"La hipoteca me come más la cabeza que mi discapacidad"

Coco Bernal, con su raqueta de pádel. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

Era principios de diciembre cuando, aprovechando el buen tiempo, Francisco Javier, más conocido como Coco, estaba de ruta con unos amigos, recorriendo en bici unos caminos entre Grazalema y Villaluenga, perdió el control en una curva y acabó estrellándose contra una loma. “Fue una caída muy tonta”, dice, ya que no se hizo un rasguño, a excepción de un pequeño arañazo en una mano, pero impactó de espaldas contra el suelo, con la mala suerte de que las latas que llevaba en la mochila le ocasionaron una lesión medular, por la que perdió la sensibilidad desde el pecho hacia abajo. “Intenté levantarme y no podía”, rememora, “me tocaba las piernas y era como cuando vas al dentista y tienes la boca hinchada por la anestesia, una sensación muy rara”, intenta explicar Francisco Javier Bernal, un sanluqueño al que le cambió la vida con apenas 28 años.

Coco, practicando su deporte favorito. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

“Había tenido caídas mucho peores, eso sí, nunca me he partido nada, pero fui consciente casi en el instante de que no volvería a andar”. El doctor que lo atendía en la UCI le confirmó la noticia a los pocos días de estar ingresado. “Le pregunté y cuando vi la cara que puso, lo supe”, asegura. En ese momento tuvo una revelación: “Me vi rodeado de enfermeros y familiares llorando alrededor de la camilla y dije: ¿Esto para qué vale?” Ahí fue cuando decidió llevarlo lo mejor posible y aceptar su nueva condición.

Seis meses después salió del hospital y ese mismo día se celebraba en Puerto Real un curso de pádel adaptado —en silla de ruedas— y allí se presentó. “Le debo mucho al deporte”, confiesa, “esa cultura de sufrimiento y de constancia me ayuda bastante”. Por eso no para de entrenar y de competir, y ya ha sido campeón de Andalucía en pádel adaptado, subcampeón de España y ahora mismo ocupa la sexta posición en el ranking nacional. Para ello se entrena duro, varias veces a la semana, en el club de pádel La Vía de Sanlúcar, donde lo espera Ernesto Quirós, su entrenador.

Empresas patrocinan parte del equipamiento. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

“Ahora hago más deporte que antes del accidente”, confiesa Coco Bernal, que no compite con más asiduidad porque no puede permitírselo económicamente. “Tengo pocos patrocinadores”, señala, y cuenta que, en alguna ocasión, ha compartido coche mediante Blablacar para desplazarse hasta la ciudad donde se celebra algún torneo, aunque la mayoría de las veces se desplaza en su propio coche, que conduce él mismo. “Algunas veces nos pagan parte del desplazamiento, pero hace poco fui a Valencia y me gasté 120 euros de gasolina, pero me dieron 80…”, dice a modo de ejemplo. Pero, aun así, lleva desde 2014 sin perderse apenas un torneo. “Antes también jugaba, siempre he sido de raqueta”, apunta.

Coco, como lo conocen todos sus amigos, a sus 36 años, tiene las preocupaciones típicas de alguien de su edad. Hace poco que se compró una casa, que está adaptando poco a poco. “La hipoteca me come más la cabeza que mi discapacidad”, asegura quien, antes del accidente, trabajaba reparando instrumentos de viento en un taller que, precisamente, es uno de sus patrocinadores, lo que le alivia el coste que supone estar compitiendo prácticamente cada semana.

Bernal cuenta que, además del deporte, la música es otra de sus pasiones. Si tiene que decantarse por un estilo elige el jazz, pero estuvo varios años tocando el saxofón en la Banda Municipal de Rota, una afición que tuvo que dejar después del accidente, aunque lo intentó. “Ya no puedo soplar mucho tiempo, tengo que coger el instrumento de lado porque me choca en las piernas y también me dolía el cuello por tener girada la cabeza”, comenta. Pero antes de darlo por imposible cursó cuarto curso de saxofón elemental en el conservatorio de música Joaquín Villatoro de Jerez, y también aprobó el graduado en ESO.

Coco, mientras se cambia de silla. FOTO: JUAN CARLOS TORO.

La lesión medular que padece no le impide a Coco desplazarse y tener autonomía, aunque confiesa que echa de menos poder saltar o bailar, por ejemplo, y se queja de las deficiencias en accesibilidad que se encuentra al circular por la calle de cualquier ciudad. “La sociedad no está concienciada de lo que supone ir en silla”, sostiene, y censura “cómo te mira alguna gente cuando te ve”. “Hasta que no he estado así no he visto lo difícil que es moverse".

Pero Coco sigue luchando y desmontando estereotipos, con la ayuda de la asociación Aspaym Cádiz, que persigue la mejora de las condiciones de las personas con diversidad funcional, en general, y de los lesionados medulares en particular. “Nuestra convicción reside en la posibilidad de construir un mundo más justo, equitativo y respetuoso con la diversidad de las personas, viendo esta no como un problema sino como un oportunidad de enriquecimiento de la sociedad, a través de la participación activa en la vida familiar, la educación, el trabajo y en general todos los procesos sociales”, recoge la organización entre sus objetivos principales. Coco, mientras pueda, seguirá cumpliéndolos.