Félix Moreno, el vecino de familia humilde de La Asunción que llegó a empresario de éxito

Apasionado de la automoción, dirige una red de talleres en Jerez considerados de los mejores de España y es además presidente de la asociación de reparadores de automóviles de la provincia de Cádiz

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Félix Moreno Jiménez (Jerez, 1970) es uno de esos a los que los americanos llamarían un self-made man, un hombre que a base de esfuerzo y sacrificio, empezando de la nada, ha conseguido convertirse en un empresario de éxito. Criado en el jerezano barrio de La Asunción, de padre camionero, estudió mecánica en la FP y comenzó en el mundo de la reparación de automóviles en un pequeño taller. Sus aptitudes y sus ganas de crecer en la profesión le llevaron a la casa Mercedes y luego a Delphi. En 1998, años antes de que General Motors decidiera cerrar su planta gaditana, montó su primer taller en la avenida de Arcos. Desde entonces, los talleres con su nombre se han multiplicado, han sido considerados entre los 10 mejores de España, da trabajo a 20 personas y ahora planea abrir una tienda de accesorios de automóviles en la avenida de Arcos, a la vez que tiene en mente el proyecto de un taller dedicado en exclusiva a los vehículos híbridos, eléctricos y de tecnología a gas. Moreno, además, es presidente de Asoreca, la Asociación de Reparadores de Automóviles de la provincia de Cádiz, que representa a 350 talleres.

“Yo siempre digo que si las gallinas no vuelan es porque hay alguien que les tira la comida al suelo. De lo contrario ya buscarían la manera de volar”, afirma Félix en su taller de la jerezana calle Córdoba para explicar su instinto de superación y supervivencia. “Yo no vengo de familia de empresarios, sino de gente humilde, de La Asunción, por lo que ante las adversidades siempre hay que buscar soluciones”.

Apasionado de la automoción, ha aplicado en sus negocios cuatro máximas que considera innegociables: “Cercanía, transparencia, honradez y profesionalidad”, enumera de carrerilla y sin pensar quien trabaja desde su empresa y desde la asociación que preside para cambiar esa imagen “atrofiada” que muchos siguen teniendo del mecánico como alguien que, aprovechándose muchas veces del desconocimiento del cliente, intenta colar alguna avería para engordar la factura de la reparación. “Esa era mi lucha y mi obsesión. Quiero que el cliente venga al taller buscando la mayor transparencia. Creo en el diálogo, en la cercanía, en buscar soluciones y en humanizar el negocio”. Moreno también entiende que para conseguir ese objetivo tiene que devolverle a la sociedad buena parte de lo que le ha dado, de ahí que patrocine diferentes tipos de eventos, eminentemente deportivos, pero siempre con un trasfondo solidario.

Tras treinta años en la profesión, por las manos de Félix han pasado muchos coches y ha vivido su continua evolución. De la mecánica se pasó a la electrónica, por lo que reconoce que “los coches de antes eran más fiables”, pero también señala que “eran menos confortables”. “Los de antes eran pura mecánica, más fáciles de reparar, pero muy rudos en su comportamiento interior y exterior. Hoy podemos regularlo todo con la informática, pero es verdad que son más propensos a fallar”. Así, pone de ejemplo el fuerte aguacero del pasado otoño que anegó varios garajes. “Nos llegaron 40 coches hasta arriba de agua. Hace 40 años hubieran sido todos recuperables, sin embargo ahora solo pudimos salvar el 60 por ciento, porque el agua afectó de manera irreparable su sistema electrónico”. Aun así, si le dan a elegir, Moreno se queda con los modelos actuales. “Me encantan los coches antiguos, pero tengo que ir con los tiempos y con la evolución y en ese sentido hay que destacar los sistemas de seguridad que tienen ahora”.

Félix Moreno incorporó también la venta de vehículos de ocasión porque entiende que siempre son una alternativa a los nuevos —y más durante la crisis— y sobre todo, porque quiere ofrecer “vehículos de calidad al alcance de todos”. Por eso mismo su mejor reparación fue la de un Mercedes E-250 turbodiésel. “Lo compré averiado y lo arreglé para regalárselo a mi padre. Tener un Mercedes era solo para los privilegiados y yo quería que mi padre se pudiera sentir uno de ellos”.

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Jorge Miró

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