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Siloé Jerez parte un año más hacia la ciudad mozambiqueña de Beira para formar y atender a menores que se quedaron sin padres.

Es de noche y de repente se oye un gran revuelo. Un pequeño llamado Victorino se queja porque sufre síntomas de lo que luego se le diagnostica como meningitis. Lo llevan al hospital de Beira, Mozambique, y le dan el alta a los tres días, pero tiene que estar aislado durante un tiempo. Para que no estuviera sólo en el hospital lo llevan al Lar Siloé (lar es hogar en portugués), donde está con otros 90 niños, y lo instalan en una macheza –pequeñas construcciones externas que sirven para recibir visitas–. Por las noches lo visitaba la enfermera y hasta le ponían alguna película. “Le hicimos el aislamiento más perfecto del mundo”, cuenta Rosalía Bejarano, presidenta de Siloé Jerez, entidad que trabaja con enfermos de VIH/Sida y que lleva más de una década cooperando con niños del barrio de Munhava, de la ciudad de mozambiqueña de Beira.

El narrado es uno de los pequeños grandes gestos de cariño que realizan hacia los 93 menores, todos huérfanos, de los que se encargan. El próximo 9 de mayo parten de nuevo hacia Beira cuatro cooperantes, en un viaje de más de 30 horas que los hará conocer una nueva realidad a los que se estrenan este año. Allí verán escenas como las narradas por quienes ya han estado en más de una ocasión. Así, verán las caras de emoción de los pequeños cuando les lean las cartas que les mandan sus padrinos y madrinas españoles. “Se quedan embobados escuchando, porque no conciben que alguien de tan lejos se interese por ellos”.

Casi todos tienen fotos de sus padrinos, que cuelgan junto a sus literas. “Eso les supone mucho; el que no recibe carta o foto hasta le cae mal”, cuenta Rosalía. Los cooperantes jerezanos realizan estancias de un mes y, a la de mayo, le seguirá otra pasada el verano. “Cuando queda una semana para la vuelta todos nos piden papel y bolígrafo para escribir cartas”, comenta Francisco Oliva, tesorero de la asociación y un cooperante más.

En Mozambique hacen de todo. Desde talleres de formación con profesores para mejorar la calidad de la enseñanza, hasta atender y asesorar en temas de salud, pasando por formar a mujeres en cuestiones agrícolas y ganaderas. “Hay proyectos para enseñarles a criar una vaca, que se intenta que produzca leche para los niños”, dice Barrones. Y también se reúnen con distintos organismos para realizar un seguimiento de las actividades. El punto fuerte de la jornada, para los pequeños, son las tardes. “Están deseando que llegue, a esas horas se saca la cámara y haces 200 fotos en media hora”, relata Oliva. Es algo que les llama mucho la atención.

Pero su labor va mucho más allá de eso. Hasta reparan los pocos electrodomésticos que puedan tener. O incluso las puertas, ventanas… “Ellos no le sacan todo el partido, porque no saben arreglar la lavadora, por ejemplo”, cuenta Antonio Barrones, otro de los cooperantes que partirá hacia Mozambique en mayo, y que se las ve y se las desea para encontrar repuestos.

Entre los cooperantes van por primera vez Eva Díaz y José Luis Reina. Ella, profesora de inglés, él, “médico de pueblo”, como se define a sí mismo. Ya cuentan los días para coger el avión y ver las caras de felicidad de los pequeños que los reciben cantando y bailando en el mismo aeropuerto. “Ya nos conocen y la llegada y salida del país son muy emotivas”, dice Antonio Barrones, el más experto de los cooperantes que van hacia Mozambique.

El proyecto del Lar Siloé se sostiene con las aportaciones de los padrinos y madrinas, porque poca ayuda tienen de las administraciones. “Hay dos tipos de becas, una de unos 60 euros al mes que costea el mantenimiento del niño, y otra para cuando dejan el Lar, con 18 años, para seguir pagándole los estudios”, relata Francisco Oliva, tesorero de la asociación. Desde hace unos años recaudan fondos para lo que llaman contenedor virtual, es decir, que en lugar de mandar materiales desde España, los compran allí mismo en Mozambique para ahorrarse los costes del traslado.

Para colaborar se puede aportar fondos pinchando en este enlace.

Sobre el autor:

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Francisco Romero

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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