De luchar contra las maras en El Salvador a pizzero en Jerez: "O huimos, o nos matan"

Saúl Mezquita, Policía Nacional en el país centroamericano, vive asilado en la ciudad desde el verano pasado. Hoy es uno de los rostros del Día Mundial de los Refugiados, que se ha conmemorado con un acto de protesta para exigir al Gobierno que cumpla con sus compromisos de acogida

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"Cuando no pueden matar al policía, matan a tu familia. Por eso me fui, no podía perdonarme que ellos murieran por mí". Saúl Mezquita, natural de El Salvador, llegó a Jerez en junio de 2016. Cuenta que se encontró algo perdido nada más bajar del tren, pero que al instante le pidió ayuda a un angoleño que por allí descansaba. Este le tendió la mano y le acercó a la Asociación Comisión Católica Española de Migración (Accem), desde donde Saúl pudo pedir asilo político. "La gente se piensa que soy de Siria porque el mundo desconoce lo que sucede en mi país". Dice que a Occidente no le interesa El Salvador porque no es un país rico en petróleo como Venezuela. "Creen que vengo a España buscando trabajo, pero yo tenía mi vida solucionada allí, en mi país". Cada refugiado, cada persona que pide protección o asilo, tiene una historia detrás repleta de miedo y dolor.

Más de 100 sillas desplegadas en mitad de la calle Larga reclaman la llegada de refugiados a España, con motivo del Día Mundial de los Refugiados. Bajo el hashtag #VenidYA, organizaciones como Ceain, Intermón Oxfam, Accem, Hogar La Salle, Cáritas, Amnistía Internacional, Entreculturas y el equipo de fútbol Alma de África, entre otros, han llevado a cabo un acto de protesta para reivindicar que el país acoja a los 16.033 refugiados de los 17.337 que prometió el gobierno español. En los 20 meses transcurridos desde que se alcanzase el acuerdo, sólo 1.304 han llegado a España. "No más sillas vacías", declara Rodrigo Gómez, el coordinador de Accem. "Tú también podrías ser migrante", se lee en los abanicos que la ONG de Francisco Domouso, Cáritas, ha repartido. "Refugiada: perseguida por raza, religión, nacionalidad, opinión política o grupo social", dibujan algunas camisetas. Durante una hora, la ciudad de Jerez se ha unido para mostrar su apoyo a la protección social de personas que huyen de la violencia y la muerte. Y Saúl Mezquita, como refugiado en España, ha leído el manifiesto para ser la imagen y la voz de muchos que todavía no han llegado.

La historia de Saúl no es sencilla, pero él, con los ojos vidriosos pero sin que le tiemble la voz, consigue reconstruirla. Relata que fue Policía Nacional en El Salvador durante más de 11 años. Busca su móvil, lo desbloquea y muestra varias imágenes donde aparece con el uniforme policial negro. Hoy viste la camiseta de la selección de fútbol salvadoreña y hace poco que ha conseguido un puesto como pizzero en Jerez. "Tuve que empezar de cero", lamenta con una sonrisa. No tuvo más remedio. Su única salida era exiliarse, ya que tuvo problemas con los grupos terroristas de El Salvador, conocidos como maras (pandillas delictivas). "Todo empezó cuando mataron a uno de mis hermanos. Fue entonces cuando tuvimos que abandonar nuestras casas". Tiene primos que a día de hoy están refugiados en Estados Unidos, hermanos en Nicaragua e indica que su madre se encuentra en Guatemala. "Y tengo otra familia que todavía está huyendo", añade. Los cuerpos de seguridad en El Salvador no dan abasto. Saúl sostiene que allí solo hay 20.000 policías, mientras que existen cerca de 300.000 grupos terroristas. "Somos el país más violento del mundo sin estar en guerra". Las maras comenzaron a matar indiscriminadamente a raíz de las últimas elecciones de El Salvador, en 2014. "El Estado le concedió privilegios a los pandilleros en 2013. Podían hacer lo que quisieran bajo un supuesto acuerdo de paz. Pero como hubo un cambio de gobierno al año siguiente, esas promesas se esfumaron y empezaron a asesinar al pueblo salvadoreño. Uno de ellos, mi hermano", narra.  No paran de asesinar al pueblo salvadoreño desde entonces. Es más, Saúl asegura que la semana pasada mataron a nueve familiares de la Policía Nacional en El Salvador.

Confiesa que voló a España por cuestiones idiomáticas, climatológicas y culturales. "Era consciente de que aquí no había trabajo, pero había paz", declara como si fuese algo inédito. "En mi país las personas más asesinadas están entre los 15 y 30 años de edad. Si una mujer rechaza a un pandillero, la matan. Si un adolescente se niega a trabajar para las maras, lo matan. Decimos que los jóvenes somos la generación perdida, o huimos o nos matan", apostilla.

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Claudia González Romero

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