Israel Matamalas Manosalvas, de 40 años, y María de Nazareth Pérez Mellado, de 38, encabezan una familia muy numerosa. Junto a sus ocho hijos —Gaspar (14), David (13), Raquel (12), Israel (11), Pilar (9), Miguel (7), Nazaré (3) y Rocío (6 meses)— han decidido dejar su vida en España para partir como familia misionera a Australia a finales de enero, sin fecha concreta de regreso.
El matrimonio, él profesor y ella enfermera, abandona trabajos estables y una vida que definen como “humanamente cómoda” para responder a lo que consideran una llamada de Dios. Ambos forman parte del Camino Neocatecumenal y desarrollan una intensa actividad catequética, compaginada con las responsabilidades propias de una familia tan numerosa.
"No nos planteamos ser misioneros: simplemente nos pusimos a disposición de la Iglesia"
La decisión se hizo visible públicamente en la pasada festividad de la Inmaculada, durante la misa de la solemnidad presidida por el obispo José Rico Pavés. En esa celebración tuvo lugar la ceremonia de ‘envío’, una bendición episcopal dirigida a quienes son enviados a anunciar el Evangelio, en una práctica que busca recuperar la forma de actuar de la Iglesia primitiva.
Israel y María explican que su opción de vida se inspira en la llamada evangélica a “dejarlo todo y seguir a Cristo”, entendida como una renuncia a las seguridades materiales y a las ambiciones mundanas.

Una decisión que no fue un plan personal
El matrimonio subraya que la misión no fue un objetivo buscado ni un proyecto personal. Aseguran que se ponen a disposición de la Iglesia para ser enviados a cualquier lugar del mundo, sin conocer de antemano el destino. En este caso, el envío se concretó en Australia, un país donde, según explican, existen zonas con una presencia cristiana muy débil.
Aclaran que su labor no se centra exclusivamente en la asistencia social, sino en vivir como una familia cristiana integrada en la vida pastoral local, haciendo presente a Cristo a través del testimonio familiar. Se incorporará a una missio ad gentes, una realidad eclesial en la que varias familias forman el núcleo de la vida parroquial en lugares donde no existe una parroquia establecida.
En la zona a la que se dirigen ya hay cuatro familias; ellos serán la quinta. La comunidad está acompañada por un sacerdote, un seminarista y dos jóvenes en misión, y las celebraciones se realizan en locales habilitados para ello. El objetivo, explican, es hacer visible a la Iglesia en un entorno donde la fe cristiana es minoritaria y frágil.
"No hay un tiempo establecido: podemos estar seis meses, quince años o toda la vida"
Uno de los aspectos que más llaman la atención de esta misión es su duración indefinida. Israel y María insisten en que no existe un tiempo establecido: pueden permanecer en Australia meses, años o incluso toda la vida. Únicamente tienen billetes de ida y no mantienen ningún contrato laboral ni compromiso temporal previo. Todo queda, según afirman, en manos de la voluntad de Dios.
El matrimonio reconoce que deja atrás una situación laboral estable, hipoteca, amigos y familia. Sin embargo, aseguran que a lo largo de su vida han experimentado cómo Dios ha provisto incluso en momentos de dificultad. Israel recuerda que en el pasado llegó a abandonar un puesto fijo en un banco al considerar que no encajaba con su visión de familia cristiana. Con esa experiencia previa, afrontan el traslado con la convicción de que la misma providencia que los ha acompañado hasta ahora seguirá haciéndolo en Australia.
Aunque subrayan que será necesario trabajar, explican que el empleo no es el eje de la misión. Confían en encontrar trabajo una vez allí y aclaran que no recibirán un sueldo de la Iglesia. Solo han contado con una ayuda puntual para los trámites previos al viaje. Israel señala, además, que habla inglés y posee la ciudadanía australiana, lo que facilitará su integración laboral.
Una decisión compartida por los hijos
La marcha ha sido asumida por toda la familia. Reconocen que los hijos viven el proceso con dificultades propias, especialmente por dejar amigos y su entorno, pero aseguran que también muestran alegría y comprensión. Los padres insisten en que han intentado transmitirles que la felicidad no depende de lo material, sino de una dimensión espiritual.
"No vamos con un sueldo de la Iglesia; la idea es llegar y buscar trabajo"
Israel y María describen sus sentimientos como una mezcla de inquietud, expectación y confianza. Admiten que lo más difícil no es la distancia, sino la incertidumbre ante lo desconocido. No obstante, relatan cómo han percibido apoyo por parte de las familias que ya están en Australia y cómo, según su testimonio, se han ido resolviendo cuestiones complejas como la vivienda o la escolarización de los niños, aspectos que consideran signos de que “Dios va abriendo puertas”.
Con esa convicción, la familia se prepara para iniciar una nueva etapa en el otro extremo del mundo, sostenida por la fe y la certeza de haber respondido a lo que entienden como una llamada.


