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Una cuidadora de mayores jerezana relata las terribles condiciones laborales que sufre con algunos de sus empleadores. Ha estado dos meses sin descansar cuidando a una señora: "Encima me decía que tenía que estarle agradecida, pero no aguanté porque las ojeras me llegaban al suelo".

Vamos a dejarlo en X. No da más señas, no quiere revelar su identidad. X lleva años dedicándose al servicio doméstico, especialmente al cuidado de personas mayores. Trabaja en las cloacas de la economía: ni cotiza, ni tiene seguro social, ni tiene derecho a nada. Pero necesita el trabajo para sobrevivir. Tiene 40 años, sin hijos, pero con un sobrino a su cargo que vive en su casa, y aunque sigue buscando “sin parar” alguna oferta decente, tiene que conformarse con lo menos precario, lo que menos se parezca a la esclavitud. Acaba de dejar un trabajo en condiciones infrahumanas. “Me he llevado tres años con esta señora, de 82 años, y al principio era algo más normal, pero luego quería que me quedara interna, para lo que me aumentaba en 100 euros los 650 que me daba al mes”, explica.

Lo peor vino luego. Aceptó. Y ahí empezó un infierno que ha llegado a durar dos meses, “hasta que pude, porque ya las ojeras me llegaban al suelo”. El trabajo arrancaba a las diez de la noche, de lunes a domingo -incluidos el resto de festivos-, y no concluía hasta las tres de la tarde del día siguiente. Unas 17 horas de trabajo por apenas 750 euros al mes. O sea, un total de 510 horas a 1,47 euros cada una. Sin descanso, sin días libres. “Encima me decía que tenía que estarle agradecida, que tenía mucha suerte porque tenía trabajo y que ella tenía una lista de gente en espera, extranjeras sobre todo”, relata esta cuidadora que ha contactado con lavozdelsur.es para denunciar las terribles condiciones de un gremio cada vez más numeroso, un ejército formado esencialmente por mujeres sin derecho a nada, ocultas para la sociedad. Esa misma sociedad que en muchos casos censura que haya quien lleve a los mayores a residencias de ancianos mientras paga bajo cuerda salarios de miseria. 

Las estadísticas oficiales señalan que de las más de 700.000 trabajadoras domésticas que residen en España, solo 425.000 están dadas de alta en la Seguridad Social, a pesar de que es obligatorio desde 2012. La realidad es que España sigue sin ratificar un convenio de la Organización Internacional del Trabajo que amplía derechos a las empleadas domésticas. Ni siquiera leyes como las de la Dependencia han ayudado a regularizar una situación alarmante. La norma reconoce el derecho a la baja por enfermedad y al descanso en festivo, pero X no goza de estas ventajas. Son muchísimas más como ella solo en Jerez. "Me caí trabajando, con toda la rodilla muy hinchada, y me dijo que si iba al hospital y me quedaba en mi casa no iba a pagarme esa semana. El tiempo que echara de baja no me lo iba a pagar", recalca.

X estaba para todo: limpiaba, fregaba, la bañaba, la acostaba, "me levantaba 4 o 5 veces en la noche, no descansaba", e incluso le hacía de comer a ella y a sus dos hijas. Es más, "muchas veces tenía hasta que llevarle la comida a casa de sus hijas, no paraba". Eran precisamente las hijas las que le pagaban aquellas semanas interminables. "Ahora estoy algo mejor", asegura. Entra a las nueve y media de la mañana y sale a las ocho de la tarde, de lunes a sábado. "Al menos descanso un día". Todo por 650 euros, diez horas y media de trabajo al día durante seis días a la semana. "Es lo que hay, y solo hacen chantajearte y recordarte la suerte que tienes y la cola de extranjeras que tienen". Esta jerezana mantiene que "está todo más o menos igual, tengo amigas que trabajan por hora por nada y menos; yo estoy harta de mirar y todo está por el estilo. No nos queda otra. No protestar y aguantar con algo más o menos decente". El empleo en el hogar suele escapar al control estatal porque colisiona con el principio de la inviolabilidad del domicilio. Eso hace que trabajos en situación de explotación o directamente esclavitud como los de X sean invisibles salvo cuando mujeres como ellas se atreven a dar el paso y denunciar.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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