Así es una feria en alerta

Las altas temperaturas y una idiosincrasia propia convierten a Córdoba en la primera gran feria del 'verano' extremo. La voluntad vence aquí, por mucho, al calor

Un caballo bebe agua en la Feria de Córdoba.
31 de mayo de 2025 a las 10:42h

Córdoba cierra este sábado 31 de mayo su feria. Una tardía por aquello del calendario lunar, la Semana Santa y el desplazamiento de eventos andaluces que se ha producido. Pero da igual, porque la de Córdoba es una de esas ferias que pueden calificarse de grandes en Andalucía.

Por población, Córdoba y su entorno próximo suman más de 350.000 habitantes. Pero por conexiones directas, Córdoba arremolina a muchos más: Madrid, Málaga y Sevilla están a un paso; Jaén y Granada, a un paseo. Así que tiene mucho esta feria andaluza de lo andaluz actual.

La portada, impresionante, enorme, una inspiración festiva y llena de luces del entorno de la Mezquita Catedral y todo lo que conlleva artísticamente. Una preciosidad. A diferencia de otras ferias, aquí la calle del Infierno no está al fondo, sino en paralelo a las casetas. Tan importante es esa parte lúdica como la hostelera. Una feria accesible, quizás donde más sillas de ruedas se acaban viendo, porque las personas con movilidad reducida tienen en el Arenal un gran aliado.

Con sombrero cordobés por la Feria de Córdoba. SALAS / EFE

El espacio de las casetas es diferente a la Feria de Sevilla o de Jerez y tiene más influencia de la Feria de Málaga. Espacios enormes. No hay seguramente un restaurante en la capital que aspire a tener más metros cuadrados que algunas de las casetas de esta feria. La municipal ocupa el fondo del recinto y cabrían aquí, tirando por lo bajo, cuatro o cinco comuniones y alguna boda de esas de revista. Centenares de sillas. ¿Miles? Párese a contar. No tan grande, pero casi, la caseta de Diputación, en paralelo al río. 

En total, más de 100.000 metros cuadrados para 83 casetas con dos millones de luces. Este año, cuenta con un sistema de inteligencia artificial, un chat de preguntas y respuestas. Y como en muchas ferias este año, una de las preguntas más habituales es si las casetas son privadas.

Un 'selfie' en la portada, parada obligatoria para presumir en redes. SALAS/EFE

Porque no solo visitantes, sino también propios cordobeses, están viendo cómo a menudo se le impide la entrada a las casetas con alguna excusa peregrina. Está prohibido, advierte este chat y el conocimiento popular. Salvo alguna excepción permitida expresamente por el Ayuntamiento, para un tramo concreto, por alguna razón de peso, no se puede impedir el acceso a la caseta a nadie.

Un abanico a modo de visera. SALAS / EFE

Sí hay limitaciones de sentido común, ojo. Porque caminar por la Feria de Córdoba es detectar, especialmente al inicio de la noche, alguna de esas predilectas, de moda, que generan colas. Los nenes son los más habituales en estas colas. 

Alguna vez, también, en casetas de comer. En todas se come, claro, pero algunas tienen esa tendencia a mantenerse sirviendo platos hasta las tantas y en otras tienen tendencia a atenuar luces para adiscotecarse. Forma parte de la idiosincrasia local. A diferencia de Sevilla o Jerez, no trasluce una preocupación sobre identidades perdidas. Claro que el cordobés no quiere que le quiten lo suyo, pero aquí lo que importa es pasarlo bien, tomarse un rebujito con vino dulce, una copita al llegar con un vino de Aragón, encontrarte a tu compadre por el albero -este año, razón de muchas críticas-...

Es una feria que recibe y donde caben las fiestas de fuera. Hace 30 años que llegó el AVE, así que el acento de Madrid está naturalizado. Y por su ubicación en el calendario, en temporada alta de despedidas, es fácil encontrarse en el primer y en el segundo fin de semana los grupitos de camisetas uniformadas.

Un chato de vino dulce al entrar, una tradición.

No tiene Córdoba ningún exceso con el traje. Por una cuestión climática, por supuesto, pero también porque no forma parte de esa identidad. Hay corbatas, pero en los varones lo más habitual es algo cómodo, ropa divertida; y entre quien quizás desea algo diferente, la americana sin corbata. Como bromea el genial Rafalcor -influencer pero también prescriptor de lo cordobés, digamos-, el pantalón claro y la americana o verde o azul es algo así como un ataque de los clones. El traje de gitana sí se ve mucho y es una fecha difícil para portarlo. Mérito. 

Sí puede considerarse, en ese aspecto, que la Feria de Córdoba tiene variedad de ambientes. Uno de fuera diría hasta de tribu urbana, aunque no por ello pensar en una connotación negativa. Nada que ver el ambiente de la caseta de ASPA (Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz) o la del PCE con la del Círculo de la Amistad o Jóvenes Abogados. Mención aparte los partidos: en las del PP (una del partido y a continuación la de Nuevas Generaciones) no hay en la noche reuniones de votantes, sino mucha fiesta; en la del PSOE, ambiente para comer y cenar. Dos concepciones, dos españas, dos córdobas.

Pero más allá de consideraciones para presentarle al de fuera la Feria de Córdoba, varios axiomas que uno que ha pisado muchas ferias (y varias veces la de aquí) puede atreverse a afirmar rotundo. La primera es que aquí lo que prima sobre cualquier cosa es el ambiente, el entorno. Es una feria de pasarlo bien sobre cualquier otra cosa y cualquier otro debate. No siempre es así. La segunda es que a pesar de la dificultad de ser una feria en alerta habitualmente por calor -esta vez, amarilla el viernes y naranja para el sábado-, lo que supone un enorme reto, es de las mejor organizadas.

La fuente tras pasar la portada de la Feria.

El sistema de transporte público por autobús no tiene igual entre las grandes ferias de Andalucía. Y deberían copiarlo. Trece líneas especiales que conectan el Arenal con el resto de la ciudad. Y una enorme explanada que sirve de apeaderos para cada línea. Venta de bonobús en el mismo lugar por el que hay que pasar. Sin líos. Según van llegando los autobuses tras hacer su recorrido, colocan los vehículos según donde lo reclama la demanda.

Y siempre hay un autobús esperando, que se llena pronto, y tiene otro detrás para salir. Funciona como un sistema circulatorio humano que va bombardeando cordobeses hasta los barrios y desde los barrios a la Feria. Líneas diseñadas con cabeza, sin larguísimas esperas, sin confusiones. Seguramente, ni el propio cordobés es consciente de que tiene un tesoro en este transporte, donde hasta la cola de los taxis mantiene el orden. ¿En qué otra feria de las grandes hay algo parecido?

Los apeaderos del autobús urbano, uno de los éxitos de la Feria de Córdoba.

Además, las casetas cuentan con aire acondicionado y en las calles hay muchas fuentes de agua para beber, algo necesario. Parques y espacios diáfanos para descansarse o encontrarse. Sin agobios multitudinarios salvo momentos puntuales, tener una portada tranquila -punto de selfie obligatorio- con una plaza hasta la parte de las casetas con fuente en el centro es un acierto histórico. Hay variedad de espacios para comer o comisquear. La papa asá, la hamburguesa, en el más allá a lo habitual de la gastronomía feriante.

Es todo lo que se hace para que una Feria bajo la amenaza del calor acabe prosperando. Amplísima presencia policial y hasta cabeza con los botellones: si no puedes contra el enemigo, únete a él, y el espacio junto al río donde se practica el rito juvenil de llevarse el alcohol propio antes de pasar a las casetas está organizado y vigilado. Palos numerados desde el puente para encontrarse con unos y con otros. Este año, además, junto a los aparcamientos, un alcoholímetro de pago que sirve para disuadir al que se ha pasado.

Hasta el botellón está bien organizado, con palos numerados en paralelo al río.

En definitiva, de una feria teóricamente complicada a una feria donde primero va lo feriante y luego todo lo demás. No solo grande por población, sino también por su buena organización. 

Sobre el autor

Pablo Fdez. Quintanilla

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