En el acta del pleno municipal de 9 de marzo de 1693, fº 151, conservada en el Archivo Histórico Municipal de Jerez, se encuentra un profuso documento, sin una línea de desperdicio, que nos cuenta la feroz oposición de la iglesia católica al teatro y a los comediantes.

El curioso documento original fue transcrito y publicado —nosotros no hacemos más que reproducirlo aquí para nuestros lectores amantes de la historia de Jerez— por el gran archivero municipal Manuel Fernández Formentani, el antecesor del famoso archivero Agustín Muñoz Gómez. Dejo en cursiva exactamente los mismos párrafos que aparecen en la publicación original de Formentani (Jerez: Imp. de El Guadalete, 1890, 240 pp.)

He subrayado en negrita, a modo de resumen de la algo intrincada verbosidad del castellano de antes para el lector no avezado, lo que me ha parecido más interesante de esta frontal batalla de la iglesia católica en tiempos de Carlos II, el Hechizado, y siendo corregidor de Jerez Francisco Jiménez de Castilla, contra el teatro y contra los comediantes.

Como siempre, nada más peligroso que la libertad y la risa. Los trabajadores divirtiéndose y las mujeres riendo... mal negocio para quienes defendían el rigorismo de Trento, para la Inquisición, para la oscura teocracia de la época.

Documento:

  1. Álvaro José Núñez Cabeza de Vaca, 24º y procurador mayor, dijo: que en el cabildo que la ciudad celebró el día lunes 2 de este presente mes, dio cuenta el sr. D. Manuel Ponce de León, 24º, como diputado comisario de esta ciudad, para la solicitud del pleito sobre la representación de comedias, de haberse ganado despacho del sr. nuncio, de que asimismo exhibió extrajudicialmente una minuta de la petición y auto, y que lo esperaba auténtico en el correo. Y porque le consta haber venido dicho despacho, y tener gravísimos inconvenientes en la prosecución del juicio y seguimiento del apelación interpuesta por el ilustrísimo y reverendísimo arzobispo de Sevilla para ante su Santidad, y mucho mayores, conseguido el pleito, en el ejercicio y actos de representaciones de comedias, debe poner en la alta consideración de la ciudad, de lo que su cortedad alcanza en este punto, para que con el recto y católico ánimo, tome la más acertada y piadosa resolución.

Lo 1º considera en las farsas, la mala y estragada vida que suelen tener los sujetos que se ejercitan en ella, por el ocio, vicio y regalo que comúnmente suelen tener, de donde dimana dar oídos a ilícitas solicitaciones, acarreadas del atractivo de su profanidad y provocación; resultando de aquí los inconvenientes de discordia entre casados; y el peor es el escándalo, de donde se originan en la publicidad graves culpas contra la divina majestad de Dios, por hacer gala pública de sus galanteos, y juntamente se ha solido hallar ilícitas correspondencias entre los mismos farsantes, y ser estos esponjas de las repúblicas, que engañosamente chupan y torpemente perciben el dinero, joyas y galas; y aunque en este punto tenía que decir largamente, lo omite, por la cortedad y desabrido del tiempo para este cabildo.

Lo 2º es la cuestión que comúnmente se debate en la teología moral, en esta materia de comedias, sobre si es malo, bueno o indiferente este acto, en que se ha discurrido largamente, y esto se reduce a especulación; pero lo más probable y seguro es el condenar el modo con que comúnmente se suele usar de él, como se verifica de la experiencia que se tiene de los malos sucesos que resultan, de que en evitarlo no tan solamente se pueda esperar cosa mala, antes sí grandes conveniencias temporales y espirituales, como claramente se verá en el congreso de toda esta proposición.

Lo 3º es la perturbación que las farsas acarrean en las repúblicas con sus representaciones, y especialmente en esta ciudad, pues la mayor parte, sin comparación, se compone de pobres braceros y oficiales, y estos, llevados de su curiosidad, suelen dejar sus precisas tareas para el sustento de sus familias, por acudir al divertimiento ocio de comedias, de donde resulta, además de la escasez del natural sustento, el andar las faenas y cultivación de campos con atrasos, siendo contra el bien común de todos.

Lo 4º son los duelos, piques, desabrimientos, pendencias y muertes que, sobre los asientos, lugares, aposentos y galanteos de mujeres, suele haber, siendo todo contra la paz y quietud que, por la divina misericordia, se goza en el tiempo presente en esta ciudad.

Lo 5°, los robos que suelen hacer en las horas que dura la representación, con el seguro de la soledad de las casas que a ello les convida, y no tener el riesgo de que la justicia los coja, por estar aplicada a la más urgente necesidad en la casa de la comedia.

Lo 6° es el común hechizo para la femenil curiosidad, que vulgarmente se amontona y atropellando el cumplimiento de su obligación,  en sus casas y familias, y aunque sea aplicando los maravedises que tienen para el pan; y lo más lastimoso y lamentable es el que ordinariamente suelen costear la entrada a expensas de su modestia y cristiana obligación en que no suelen reparar, por la precisa y común ausencia de sus maridos, padres y hermanos, en los días de trabajo en los campos.

Lo 7º, no estar los inconvenientes que algunos dicen ser, de los maravedises que los propios de esta ciudad y niños de la Cuna perciben en las entradas, porque, sacrificándose esta acción a la divina majestad de Dios, se debe entender se dignará de dar providencia de medios, por otros más seguros caminos, como se verifica en la porción de renta que en el medio tiempo de no haberse representado, se ha hecho aplicación para la cría de los niños, cuya cantidad milagrosamente inventó la católica caridad y santo celo, nuevamente, de una posesión que, sin faltar al uso común que se tenía de ella, se percibe, y asimismo es de gran consideración el haber visto y ver empeñado el pastoral celo y paternal caridad de los ilustrísimos y reverendísimos sres. D. Ambrosio Spínola y Guzmán y D. Jaime de Palafoz y Cardona, nuestros dignísimos arzobispos de Sevilla, solicitando el embarazar las representaciones de comedias en esta diócesis, y otros venerables prelados, en las suyas, por todos los medios posibles, y en que precisamente se invierten grandes cantidades de maravedises del propio caudal de pobres, en que es perjudicado el bien común, cuya consecuencia conforma lo mucho que romanea el santo motivo de embarazarlas, y todo lo contenido en esta su proposición.

Y por estas y otras muchas razones que tiene y protesta a su tiempo, y adonde y cuándo convenga expresar, suplica a esta ciudad se sirva de acordar se suspenda la prosecución del dicho pleito, y que el auto que se ha ganado en él, del ilustrísimo y reverendísimo sr. nuncio, se guarde en el archivo, y los caballeros diputados escriban a su ilustrísima, noticiándole esta determinación, cuyas demostraciones deberán ser comúnmente muy plausibles y de particular edificación, en que será servida la divina majestad, esperando de sus liberables manos, repetidos beneficios a esta ciudad; con que protesta haber cumplido con su obligación, y lo pide por testimonio.

Cristóbal Orellana González es archivero municipal de Jerez.

Sobre el autor:

Cristóbal Orellana.

Cristóbal Orellana

Licenciado en Filosofía (US), Diplomado en Geografía e Historia (UNED), Máster en Archivística (US), Máster en Cultura de Paz y Conflictos (UCA), de profesión archivero, de militancia pacifista, de vocación libertario, pasajero de un mundo a la deriva.

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