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En abril de 2006 se presentaba a bombo y platillo el futuro Palacio de Congresos y Exposiciones que, junto a un hotel, aspiraba atraer al año a miles de congresistas a la ciudad.

Año 2006. La burbuja del ladrillo sigue en pleno apogeo. En toda España se siguen construyendo bloques de pisos y urbanizaciones más allá de la demanda real, ayuntamientos y comunidades autónomas anuncian proyectos más o menos faraónicos y nadie se imaginaba que dos años después, la quiebra de Lehman Brothers, uno de los mayores bancos de inversión del mundo, significaría el comienzo de la mayor crisis económica desde la del año 29 del siglo XX.

Aquel año en Jerez, con Pilar Sánchez como alcaldesa y con Pedro Pacheco al frente de la Gerencia Municipal Urbanismo, se anuncia el proyecto de un nuevo Palacio de Congresos en unos terrenos junto al hospital de Jerez y frente a la nacional IV, planteada ya como futura avenida integrada en la ciudad. Baremo 80, la empresa promotora del proyecto junto a la sociedad Hispánica de Congresos, obtiene en marzo de 2007 la licencia urbanística para iniciar la construcción de un complejo, sobre el papel espectacular, que no sólo incluía el edificio congresual, sino también un hotel adjunto de cuatro estrellas, diez plantas de altura y 200 habitaciones; un edificio de apartamentos turísticos, oficinas, un área comercial y un gran sótano de aparcamientos. Y todo ello, rodeado de jardines y paseos sobre una superficie de 28.000 metros.

Diez años después, el fantasmagórico esqueleto de lo que iba a ser ese complejo se ha convertido, por desgracia, en un elemento más del paisaje de la avenida Reina Sofía, objeto de saqueadores en un primer momento, rincón de grafiteros posteriormente e incluso lugar perfecto para algún que otro con ideas suicidas. “La obra era complicada, porque el proyecto era muy complejo”, recuerda Domingo Ramírez Pazos, jefe de obra por entonces, que afirma que en el punto álgido de los trabajos llegaron a haber hasta 120 personas entre albañiles, ferrallistas, encofradores y encargados. Tiempos de vacas gordas, antes de la crisis, en los que algunos albañiles de 20 ó 22 años llegaban con coches mucho mejores, incluso, que los de sus propios jefes.

Lo que más dificultad entrañó fue el auditorio. Cuando se paralizó la obra en 2008 ya se intuía la capacidad que iba a tener, nada menos que 2.000 butacas que darían a un amplio escenario polivalente. Y junto a ese auditorio principal, otra zona expositiva compuesta por seis salas y otro segundo auditorio para 500 personas, trece seminarios, cafetería, office o despachos, entre otras instalaciones.

“Eso fue una pena. El palacio se quedó paralizado aproximadamente al 45 por ciento de su ejecución y el hotel, al 50”, explica Domingo, que aun así considera que en el hipotético caso de que algún día se retomara el proyecto, no haría falta comenzar de cero. “Lo que se ha construido no se ha degenerado, salvo lo que se ha venido abajo por los robos. Habría que inyectarle armadura nueva en la cabeza de los pilares, lijar mucho y darle una pintura de aluminio antes de encofrar y volver a hormigonar”.

En 2008, estallada la crisis, empiezan los problemas. Tras 22 millones de euros invertidos, la falta de financiación provoca que la empresa constructora, Sinde Restauraciones, empiece a deber dinero a 70 proveedores, que pronto anuncian que dejan de suministrar materiales. Los empleados tampoco se libran y acumulan cuatro meses sin cobrar un solo céntimo. Empiezan a colgarse pancartas en la inmensa estructura de hormigón: "El Palacio de Congresos se para por impago de Sinde y Baremo", "Sinde no paga", rezan. “De casi decirnos que algunos se jubilarían con la obra llegamos a febrero y ya nos empezaron a dejar caer que la cosa se pondría mal. De momento las subcontratas se fueron. En septiembre se empezaron a ralentizar los trabajos y en octubre se paralizaron del todo”, recuerda Domingo.

Ya estaba claro que para la segunda mitad de 2009 no estaría listo el complejo, como así se había anunciado tres años antes. En marzo de ese año, el Ayuntamiento renovaría la licencia al Grupo Baremo por 12 meses más, y se empiezan a poner nuevas fechas. Desde el Jerez Convention Bureau, asociación jerezana de empresas del sector turístico y comercializador del espacio congresual ya marcan un horizonte a dos o tres años vista (2011 ó 2012) para la culminación del Palacio, no así para el hotel. La presidenta por entonces de dicho ente, Miriam Morales, veía fundamental la culminación del proyecto para que Jerez pudiera aspirar a acoger grandes congresos. Hoy, cuatro años después, y con el proyecto muerto y enterrado (en abril de 2012 se aprobaba en junta de gobierno local la declaración de caducidad de la licencia de construcción), piensa que se debería apostar aún más por un espacio tan singular como el complejo de La Atalaya, convertido no sólo en espacio museístico, también en centro de reuniones desde 2007. "Para dos o tres eventos, en el mejor de los casos, que atrajeran a la vez a 2.000 personas, hay que plantearse si lo más sensato es seguir alimentando a un elefante como hubiera sido el Palacio. Es decir, no se si hay que pensar en tener dos reuniones de mil y tres de 300 o tener reuniones semanales de 200 personas. Hay que optar por espacios muy singulares que no hay en otros lugares de España y optimizar los recursos que tenemos”. En este sentido, el complejo de La Atalaya, sólo entre 2014 y 2015 atrajo 72 reuniones que traducido en personas sumaron la importante cifra de casi 22.000.

Morales también reconoce que la ubicación del Palacio de Congresos no gustó al sector privado de la ciudad. De hecho, el sector hostelero y hotelero vio con buenos ojos un espacio no muy lejano a ese, en las antiguas bodegas Croft. En cuanto a la nueva ubicación que proyectó el PP para el Palacio, Ifeca, considera que no es el más adecuado. “Está pensado para palacio de ferias y exposiciones, algo que no tiene nada que ver con congresos técnicos y eventos de este tipo, que buscan un entorno agradable y acogedor, con un lugar para hacer proyecciones y con un sitio en el que puedas tomarte un coctel de bienvenida. Para eso, con la mínima inversión ya está La Atalaya, que además está en un sitio muy bueno, al lado del centro y con un perfil bodeguero singular”. 

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Jorge Miró

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