Las calles del centro de Jerez han acogido esta tarde el Concurso de Venencia infantil, una actividad destinada a familiarizar a niños y niñas de entre 3 y 12 años con la cultura vinatera de la ciudad. La propuesta, que se desarrolla como taller itinerante, se enmarca en la programación oficial de las Fiestas de la Vendimia 2025.

La cita, que cumple este año su décima edición, volverá a celebrarse el próximo 5 de septiembre, en horario de 19.30 a 21.30 horas. Además, el sábado 6 de septiembre, la actividad se trasladará a los Claustros de Santo Domingo, donde se desarrollará entre las 11.30 y las 13 horas.
Actividades educativas para preservar la tradición vinícola
El pasado fin de semana ya se organizaron otros talleres dirigidos a la infancia, centrados en la tradición vinícola de la ciudad. Entre ellos destacaron la pisa de la uva, la cata de mosto 0,0, sesiones de lectura de cuentos y explicaciones prácticas sobre la metodología de la vendimia. Estas propuestas buscan que los más pequeños conozcan de primera mano un patrimonio cultural que forma parte esencial de la identidad jerezana.

Estas iniciativas pretenden acercar la cultura del vino de Jerez a las nuevas generaciones a través de dinámicas lúdicas y pedagógicas.
Historia de los venenciadores
El arte de la venencia tiene en Jerez una larga tradición que se remonta varios siglos atrás, ligado de manera inseparable a la producción y exportación de los vinos de la región. Los venenciadores se convirtieron en figuras imprescindibles en las bodegas, responsables de catar, airear y mostrar el vino directamente de la bota con un utensilio que simboliza la elegancia y la precisión del oficio. Su gesto característico, elevar el chorro de vino en un fino hilo brillante antes de verterlo en la copa, es hoy una de las imágenes más reconocibles de la cultura enológica andaluza.
Más allá de su función técnica, los venenciadores son considerados embajadores de Jerez en el mundo. Su maestría en ferias, concursos y exhibiciones internacionales ha contribuido a reforzar la imagen de los vinos jerezanos, convirtiendo su labor en un patrimonio inmaterial que se transmite de generación en generación. Mantener viva esta tradición no solo garantiza la conservación de un oficio singular, sino que también preserva un símbolo cultural estrechamente vinculado a la identidad de la ciudad.




