El terrorismo machista ha asesinado en 13 años en España a más mujeres que todas las vidas con las que acabó ETA en más de cuatro décadas. lavozdelsur.es recopila varios testimonios de gaditanas que han sido acosadas.
Cae la noche sobre las calles de la ciudad. Apenas se ve a gente y las pocas personas que aún no han subido a casa se afanan en llegar lo antes posible. No hay nada que pueda generar desconfianza en el trayecto hasta el portal, pero el miedo existe. Saca el teléfono móvil y finge entablar una conversación mientras pasa por delante de un grupo de jóvenes que vuelven de fiesta. Constante actitud de alerta. Salir de noche se ha convertido en una actividad de riesgo para una ingente cantidad de chicas de nuestra sociedad, aunque también ocurre a plena luz del día. “Vas provocando”, “algo habrás hecho” o “estás paranoica” son algunas de las frases que ha oído buena parte de las mujeres que han sufrido algún tipo de percance machista a lo largo de sus vidas. 2017 y sigue ocurriendo. Uno de los eternos problemas de una sociedad en plena decadencia. Nada tiene que ver con religión, clase social o educación. Todos conocemos a mujeres que en algún momento han sido perseguidas, acosadas o que han aguantado toda clase de improperios con la excusa de que “son piropos”.
Los datos asustan. El terrorismo machista ha asesinado en 13 años en España a más mujeres que todas las vidas con las que acabó ETA en más de cuatro décadas. Pequeñas, jóvenes, adultas y ancianas. No importa la edad ni las órdenes de alejamiento que caigan sobre sus agresores, todas son potenciales víctimas a manos de sus ex parejas, padres o hijos. En concreto, son 831 vidas apagadas desde 2005, medio centenar en lo que va de año.
Es el caso, por ejemplo, de Cristina. A ella la intentaron raptar en plena calle. Volvía de alquilar una película y la agarraron del brazo. “Era un hombre alto y tatuado”, y cuenta que su rostro nunca se le olvidará. “Era tremendamente grande y me zarandeaba mientras me decía que yo iba a ser su mujer, que se había enamorado en ese momento”. Una situación que ella no se esperaba vivir, y menos con los 13 años con los que contaba por aquel entonces. “Me bloqueé, pero cuando empezó a tirar de mí para llevarme a su casa empecé a gritar como una loca”, recuerda. Aquello sirvió y un hombre salió de un bar cercano “gritándole que me soltara, que qué estaba haciendo conmigo”. El agresor salió huyendo y aquel hombre, al que aún le agradece el gesto, cogió lo primero que encontró a mano y salió tras él.
Se lo volvió a encontrar con el tiempo. Recuerda que “era colombiano” y que, pese a las denuncias, nunca tuvo constancia de que lo encontrara la policía. “Era una calle oscura pero yo ya había crecido y esta vez sí iba preparada”. En aquellos tiempos, Cristina estaba comenzando a salir de nuevo sola a la calle. Uno de esos días ocurrió. “Empezó a decirme todo lo que hacía con mis amigos, pero ni siquiera quise escucharlo, le pegué un golpe y me fui corriendo a casa”. Probablemente, la acción más valiente de su vida.
También es el caso —y solo es otro ejemplo de los miles que hay— de Rocío. Ella, que nunca ha llegado al extremo de denunciar, se ha sentido acosada en más de una ocasión andando por la calle, tanto de día como de noche. “Muchas veces me doy cuenta que un hombre va a girar por una calle y, al verme, hace el amago y coge el mismo camino que yo”, cuenta. Es una experiencia por la que pasan a diario muchas mujeres en España, sus propias amigas también se han visto en esa situación y reconoce que “muchas veces nos llamamos cuando volvemos solas de fiesta”. Le sucede a menudo, “sobre todo cuando vuelvo de fiesta”. Recita nombres de amigas a las que también les ha pasado. Son tantas que ni siquiera necesita pensar. Inma, Victoria, Maite… Chicas normales que llegan a sentir miedo cuando pasean solas por la calle a tenor de lo que ocurre con una alarmante frecuencia en el país en el que viven.
Cristina y Rocío son dos jóvenes gaditanas. Pero también podrían ser Ana Orantes. O Laura del Hoyo. Y es que mientras se dedican minutos de silencio y no se implementan soluciones para acabar realmente con la lacra del maltrato, las mujeres continúan muriendo víctimas de un machismo que debería haber sido erradicado hace siglos. Hasta que no se logre, tendrán que seguir fingiendo conversaciones telefónicas cuando ven a un grupo de hombres. Pidiendo que alguien las acompañe. En constante actitud de alerta.
Comentarios