Elena Quintero, una madre de Jerez, estaba dando un paseo por el centro de la ciudad junto a sus dos hijos. Uno de ellos le dice que quiere ir al parque y van al que está situado en la plaza del Progreso.
Con las altas temperaturas que están haciendo, al pequeño (la otra niña de Elena es todavía bebé) y a su madre les apetece tomar un refresco y se sientan en el bar Camachuelo, ubicado en la referida plaza.
Elena se sienta en una mesa con el carrito de su pequeña. Había un total de cinco mesas libres antes de sentarse. Al acercarse el camarero, pide un Aquarius de limón para su hijo y un tinto con limón para ella. "Hasta aquí todo normal, pero un minuto después viene el camarero y me dice si voy a cenar allí. Aún no me había puesto la bebida y le dijo que no, que gracias, que soy voy a estar un rato viendo al chico y nos vamos", relata esta madre jerezana.
Mayúscula fue la sorpresa que se llevó cuando el camarero le dijo que se tenía que levantar de su sitio y marcharse. "Me dice que me tengo que levantar porque si no pido comida, no me puedo sentar. A todo esto, la terraza entera mirándome cómo me estaban echando. Supongo que se pensarían que yo no había pedido nada, porque todavía ni siquiera me había traído nada. Me he quedado helada y, sobre todo, muerta de vergüenza, mirándome todo el mundo", cuenta.
"Me he quedado muy cortada y avergonzada. No sabía ni qué hacer. Trece años me he pasado de camarera y jamás un jefe, encargado o algún compañero ha levantado de la mesa a nadie y menos por este motivo", concluye.
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