Artistas urbanos: la música está en la calle

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Algunos se ganan la vida cantando o tocando, otros solo buscan un dinero extra. Conocemos las historias de cuatro músicos callejeros que, seguro, habrás visto más de una vez por las calles de Jerez.

En más de una ocasión parecen invisibles a nuestros ojos. Unas veces, por las prisas del día a día, que apenas nos hacen mirar más allá de lo que tenemos delante; otras, por simple indiferencia. Sin embargo, hay momentos en los que sacamos unos minutos para detenernos y escucharlos. Y entonces nos damos cuenta de que detrás de esa persona que toca un órgano o una guitarra suenan acordes que nos gustan. Que esa voz suena mejor de lo que podíamos esperar de un artista callejero. Otras veces pasa lo contrario, que confirmamos que verdaderamente alguno pone más voluntad que otra cosa. Lo que es común en todos es que cada uno de ellos tiene algo que contar. ¿Por qué tocan en la calle? ¿Viven de ello o les sirve para tener unas ganancias extras? ¿El público les respeta? Desde lavozdelsur.es hemos querido conocer mejor a algunos de los artistas urbanos que acuden al centro de Jerez, haga frío o calor. Algunas caras seguro que les sonarán, otras no tanto. He aquí sus historias.

“En España hay un mal concepto de los rumanos”

Nombre: Tomita Ilie

Edad: 39 años

Lugar de nacimiento: Bucarest (Rumanía)

Nombre artístico: El gran Titos

Instrumento: órgano

Llegó a España hace 17 años con un amigo sin apenas hablar el idioma y con la intención de trabajar en la campaña de la fresa. Sin embargo, afirma que nunca cogió ni una. Tomita es una de las caras más conocidas de Jerez. Artista ambulante, lleva siete años en la ciudad ganándose la vida con su órgano, tanto en la calle como en las fiestas privadas donde le contratan. Su nombre artístico se debe al grupo musical que montó en su país, en el que eran conocidos como los Titos. Aparte del piano toca el saxofón, el clarinete, el violín y el acordeón, pero es con el primer instrumento con el que se siente más cómodo. De hecho, explica que en Rumanía los niños aprenden a tocarlo en el colegio. El resto aprendió a tocarlos “de oído”.

Titos ha vivido buenos y malos momentos. Sus primeros años en la ciudad fueron complicados. Trabajaba para una mafia rumana que explotaba a los suyos. Todos los días, tanto él como otros compatriotas recaudaban dinero, ya fuera tocando música o pidiendo en la calle, y parte de sus ganancias iban a parar al jefe del clan. Éste, de hecho, llegó a estafarle varios miles de euros con la venta de un coche que nunca vio. El artista, no obstante, prefiere olvidar esa etapa. Ahora trabaja por su cuenta. Él se organiza sus horarios, sus lugares donde tocar —Arenal, Consistorio y Plateros, preferiblemente— y no tiene ninguna queja, al contrario. “Me he enamorado de España, aunque aquí hay un mal concepto de los rumanos. Pero el público suele ser muy agradecido”.Titos ha notado la crisis. Hace una década podía ganar unos 180 euros al día y vender 4.000 discos al año. Hoy raro es el día que se embolsa más de 40 euros, aunque reconoce que los fines de semana puede alcanzar los 70 u 80. Cuando ve que la cosa flaquea en Jerez, se monta en el tren y se va a Cádiz o a Sevilla, ciudades con un flujo de turistas más elevado.

El rumano se considera un artista con todas las letras y lamenta que haya algunos que, “más que tocar música, hacen ruido”. “Yo todos los años cambio el repertorio y el estilo musical: clásica, rumba, orienta, romántica…”. Titos vive ahora solo en su piso en calle Ancha. Tiene tres hijos y ahora viene de camino un cuarto, por lo que su esposa decidió marchar a Rumanía para dar a luz allí. “Hasta que no lo tenga no puede volver”, explica.

“Un accidente cambió mi manera de pensar”

Nombre: Micraël John Nicolas Boulle

Edad: 25 años

Lugar de nacimiento: Niza (Francia)

Nombre artístico: El Cáliz

Instrumento: guitarra

Un accidente de moto en Francia hace seis años le cambió la vida a Micraël. Estuvo un mes en coma y eso le hizo “cambiar el chip”. “Me di cuenta que tenía que vivir la vida de otra manera, haciendo lo que verdaderamente me gusta”. Y lo que verdaderamente le gusta al Cáliz —un apodo que, dice, se lo dio en Jerez El Salmonete— es el flamenco y tocar la guitarra. Y qué mejor lugar para dedicarse a ello que Andalucía. Un buen día decidió dejar el empleo de camarero que tenía en su país, hacer la maleta y echarse a la carretera. Haciendo autoestop cruzó los pirineos y toda España hasta arribar a Jerez. Y aquí se quedó. Le gustó la ciudad, el clima y su gente.Llegó sin hablar el idioma, pero le echó cara y del chapurreo inicial ya puede comunicarse perfectamente en español. Dio clases de guitarra con El Carbonero y en cuanto se vio capaz, se tiró a la calle. “No tengo horarios, no tengo que rendirle cuentas a nadie. No le pido nada a la vida. Hago lo que quiero. Si tengo hambre, saco la guitarra. Con lo justo soy feliz”.

Camisa, chaquetilla, botas, media melena, bigotillo y perilla… Y uñas muy cortas. ¿No es mejor tenerlas largas para tocar? “Es que me las como…”. El Cáliz, que se denomina un “bohemio”, lo es en apariencia y en la forma de vivir su vida. Raro es encontrarlo sin una sonrisa en la boca. Vecino de Torresoto, sin pareja actualmente, dice que la calle “no es difícil. Depende de uno. Lo importante es ir con alegría y con ganas”. ¿Y si el público no acompaña? “Yo no obligo a nadie a darme nada. El que quiera, estupendo, si no, otra vez será”. Y finaliza: “me vine a España sin hablar siquiera el idioma y mira, todo me ha salido bien. El que la sigue, la consigue”.

“Tocamos para no pedirle dinero a nuestros padres”

Nombres: Marina Pardo y Dani Caro 

Edades: 18 y 19 años

Lugar de nacimiento: Jerez

Nombre artístico: ‘Licorice’

Instrumento: voz y guitarra

Mediodía de sábado. El Alellujah de Leonard Cohen resuena entre el ajetreo de personas que van de acá para allá en busca de descuentos del Black Friday. Salvo el que suscribe y Manu, el compañero fotógrafo, nadie se para a escucharlos, a pesar de la delicada interpretación de Marina Pardo. Indiferencia máxima. Ante ellos, la funda abierta de la guitarra de Dani, que apenas tendrá unos 10 euros en monedas.

Marina y Dani, amigos, llevan apenas cuatro meses tocando las tardes de los viernes y los sábados por la mañana en el centro de Jerez. Reconocen que lo hacen “para pagarnos los estudios y ser autosuficientes. No queremos pedirle dinero a nuestros padres”, señala la joven, estudiante de Segundo de Bachillerato. Él, por su parte, estudia Ciencias Políticas en Sevilla. Malos tiempos para la lírica…Marina comenzó a cantar sola, “pero siempre tuvimos la idea de tocar juntos. Un par de personas nos animó y desde entonces, aquí estamos”. Juntos se hacen llamar Licorice y siempre tocan en calle Larga, donde ya han tenido algún problema, aunque “sin importancia”. “Hay veces que los bares nos piden que nos alejemos de ellos, o que bajemos el volumen, pero nada más”.

A esta, futura estudiante de Traducción e Interpretación de inglés e italiano, eso de cantar le viene desde muy niña. “Estaba todo el día a pulmón. Ya con 10 o 12 años me lo empecé a tomar más en serio”. Reconocen que en estos meses cantando en la calle, lo máximo que han llegado a ganar han sido 55 euros y, el día que menos, 20. “Lo que caiga, bueno es”.

¿Y sus padres, qué opinan de que canten en la calle? “Ellos están encantados, nos apoyan, igual que nuestros amigos. No nos ven raros por querer ganarnos un dinero tocando y cantando”.

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Jorge Miró

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