La periodista de la ONG Ceain, Yolanda Rosado, retrata en 'San Miguel Diverso' el periplo de 35 migrantes que viven en un antiguo arrabal jerezano en el que hoy conviven más de 40 nacionalidades.

No es que sea raro encontrar un español, pero si uno baja la calle Ave María en dirección a la plaza de Lavapiés, epicentro del cosmocastizo barrio madrileño, puede tener la sensación repentina de haber viajado a un territorio lejano. Te cruzas con indios, pakistaníes, ecuatorianos, senegaleses... y así hasta 88 nacionalidades con sus costumbres, su cultura, su gastronomía, su moda, sus rituales. En Jerez, en el antiguo arrabal de San Miguel, la sensación, en su escala, puede empezar a ser similar. No son tantas como en la ONU de Lavapiés, desde luego, pero actualmente se cuentan más de 40 nacionalidades distintas entre sus vecinos y vecinas. Una barbaridad si se tiene en cuenta que, a cierre de 2016, el municipio tenía censados 6.697 extranjeros (apenas un 6% del total de empradonados en Jerez). 

El recuento lo ha hecho la ONG Centro de Acogida de Inmigrantes (Ceain), que ahora cumple 25 años trabajando por la inserción social del colectivo migrante y la convivencia ciudadana intercultural, lejos del mero asistencialismo. Una de sus trabajadoras, la periodista Yolanda Rosado (Jerez, 1983), está a punto de inaugurar la exposición de un trabajo, San Miguel Diverso —financiado por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social y el Fondo de Asilo, Migración e Integración de la Unión Europea—, que le ha llevado cuatro meses profundizando en las vidas de estas personas, más allá de lo que dicen los fríos datos. Y, claro, entonces la cosa cambia. Adiós prejuicios, estereotipos, clichés, barreras. "Me he dado cuenta de que tenemos demasiadas ideas preconcebidas", comenta a lavozdelsur.es, periódico digital en el que hace un tiempo estuvo también colaborando como reportera. La apasionante experiencia de "relación pura y dura con la gente, de que vayan abriéndose y dándote su confianza", podía ser "infinita". Porque cada persona que conocía, dice, "eran piedrecitas en un estanque en el que sus ondas se iban haciendo más y más grandes".

Juana es peruana y decidió venir a España porque su nieta tiene una malformación en los pies y aquí intenta reunir dinero para las continuas intervenciones médicas a las que la someten, "allí no tienen la Seguridad Social que tenemos aquí, una familia sin recursos no puede afrontar esos gastos médicos". Otra mujer, Felicidad, tuvo un accidente en su Bolivia natal y estuvo a punto de perder la vida. Como no podía afrontar el gasto médico, tuvo que pedir un préstamo que no podía pagar, y se tuvo que venir a España dejando atrás a seis hijos, "luego llegan aquí y se dan cuenta de que tampoco es fácil". Como ha podido ir constantando la periodista, "muchos de ellos vienen con titulaciones universitarias y aquí no las pueden convalidar por lo que muchas veces empiezan desde cero. Chicas que son enfermeras, maestras o técnicos de laboratorio en sus países, con años de experiencia, aquí se dedican a limpieza o al cuidado de mayores". Otros, directamente se inventan ese futuro como buenamente pueden. Es el caso de Arturo, cubano y artista, con antepasados de sacerdotisa santera. Otro vecino del histórico barrio jerezano. Ha hecho giras por todo el mundo, ha vivido la represión cubana y ha sido combatiente en la guerra de Angola. Con eso a sus espaldas, ahora es tarotista en Jerez. "Disfruté mucho en esta entrevista porque Arturo es artista de corazón, pero como profesión tiene ese alter ego, la historia da para escribir un libro", puntualiza risueña Rosado.
En total, han participado en el proyecto fotoperiodístico, que forma parte de la iniciativa Kay Pacha (aquí y ahora en quechua), un total de 35 personas de más de 40 nacionalidades diferentes. "Todos son vecinos asentados desde hace bastante tiempo en San Miguel, algunos históricos del barrio, y de todas las edades, sexos y culturas". Además, la autora ha querido huir del sensacionalismo barato. "El perfil que buscábamos era el de gente que tuviera diferentes motivos de migración, no se quería caer en el estereotipo de que el migrante es el negro con la manta puesta; hay migrantes que llevan 15 años aquí, con un negocio en el centro o que es maestro, y lleva a sus hijos al mismo colegio que tú. Gente que ha venido por amor, por amor al flamenco, por trabajo, por deporte, huyendo de la guerra, de la miseria... hemos querido retratar todas las historias, no solo las más sensacionalistas o mediáticas, sino historias de todo tipo, como es la vida, cada una con su prisma y su experiencia vital única e irrepetible". Y añade: "Cuando llamas a otra persona por su nombre y ves todo lo que tiene detrás, te das cuenta de que todos somos diferentes, pero compartimos en esencia las mismas preocupaciones, y se crean lazos reales muy difíciles después de destruir; esa es la base de construir realmente una sociedad justa en la que haya una convivencia en paz, más en los tiempos en los que estamos ahora".

"Cuando llamas a otra persona por su nombre y ves todo lo que tiene detrás, te das cuenta de que todos somos diferentes, pero compartimos en esencia las mismas preocupaciones"

Otra vida es la de Iván, de Chile, que ejerce como profesor en las clases de español gratuitas que ofrece Ceain. Tuvo que huir como refugiado político cuando el golpe de Pinochet porque él apoyaba a la izquierda de Salvador Allende. "Es un hombre muy culto y le encanta la poesía... me prestó un libro de poesía… cada persona que he entrevistado me ha dado un plus con el que no contaba", admite con satisfacción la periodista. En esos encuentros, ha conocido a Walter, angoleño, que todas las Semanas Santas aparece de acólito ante el paso de alguna cofradía. O a Matilde, señora de 90 años, toda su vida en San Miguel, que "me contó mucho de la historia del barrio, de cómo era allí la vida durante la Guerra Civil, cómo era la vida en los patios de vecinos... nació en la Calle Molino de Viento y allí han vivido cuatro generaciones". En este sentido, reflexiona, "San Miguel es de los pocos barrios que tenían una vida en comunidad muy potente y aún quedan casas de vecinos en las que se vive como se vivía en Jerez hace ya décadas. He ido a comunidades donde viven personas de todas partes que salen todos a una y que son como la misma familia. Pero parece que eso está destinado a perderse".

Ahora en San Miguel ya hay críos de segunda generación, es decir de padres que migraron pero que nacieron en España. Yolanda los reunió en el CEIP Al-Andalus, el colegio del barrio, y logró juntar a unos diez para una foto de familia. Chile, Cuba, Camerún, Italia, Inglaterra, Bolivia, Angola, Marruecos, Ucrania, China, Brasil... así hasta más de 40 nacionalidades. "Los mismos vecinos de San Miguel se sorprendían porque no eran conscientes de este hecho pese a vivir unos con otros, pero está claro que relacionarte con tu vecino es lo mejor que puedes hacer para contribuir a tener una comunidad que realmente viva en paz y respete la diversidad", argumenta. Esa diversidad es justo la que retrata el proyecto. La heterogeneidad de los vecinos pero también de las redes que se van construyendo en el barrio: desde un tabanco —el de la Cruz Vieja— en el que hay guitarrista brasileño y grandes reuniones de gente de todo el mundo hasta un jardín de títeres —el de La Luna Nueva— que es punto de encuentro de esta infancia repleta de nacionalidades bajo el mismo cielo.

La muestra, que puede verse desde el 29 de septiembre —la inauguración incluirá una convivencia multicultural entre los participantes del trabajo y los asistentes— hasta el 15 de octubre en el centro educativo El Aljibe (calle Vicario), podría convertirse a medio plazo en una publicación porque "en la exposición era imposible que cupiese todo". Escenas de la vida cotidiana, rostros marcados por la tragedia, la miseria pero también por la esperanza y la batalla. "Es un proyecto —aboga su autora— que animaría que hicieran todas las entidades que trabajan en el ámbito social porque es muy enriquecedor, no te imaginas la vida detrás de las personas anónimas que te cruzas en la calle, el mundo que tienen detrás, a veces son historias alucinantes. Yo, desde luego, me he quedado impresionada con muchas de las historias y también con los off the record que me han contado". 

Si quieres colaborar con Ceain puedes hacerlo a través de este enlace (http://ceain.acoge.org/haz-una-donacion/)

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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