"La única de la orla que trabaja es Idena"

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La foto de Arturo recién graduado junto a su perra guía ha dado la vuelta a España tras publicarse en redes sociales.

“Qué guapo sales en el periódico”, le dicen a Arturo nada más llegar a la cafetería donde se realiza la entrevista. “¿En cual de ellos?”, responde. Ya no sabe ni en cuantos medios ha salido. Su teléfono no da abasto desde que un grupo de Facebook publicara una foto de la orla de la última promoción de Trabajo Social de la Universidad de Cádiz en la que salía con su perra. Su perra guía. Idena, que lleva algo menos de dos años con Arturo, se ha convertido en una parte muy importante de su vida y no podía faltar en este simbólico momento. Las redes sociales han hecho el resto.

“¿No os parece la mejor orla de la historia?” Este simple mensaje ha provocado que los miles de 'me gusta' y las cientos de veces que se ha compartido hayan convertido a Idena en la perra más famosa del momento. “Mis compañeros decían que tenía que estar, que ella también es trabajadora social”, ya que como dice Arturo: “Ha estado en todos los exámenes y se ha tragado todas mis horas de estudio”. Que no han sido pocas.

"Cuando te has adaptado, con un perro guía puedes viajar por el mundo entero"

Con sus auriculares y un teclado adaptado, Arturo toma apuntes en clase y luego los escucha en su casa para corregir errores y repasar los temas. “Tengo un ordenador que lee lo que aparece en pantalla: los emails, los apuntes…” Luego se examina en un ordenador especial que tiene la UCA. “Ha habido exámenes, como el de Estadística, en el que he estado con el portátil, un casco en una oreja que me leía lo que escribía y en la otra escuchaba a la mujer de la calculadora científica… Se lo puse al profesor y no aguantó ni un minuto. Te vuelves medio loco”. Por eso, cuando acaba la época de exámenes, dice que no quiere saber nada del ordenador en unos días.

Acaba de terminar la carrera –con un 7,3 de media– y ya se ha matriculado en otra. No ha encontrado trabajo. De hecho, “la única de la orla que trabaja es Idena”, asegura Arturo. “Es así de triste”, añade, y explica que tiene algunos compañeros que dan clases particulares, pero ninguno ha encontrado empleo. Por eso empezará Psicología –“me he dado cuenta de que me gusta mucho”, dice– y la hará a distancia. Ya le han llegado varios audiolibros y no ha tardado en empezar a devorarlos. “Voy en el tren o voy a entrenar y estoy estudiando”, asegura.

Pero al menos una vez a la semana tiene clases presenciales en Cádiz. Para eso tendrá que trabajar el recorrido con un técnico de la ONCE. “Idena no ha ido nunca a Cádiz”, dice, pero apenas necesita una mañana para aprenderse el camino. Desde que vive con Arturo se conoce varios. “He estado en el comedor de El Salvador dando las prácticas y ahora estoy de voluntario, así que sólo tengo que decirle ‘Idena, trabajo’, y va sola". 

“Cuando te has adaptado, con un perro guía puedes viajar por el mundo entero”, dice Arturo, que está encantado con su compañera. Eso sí, “también tiene sus días malos”, apunta. Y necesitaron un tiempo para acostumbrarse el uno al otro. “Si eres inseguro se lo trasladas al perro, el día que tengo ansiedad trabaja peor…”, añade. En enero hace dos años con ella. Tuvo que ir a Madrid a recogerla, tras aceptar su solicitud la Fundación ONCE, que es quien la adiestró y la puso a su disposición. Para ello estuvo dos semanas en la sede de la Fundación adaptándose a Idena y conociéndola.

La ceguera de Arturo no es congénita, es decir, no es de nacimiento. Fue hace 20 años cuando perdió la vista fruto de una enfermedad inmunológica, la uveítis, que progresivamente le fue privando de ella. “Cuando te quedas ciego naces de nuevo”, asegura, ya que “de momento eres analfabeto, tienes que aprender a leer, a escribir…” Por eso agradece la ayuda de la ONCE. “Se lo debo todo, es mi segunda familia”. Desde que tiene a Idena su vida ha cambiado. Ahora tiene mucha más autonomía y tarda mucho menos en desplazarse de un lugar a otro.

“Para ir a la universidad tardaba 40 minutos y ahora tardo 20”, dice. “La perra evita los obstáculos. Te para en el bordillo y tú decides cuando cruza, somos un equipo”, explica Arturo, que añade: “Me ha salvado la vida varias veces en pasos de peatones. Íbamos andando y se ha parado en seco, le he dicho que avanzara y no hacía caso… Y luego he escuchado a un coche pasar ligero. Está enseñada para eso”. Por eso no tiene reparos en reconocer que “es una bendición”. Antes, cuando algún amigo lo invitaba a tomar café se lo pensaba por la dificultad de andar con el bastón, ahora no: “Con la perra estoy todo el día en la calle”.

Arturo saca el móvil y pone un audiolibro que tiene en él cuando llegan varios amigos. Tiene que irse, lo están llamando para entrar en directo en una radio. “Cuando termine apago el teléfono y me voy a la playa”, dice cansado. Por la mañana ha concedido más de una decena de entrevistas y el lunes le esperan otras tantas. Ni le ha dado a tiempo a hablar con su familia. “Todo esto te desborda, no te da tiempo a pensar”, cuenta Arturo, que espera que el tsunami mediático acabe pronto. “Conozco a dos chicas que también salieron con sus perros en la orla y también se publicó en Facebook, pero tuvieron la suerte de no tener esta repercusión”, dice. Es lo que tienen las redes sociales, que son imprevisibles. 

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