo, asegura: “Pero no me reciben”. Por eso recurre a los medios de comunicación. “Ayer estuvo aquí Canal Sur, ya es lo que me queda…”, dice José, harto de que no le escuchen. “Pedí la rampa y en 15 días la hicieron, pero no donde debían”, se queja.

Su vivienda está adaptada. Tuvo que construir varias rampas. En un primer momento para su hijo, fallecido hace unos años, pero le han terminado sirviendo a él. “Se murió de un infarto –cuenta–, nunca había estado malo, pero se cayó de la moto y se partió el brazo, ahí se quedó sin habla”. Él, con problemas de corazón, está cada poco tiempo ingresado. “Tengo una válvula a la que no le pueden tocar”, explica.

José perdió la pierna izquierda a raíz de una úlcera. La derecha, dice, no la tiene ahora mucho mejor. “A ver lo que me aguanta”. En estas condiciones, y sin apenas ayuda, se tiene que acostar y levantar solo, en lo que es su calvario particular. “Del carro paso a una silla y la pongo pegada a la cama, ahí me voy dando la vuelta, me pongo un poco de pie y caigo en el filo de la cama, hasta poder recostarme”, explica.

Su hermana Ani, con la que vive, padece retraso mental, cuenta José. “Cuido yo más de ella que ella de mí”. Pero se hacen compañía. “Sólo tengo una muchacha que me ayuda todas las mañanas, pero está hora y cuarto, los sábados una hora”. Su hija, que tiene dos niños pequeños, lo viene a ayudar de vez en cuando.

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