Ahora que se llevan a cabo las obras de remodelación de la calle Vera Cruz, cabe recordar que esa zona tan importante del centro tuvo un uso muy diferente, donde se sucedieron cambios cruciales para entender lo que hoy contiene y la propia nomenclatura de las calles.
El primero en llegar y ser dominador de todo el terreno que hoy es el teatro Villamarta y Correos, e incluso la calle Medina, fue la iglesia-convento de la Vera Cruz, perteneciente a la cofradía que aún existe (de ahí viene el nombre de la calle y la de Santa María por la advocación de la Virgen de las Lágrimas venerada en la hermandad). Ese edificio inició su declive en 1835 por la Desamortización de Mendizábal. Mediante esta ley se ordenó la expulsión de la Orden de los Franciscanos Terceros, que habitaban el convento, y se subastaron los bienes tanto del convento como de la propia iglesia, que fue construida en 1551.
En 1868, dado el pésimo estado en el que se encontraba el edificio y ante el creciente ambiente anticlerical provocado por la Revolución de la Gloriosa, que implicó la expulsión de Isabel II y que precedió a la llegada en 1871 del rey Amadeo de Saboya y a la proclamación de la Primera República de 1873, la iglesia fue derribada y el gran espacio de casas y dependencias que ocupaba el convento, que incluso entraba en la calle Medina, fueron puestos a la venta. Así, lo que hoy es la plaza Romero Martínez quedó libre para que el general Primo de Rivera impulsara, siendo ya dictador, la construcción del Villamarta.
Se levantó a finales en la década de los años 20 durante la monarquía de Alfonso XIII con la idea de que Jerez tuviera teatro de primer nivel. Poco después se empezó a construir lo que hoy es el edificio de Correos, justo frente al teatro.
Esta movida constructiva tiene lecturas diversas para los historiadores. Unos consideran que la creación del edificio de Correos, que sigue tapando la plaza y la fachada del Villamarta, fue una respuesta de los contrarios a la monarquía para deslucir la visión del teatro, que se interpretaba como un símbolo del avance social que perseguían Primo de Rivera y el rey. Otros simplemente defienden que se levantó como una necesidad para mejorar el servicio postal en la ciudad.
Así las cosas, la historia es la que es. Los cambios políticos y las desafortunadas consecuencias de la Desamortización, calificada de desastre y que no llegó a cumplir el objetivo de equilibrar la riqueza entre la aristocracia, el clero, la burguesía y la clase media-baja, junto a los incipientes cambios revolucionarios y el creciente sentimiento anticlerical, tuvieron como consecuencias más tangibles cambios tan drásticos en el urbanismo como el que ocupa este reportaje y que para muchos son episodios desconocidos que solo se pueden medio adivinar por lo que queda: la nomenclatura de dos calles y otros tantos edificios.
¿Volverá a verse la plaza Romero Martínez despejada con un único protagonista, el Villamarta? Es un viejo proyecto que sigue cogiendo polvo en los cajones municipales; porque la idea se impulso con Pedro Pacheco y luego con García-Pelayo de alcaldes, llegándose a establecer negociaciones con Correos para poder eliminar el edificio. Algo que, evidentemente, no arribó a buen puerto.
