Albert Bitoden, de Camerún a presidir las ampas de Jerez: "Aprendí español con un diccionario y revistas del corazón"

Activista social con más de dos décadas a sus espaldas, ahora le toca el turno de representar a los padres y madres de la ciudad. La filosofía a aplicar: "Yo no tengo problema en remangarme, coger la brocha y pintar". Literalmente, porque ha surgido una cuestión así en su ampa del CEIP Torresoto

Albert Bitoden, presidente de la Flampa de Jerez, en el CEIP Torresoto.
Albert Bitoden, presidente de la Flampa de Jerez, en el CEIP Torresoto. MANU GARCÍA
07 de octubre de 2025 a las 20:17h

Más de dos décadas en el activismo

Albert Bitoden (Duala, Camerún, 1968) llegó a España hace 25 años. Pasó por Cepaim, entidad de la que fue coordinador en la provincia de Cádiz. En su país, estudió Comercio, pero decidió salir del país para mejorar. Pero para ser músico, su gran pasión, para ser batería. Marchó a Nigeria, pero encontró un país hostil, cuenta, así que se movió de nuevo a Costa de Marfil, donde allí sí pudo entrar a trabajar en un estudio de grabación, donde programaba, hacía los ritmos, de corista... Finalmente, aunque no tenía planeado dejar la región, acabó haciendo "el camino al Norte, como yo lo llamo". Pasó por Argelia y Marruecos. "En Nador es donde me di cuenta de que estoy cerca de un país europeo, donde se hablaba español, que me sonaba porque en Costa de Marfil teníamos un programa de música cubana". Un periplo vital hasta ser nombrado la pasada semana presidente de la Flampa, la federación de ampas de Jerez.

Pregunta. Cruzó a España desde el Norte de África cuando apenas nadie lo hacía, cuando comenzaba el fenómeno de la migración.

Respuesta. Me jugué un poco el tipo, la verdad. Era caro, costaba mil dólares, yo estaba en Marruecos y no tenía dinero. Fui a la frontera con Melilla. Era 1996. Nos trasladaron a la Península. Estaba sin pasaporte y sentí que me iban a expulsar, pero gracias a Cruz Roja y la Embajada camerunesa, me dieron mi pasaporte. En aquel grupo de Melilla a la Península éramos 31 personas.

P. ¿Cómo lo vivió?

R. Era bastante duro, yo creo que esa experiencia me hizo decidir qué sensaciones tengo que tener con respecto a las personas, si son buenas o son malas. No sé si muy buena, pero la persona es buena, el ser humano es bueno. Estuve en un dilema impresionante porque en Melilla no había infraestructura para poder atendernos adecuadamente. Dormíamos en la calle, comíamos pan con leche, una comida diaria en una parroquia de Cáritas. Y yo no entendí que eso fuera un trato humano. Había estado en Mali y nunca pasé un día sin comer y nunca dormí en la calle. Pero cuando llego a Europa, había mucho descuido con respecto de quién llegaba. Lo pasé muy mal. Pero donde fuere, haz lo que vieres. Aprendí castellano en la calle, buscando revistas del corazón. Buscaba en el contenedor de basura esas revistas y con un diccionario francés-español aprendí. No quería aislarme, quería comunicarme. 

ALBERT PRESIDENTE FLAMPA 2
Albert Bitoden, posando para la entrevista.  MANU GARCÍA

P. Y acabó en la provincia de Cádiz.

R. Hacía falta que una organización, una ONG, asumiese la acogida aquí, y la ONG que me acogió, que se llamaba Bartolomé de la Casa entonces, estaba en Cádiz. Viví en Puerto Real durante dos años, de hecho ahí nació mi primer hijo, y al final llegué a Jerez por trabajo con una organización, Andalucía Acoge y ya después estuve en Cepaim durante más de una década. Prácticamente 22 años de mi vida dedicados a la acción social.

P. Padre de varios hijos y ahora involucrado en el movimiento educativo.

R. Tengo cuatro hijos, dos ya son mayores, viven en Escocia, y dos pequeños que están aquí. El año pasado se me planteó la vicepresidencia del CEIP Torresoto y finalmente la presidencia a finales del curso pasado.  Así, al final he sido nombrado presidente de la Flampa de Jerez.

"El reto es seguir recordando a las ampas su rol en la comunidad educativa"

P. ¿Qué cree que puede aportar?

R. Tengo un camino en la acción social y pienso que igual puedo contribuir, puedo aportar sobre todo también desde el enfoque de que los espacios sean cada vez más diversos y que todos podamos contar. Es generar una cultura de comunicación, una cultura de diálogo, una cultura de poner la cosa encima de la mesa, analizarlas, y actuar.

Por ejemplo, en el colegio Torresoto, la línea que está pintada en el suelo para la salida de los niños de Infantil se ha borrado por la lluvia. Entonces, no hace falta pensar si hay subvenciones o no, hay que conectar con el sector educativo para ver si tienen material, y si lo tienen, organizar la dinámica de ampas para solucionarlo. Yo no tengo problema en remangarme, coger la brocha y pintar. Hablo de cosas así que dan sentido realmente al concepto de escuela abierta. Las escuelas tienen que estar abiertas al contexto donde están situadas. Una escuela no puede estar con la puerta cerrada o de espaldas al contexto donde está, y las familias no pueden estar de espaldas a la escuela donde van a los niños. No son guarderías, son lugares de aprendizaje. El reto es seguir recordando a las ampas su rol en la comunidad educativa, inyectar diálogo y sobre todo preocuparme por aquellos centro educativo que no tiene ampas.  Si podemos llegar a un 100% de ampas en todos los colegios eso sería fantástico, pero es un reto. 

P. Toma el relevo de Verónica Guerrero. 

R. Quiero ir de la mano con Verónica para que me instruya y me dé la bendición. A mí me parece eso importantísimo. Yo vengo de una cultura donde las pisadas son muy importantes. Verónica ha hecho pisadas y yo tengo que seguirlas para que me enseñe dónde tengo que poner mis pies porque eso es importante. Así es como se aprende y se consolidan las cosas.

P. ¿Le preocupa el aumento de mensajes ultras en las aulas?

R. Sí, como padre, como ciudadano, como vecino... me preocupa muchísimo. Yo quiero aportar al Ampa esa diversidad, esa mirada ante las cosas que tengo. Una actitud permanente de búsqueda y aprendizaje, no de generar antagonismos. Hoy no hay filtro en las redes sociales y obviamente no todos esos mensajes van a Fiscalía ni hay centinelas para cada burrada que sesga y hace daño. Como no hay filtros, ocurre de todo. Los centros educativos son reflejo de lo que se ve en casa. No permitamos que nuestros centros sean receptivos ante toda esa mierda. El profesorado debe canalizar eso, y debemos apoyar al profesorado con una formación adecuada en la gestión de la diversidad. Si no, no sé qué ciudadano del futuro estamos proyectando. Y no sé si los medios tienen parte de responsabilidad, porque no todo vale. Creo que tienen una responsabilidad importante en lo que está pasando. 

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Pablo Fdez. Quintanilla

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