Adrián Carmona, fisico jerezano de 33 años, lleva desde 2012 en Suiza y más de un año trabajando en el CERN, el mayor centro de investigación nuclear del mundo, con sede en Ginebra.
Adrián Carmona Bermúdez es el ejemplo de uno de esos jóvenes talentos que tuvieron que hacer las maletas para trabajar fuera de su país. Jerezano de 33 años, desde sus últimos años en el instituto ya le entró el “gusanillo” por la Física, que finalmente acabó estudiando en la Universidad de Sevilla. Una vez finalizados sus estudios se traslada a Granada, donde hace el doctorado en Física de Partículas con una beca FPU (Formación de Profesorado Universitario) del Ministerio de Educación. Tras finalizar el doctorado en 2012 tuvo la oportunidad de trabajar como investigador post-doctoral a la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zürich) en Suiza. De allí ya no se movería. Consiguió una beca Marie Curie, de las que otorga la Comisión Europea, por la que se incorpora a la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) como investigador en octubre de 2015 y donde, en principio, estará hasta octubre de 2017.
El CERN, el mayor centro de investigación nuclear del mundo, explica que se fundó hace poco más de 60 años para intentar reconstruir la investigación europea en física nuclear y altas energías tras la Segunda Guerra Mundial. "Muchas de las mentes más brillantes del continente habían emigrado a Estados Unidos y a otros países tras el fin de la contienda, lo que hizo que la investigación en física fundamental dejara de tener a Europa como epicentro, como había sido hasta entonces. Físicos de primer nivel como los premios nobel Louis de Broglie o Niels Bohr, entre otros, propusieron la idea de crear una organización europea para la investigación nuclear sin fines militares. Por eso, entre otros motivos se escogió Ginebra, pues era la cuna de muchas organizaciones internacionales y Suiza representaba un país neutral en un clima creciente de Guerra Fría". Ahora mismo, el CERN opera el mayor experimento de física de partículas del mundo, el LHC o como se conoce en español, Gran Colisionador de Hadrones, “lo que demuestra que crear algo como el CERN no era al fin y al cabo tan mala idea”, señala el joven.
Adrián trabaja en el departamento de Física Teórica. “Buscamos modelos que ofrezcan una respuesta a algunas de las preguntas que seguimos teniendo en el campo, como ¿por qué hay mas materia que antimateria? ¿De dónde viene la materia oscura? ¿Por qué el electromagnetismo y la gravedad son fuerzas tan diferentes? Aunque parezca mentira, a no ser que te tires en paracaídas, para casi todo lo que hacemos en nuestra vida diaria la gravedad es bastante irrelevante ya que es una interacción bastante débil si la comparamos con la fuerza que une los componentes de un protón o la que hace que podamos ver la televisión”, señala.
Adrián define Ginebra como una ciudad “muy peculiar”. De un lado destaca la “impresionante” naturaleza suiza con ríos, lagos, montañas que “no te deja indiferente”. Por otro lado, considera Ginebra como una ciudad “con dos mundos paralelos que casi no se tocan”. Así, considera que tiene su lado “elitista”, gracias a los ciudadanos de diferentes países que llegan a trabajar por un periodo de tiempo indeterminado según los intereses de sus respectivas empresas, “de alto poder adquisitivo que no hablan mucho francés ni se mezclan mucho con los locales”, a los que también divide entre “una burguesía local muy acomodada y un montón de inmigrantes bastante humildes de todo el mundo”. Y aunque a primera vista señale que pueda parecer una ciudad “muy pija” –no obstante es la tercera ciudad con más alta calidad de vida del mundo por detrás de Viena y Zúrich- Adrián afirma que “si sabes moverte puedes encontrar muchas cosas alternativas, casas okupas, festivales, bares bastante cutres...
Otra de las cosas que destaca de Ginebra es su condición de cosmopolita. Con una población ligeramente inferior a la de Jerez –unas 190.000 personas- Adrián señala que la población extranjera representa prácticamente el 50 por ciento del total. “Hay gente de casi 200 nacionalidades, muchos portugueses, italianos, españoles, latinoamericanos, africanos, gente de la antigua Yugoslavia...” Y aunque dice que los suizos “tienen mucha fama de racistas y de ser bastante xenófobos”, señala que nunca ha tenido problemas en este sentido ya que “por lo general los españoles caemos bastante bien. Aquí en Ginebra sobre todo se llevan mal con los franceses, porque hay muchos y, aunque son muy parecidos, siguen teniendo bastante choque cultural. A nosotros nos ignoran y nos miran quizá con un poco de condescendencia. Pasa lo mismo por ejemplo en Zúrich con los alemanes, que como son el primer grupo de inmigrantes, los tienen un poco atragantados”.
En cuanto a Jerez, señala que echa de menos a su familia, amigos y la comida, pero también “la alegría de la gente, los tabancos y tomarme mi mostito”. Desde la distancia, considera que su ciudad natal está “entre dos aguas, no termina de encontrarse. Ha vivido siempre a caballo de un pasado que no termina de extinguirse y un futuro que no termina de llegar” y aunque no considera que haya que emigrar para triunfar, reconoce que, llegado el caso “algo bueno siempre te llevas”. En cuanto a la situación actual tan dramática de desempleo, piensa que “si le echamos la culpa a los políticos del paro, habrá también que preguntarse quien los ha elegido” y piensa que “en Jerez hay mucha gente con ganas de hacer cosas y con mucha iniciativa, espero que tarde o temprano consigan hacerse su huequito y muchos de los que estamos fuera nos encontremos un Jerez mejor cuando volvamos”.