No era el del Musée du Quai Branly de París, una de las obras más famosas de Patrick Blanc —inventor del sistema— y una atracción turística de fama mundial. No era tampoco el Living Wall del Caixa Fórum de Madrid. Pero desde luego era una instalación que podía embellecer una ya de por sí hermosa zona de entrada a la ciudad desde la cuesta de la Alcubilla, junto a la Alameda Vieja y el Alcázar. En la práctica, nunca fue así.
Instalado en 2015, cuando el antiguo convento de San Agustín reabrió como Centro de Negocios de Zona Franca de Cádiz, el jardín vertical en la medianera de las calles Agustinos y Juan Sánchez, en una de las principales vías de acceso turístico al centro de la ciudad, ya es historia.
El Ayuntamiento de Jerez, como ha informado el segundo teniente de alcaldesa Jaime Espinar, ha decidido poner punto y final a una instalación cada vez más deteriorada, no ya solo por que solo contenía jaramagos y hojas secas, sino porque su parte inferior estaba siendo arrancada y cuyo interior incluso se usaba como improvisado váter público. Un despropósito. O un "punto negro" de la ciudad, como lo ha considerado el propio Espinar.
Las obras de reurbanización del entorno de calle Puerto, aparejadas al proyecto de rehabilitación del antiguo convento de San Agustín, en manos de Zona Franca de Cádiz, permitieron hace ahora ocho años la instalación de un jardín vertical que pasa a la historia con más pena que gloria. ¿En su lugar? Fuentes municipales ya hablan de la implantación de un mural de arte urbano, una idea que seduce a la alcaldesa María José García-Pelayo, y que puede ser realidad a la vista del éxito de los dos murales que han diseñado recientemente en Jerez Pol Tattoo y Cosa V.