El Chicle más allá de la calle Z

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27 de mayo de 2016 a las 16:37h

La barriada Federico Mayo, nacida en los años 50, ha cultivado gran desprestigio como consecuencia del menudeo que hay en algunas calles concretas, actividad que según sus vecinos, ha disminuido en los últimos años.

“¿A quién buscas, a los rateros o a los presos?”, pregunta inquisitivo uno de los vecinos más longevos del barrio de El Chicle. — ¿Por qué pregunta eso? “Nada, es una broma”, se apresura a aclarar. Este señor vive en la calle Z, la más “conflictiva” según opina el vecindario. Todos coinciden, aunque todos coinciden en que por lo general se trata de un barrio tranquilo. “Aquí solo vive gente trabajadora, familias normales, albañiles… Gente mala hay, pero como en todas partes”.

A este humilde barrio de la zona Sur llamado Federico Mayo, se accede tras descender una larga cuesta llena de socavones que llevan años allí sin tapar. Es conocido como El Chicle porque fue levantado en los años 50 sobre una explanada arcillosa y con apenas unas gotas se convertía en un gran barrizal. A lo largo del pasado siglo ha cultivado un gran desprestigio motivado por la venta de droga que también atraía a personas de otras zonas hasta allí. “Ahora está mejor la cosa, antes había mucha droga, los policías venían aquí todos los días… Ahora lo que hay es mucha hambre, por la crisis, porque no tienen trabajo”, explica un vecino mayor que tampoco quiere dar más explicaciones, no quiere meterse en problemas, pero responde a otra pregunta. —¿Por qué ha mejorado la situación? No sé, porque estarán en el talego, bromea.

En una panorámica por sus calles se observa una peña, una tienda de comida para animales y varias de alimentación, kioskos e incluso una peluquería con un cartel en español y en árabe porque el peluquero es de fuera. Sin embargo, las deficiencias son más que evidentes. Entre las quejas de los habitantes de El Chicle destacan la falta de negocios, el mal estado del asfalto, de los parques infantiles, del mobiliario urbano. Operarios del Ayuntamiento retiraron una papelera hace un mes porque depositaron un animal muerto y aún no ha sido repuesta, advierte un vecino. Demandan la mejora del alumbrado. La calle Z, señalada como la más peligrosa está prácticamente a oscuras. “En invierno esto es la boca del lobo”, cuenta una joven madre que también se queja de la gran velocidad a la que circulan los vehículos. “Badenes, muchos badenes tendrían que poner”, espeta Rosario.

Esta jerezana que ahora tiene 50 años, ha vivido en el barrio hasta no hace mucho que se mudó a Chapín, pero sigue yendo con frecuencia porque su madre que requiere de sus cuidados. Antes, cuando gozaba de buena salud, asistía al centro de mayores del barrio donde formaba parte del coro y realizaba manualidades. “Eso la verdad es que estaba muy bien”, pero no hay actividades, ni vida allí. “No me vendría a vivir aquí ni muerta y mi hija no quiere ni venir” dice, a pesar de que reconoce que hace diez años “había más enganchados y drogadictos, esta calle (la Z) era un infierno”.

La “barriada del abecedario” cuyas calles pasaron a tener nombres, aunque las siguen llamando por su letra correspondiente, tiene vida más allá de esta famosa calle. No todo es negro. Una melodía romántica suena en el interior del edificio 1DPDO y se oye desde la acera. Asunción, de 42 años se ha criado en Federico Mayo. Durante unos años se ha marchado fuera y después ha vuelto. “Me arrepentiré toda la vida”, declara sin pelos en la lengua mientras pasea a su perro. Reside en la calle Manos Unidas y tiene dos hijas adolescentes a las que no deja salir a la calle. No le gusta el menudeo y la gente que, en su opinión, vienen de otras zonas de Jerez en busca de drogas, ni los okupas, que escogen hogares vacíos de El Chicle para vivir. No generan graves problemas, aunque sí desconfianza.

En la antigua calle B, actualmente denominada Alcalde Eduardo Freire, Jesús lava el coche en la puerta de su casa antes de recoger a sus hijos del colegio. No se avergüenza, no se arrepiente de vivir allí. Al contrario. Defiende que el Chicle es una barriada tranquila, aunque también tiene una zona en la que hay “lo mismo que en El Polígono y otros lados”. Su calle en concreto “es una de las mejores, pero en el barrio hay de todo como en todas partes”.

Cristina que ha vivido en la Z durante cinco años considera que es un problema de educación, de que sus vecinos “están criados de otra manera”. Lo mejor de esta legendaria barriada, temida por algunos jerezanos, es el compañerismo y los lazos entre los vecinos. “Nos conocemos de toda la vida y nos ayudamos los unos a los otros”.

Sobre el autor

María Luisa Parra

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