¿Es posible vivir casi desconectado del mundo en el Real del parque González Hontoria? Perfectamente, aunque parezca difícil en los tiempos que corren.

Antes de empezar, tengo que decirles que si buscan una crónica al uso sobre el miércoles de Feria, no la van a encontrar. Para decirles que este día volvió a llenar de mujeres el Real y que éstas fueron las protagonistas, ya hay otros medios y otros compañeros que habrán escrito a la perfección sobre ello.

Esta crónica empieza realmente el domingo de Feria. Apenas se habían cumplido 20 horas oficiales del inicio de la fiesta cuando un par de mujeres vendiendo sombreros tuvieron la habilidad de tapar mi móvil, descuidado sobre la mesa de una caseta, y llevárselo sin que me diera cuenta de la jugada. Para cuando lo hice, ambas ambulantes ya se habían perdido entre la muchedumbre. Ni que decir tiene que mi teléfono ya no apareció ni aparecerá nunca.

Ante mí se abría un mundo nuevo, o mejor dicho, uno que ya no recordaba. El de vivir desconectado de este aparato, diabólico a la par que indispensable en los tiempos que corren, donde cualquier noticia, chascarrillo o broma viral circulan a la velocidad de la luz de WhatsApp en WhatsApp. Al principio, cuando salí de la caseta buscando a las hábiles ladronas, pensé en el incordio que suponía haberme quedado sin teléfono. Enseguida recordé que prácticamente todas las fotos y vídeos que guardaba estaban ya en mi ordenador, y que el 80 por ciento de los contactos los tenía apuntados en una libreta, sabedor uno de que algún día podía ocurrir lo que finalmente ha pasado. Además, el móvil ya estaba a punto de jubilarse, tras dos años conmigo, puesto que ya apenas tenía memoria y se reiniciaba cuando le daba la gana, señal de que ya me pedía un descanso eterno. En definitiva, el mal, relativamente, era menor. Eso sí, luego recordé que el lunes era festivo, así que no podría hacerme con uno, mínimo, hasta el martes. Finalmente, diversas circunstancias han impedido que haya podido tener teléfono durante tres días. ¿Una hecatombe, pensarán algunos? Puede ser, pero desde luego, ha sido toda una experiencia volver al pasado.Cuentan que hubo una vez en que el ser humano pudo sobrevivir sin teléfono móvil o conexión a internet 4G. Si lo piensan bien, no hace tanto que empezaron a proliferar estos aparatos que nos permiten estar localizados permanentemente, hacernos ‘selfies’ o hasta pintarnos la cara de gato, perro o payaso de manera virtual. La historia es que salir de casa para el Hontoria un miércoles de Feria ya es una aventura. Tienes que echar mano del Messenger de Facebook para quedar con tu compañero feriante en un punto en concreto. “No te muevas, que no tengo móvil, eh”. Y así que llegas al Real, cruzas la portada de los cacharritos, esquivas un par de boñigas de caballo recién hechas, indicas a un grupo de turistas cómo llegar a la caseta que buscan, pasas el templete municipal, donde ya hay un buen grupo de mujeres bailando sevillanas, entre ellas la alcaldesa Mamen Sánchez, y entonces llegas al punto de encuentro acordado… y no están tus amigos. “Vale, ahora qué hago”, pienso. Y entonces te acuerdas de esas cosas llamadas cabinas de teléfono, y que junto a la portada de El Bosque hay una —¿o había?—, pero enseguida piensas que para qué, si no me sé el número de mis amigos. Y entonces vuelvo a recordar que cuando era pequeño me sabía de memoria los fijos de todos mis colegas, pero que ahora soy incapaz de aprenderme un número de móvil, simplemente porque no es necesario.

Desechando la idea de la cabina, empiezas a barruntar dónde pueden estar. ¿Estarán aquí o allí? Empiezas a dar vueltas, queriendo recordar qué demonios se hacía antes en estas circunstancias. El sol pega fuerte. Dos goterones de sudor corren por mi cara cuando me cruzo con Teresa Rodríguez, la líder de Podemos en Andalucía, vestida con un traje de gitana rojo y lunares blancos, haciéndose fotos con simpatizantes. Y entonces me encuentro a un amigo, que me salva la vida. Tras el saludo, la gran pregunta de rigor —“¿Qué tal la Feria?”—, acompañada de otra menos habitual: “Oye, ¿me dejarías tu móvil? Es que me lo robaron y es para llamar a Xxxx”.Y entonces Xxxx coge el teléfono y me dice que es que no llegó al punto de encuentro porque al final se encontró a Xxxxxx, que lo lió, lo invitó a un rebujito en su caseta y entonces ya no tuvo escapatoria. Total, que le digo que me espere allí y de camino es cuando me doy cuenta de otra cosa. Cuando no tienes móvil te fijas en muchos más detalles de tu alrededor, como los mil y uno que conforman el paseo de caballos, mientras otros lo ven a través de la pantalla de su celular para intentar captar una foto que seguramente no vean nunca.

La tarde va cayendo entre rebujitos y cervezas, indispensables para combatir el sofocante calor, que parece no afectar a las grandes protagonistas del día, las mujeres, que forman corrillos para bailar sevillanas en cualquier punto del Real. La comidilla entre mis amigos es el dichoso móvil: tengo que repetir cómo me lo quitaron o escuchar recomendaciones sobre qué teléfono tendría que comprarme ahora. Está visto que aquí todo el mundo es ingeniero de Telecomunicaciones. Apenas echo de menos el teléfono y, sobre todo, los dichosos grupos de WhatsApp. ¡Qué tranquilidad! Eso sí, me quedo con las ganas de grabar un vídeo en la caseta de la Buena Gente, donde todos los días se arma el taco gracias al flamenco en vivo. Sin duda, una de las casetas de moda este año en la Feria, si es que ya no lo era años atrás. Pero decía que no echo de menos el teléfono. Eso de estar casi ilocalizable es un gustazo, aunque en el Real ya se sabe que antes o después te encuentras a todo el mundo.

La noche empieza a hacerse presente, aunque el alumbrado se enciende cuando todavía hay cierta claridad. Mi jornada acaba en el templete de González Byass, flamante ganador del primer premio de casetas que otorga el Ayuntamiento, entre más copas de rebujito, ahora en elegantes copas de cristal y no en vasos de plástico como en la gran mayoría de casetas. Antes de irme para casa, pido a un amigo que se conecte un momento para ver el resultado del Madrid en Balaídos. CR7 me amarga el fin de fiesta, pero al menos puedo decir que he vuelto a sobrevivir un día en la Feria sin móvil.

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Jorge Miró

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