El Carnaval silenciado

Hablamos con el historiador Santiago Moreno, quien ha guionizado el documental 'Murieron cantando' sobre la represión que vivió la fiesta en Cádiz después del golpe del 36.

El historiador Santiago Moreno. FOTO: ESTEFANÍA ESCORIZA.
El historiador Santiago Moreno. FOTO: ESTEFANÍA ESCORIZA.

Cádiz, la tierra que canta desde la raíz. Una tierra regada con la sangre de las letras y las coplas. Censura a flor de hiel, escondites con los ojos abiertos, balas perdidas y la crítica siempre en la garganta. Vidas que se les fueron por la boca. Durante la II República se produce una eclosión, una edad de oro del Carnaval como fiesta irreverente, al que se añade una dosis de compromiso social. Nos habla del tema el historiador Santiago Moreno, quien acaba de estrenar, junto a la Diputación de Cádiz, el documental Murieron cantando. El relato es hilvanado por una voz en off que simula ser la de Pedro González Baone, componente de la murga de extramuros que salvó la vida milagrosamente. Un total de cinco historias que se van completando gracias a los testimonios de familiares de autores, directores y componentes que pasaron por la represión, hasta conformar un homenaje a todos los carnavaleros que sufrieron décadas de silencio y olvido.

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Tras el golpe del 18 de julio se produce una reacción contra el Carnaval y también contra el cante. Según Santiago Moreno, parte de los componentes de las agrupaciones sufrió algún tipo de represalias. La mayoría tuvieron lugar durante el “terror caliente”, es decir, en los primeros meses tras el 18 de julio de 1936. Algunos casos de asesinatos fueron el de Guillermo Crespillo Lavié, director de la murga de San José, que sacó Frailazo y sus tragabuches, Manuel Peña Warleta, componente de la misma, José Quintana, el cenetista José María García o Manuel Macías Rete, hermano del famoso carnavalero José. El documental Murieron cantando se centra en cinco historias concretas, aunque "podrían haber sido muchas más. Una vez que empiezas a indagar el tema es un laberinto".

Tras el golpe del 18 de julio se produce una reacción contra el Carnaval y también contra el cante.

Con la Restauración Borbónica, aparece la censura a las agrupaciones, dentro del tira y afloja que siempre mantuvo el Carnaval con el poder. Sin embargo, "en los años de la II República, para el Carnaval hubo una libertad que no había conocido en décadas", señala Moreno. La fiesta nació libre, las agrupaciones salían a la calle y cantaban hasta que llegaron a molestar. "Es entonces cuando se implanta una censura, algo que casa con la Restauración Borbónica". Para ver un periodo de libertad similar al de la II República hay que irse a mediados del siglo XIX. Los años de Primo de Rivera son de mucha prohibición para el Carnaval, sobre todo los previos a la República. "Es la etapa de Ramón de Carranza, a quien el Carnaval no le gustaba nada. La gente de las agrupaciones lo conocían como el tío de la perilla y lo detestaban porque les prohibía el concurso". Durante la República sigue habiendo censura, pero es mucho más liviana que antes.

La Universidad de Cádiz publicará próximamente un libro sobre los años previos a la represión, el Carnaval durante la Segunda República. Al igual que los temas expuestos en el documental, forma parte de la tesis doctoral de Santiago Moreno que se titula El Carnaval silenciado. Golpe de estado, guerra, dictadura y represión en el febrero gaditano (1936-1945). Se va a publicar con todas las letras que se han podido recopilar de la época.

Los pichis musicales, una murga de La Viña

Los pichis musicales fue una murga de 1933 duramente represaliada y fusilaron a varios de sus componentes. "Se trata de un grupo de chavales jóvenes del barrio de La Viña, escrita por Clavaín y Girón, que son dos chavales también muy jóvenes en aquel entonces, y amigos que van a escribir mucho juntos. Van a sobrevivir a la represión y en los años 50 vuelven y juegan un papel muy importante en lo que será el regreso y mantenimiento del Carnaval/Fiestas Típicas". Santiago Moreno confiesa que eligió esta historia porque eran de La Viña, un barrio obrero, algunos eran familiares entre ellos y es uno de esos grupos donde hay bastantes personajes represaliados.

"Se extiende la leyenda de que hubo una agrupación fusilada, y existen varios testimonios donde unos apuntan hacia un lado y otros hacia otro. Y todo se basa en ese tipo de cuestiones, en grupos de amigos que a partir de julio del 36 van viendo cómo van cayendo. Unos se van escondiendo, a otros los meten en la cárcel. ¿Cuál es la idea que va a quedar en el imaginario colectivo? Pues que los han fulminado a todos".

Ricardo Trujillo y la Taberna Nicanor

La historia de Ricardo Trujillo Torres es un claro ejemplo de la represión a personas relacionadas con el Carnaval, sin ideales de izquierdas de por medio. "Se trata de un señor muy mayor, anciano ya para la época, que había sido partícipe de la Murga de Suárez". José Suárez es el principal murguista en esos años, y se hace tan famoso que sus agrupaciones acaban llevando su apellido: Suárez y su orquesta que está medio descompuesta o Suárez y los habitantes del otro mundo. En los años 30 Ricardo Trujillo deja de salir en la murga y comienza a hacer cuartetos, siguiendo la misma tradición que su antecesor y anteponiendo su apellido a los nombres de estas agrupaciones. "Se trataba de una figura muy popular, aunque a día de hoy nadie se acuerde de él", comenta Moreno.

A Trujillo lo apresaron por cantar coplas de Carnaval en la Taberna Nicanor.

"Yo llegué a esta historia cuando realizaba la tesis, hace más de diez años. Fue uno de los primeros casos en los que me centré y di con la documentación que dice que a Trujillo lo meten en la cárcel el 2 de agosto del 36, en la fábrica de torpedos, pero luego lo sacan de allí. Yo presupongo que sale para ser fusilado. Pero me cruzo en mi camino con Kiko Camacho Ortega, que presenta en un congreso de Carnaval un trabajo sobre Trujillo. Y descubrimos que él tiene la parte que me faltaba a mí, que era la versión familiar, y yo tenía la documentación que le faltaba a él". Después de eso, trabajaron juntos hasta descubrir que no fue fusilado, sino que su yerno, José Salvatierra, lo saca y se lo lleva a Alburquerque para salvarle. A Trujillo lo apresaron por cantar coplas de Carnaval en la Taberna Nicanor. El cante en los bares también se empieza a prohibir.

Los frailes, o la chirigota fusilada

El concurso de 1932 se celebra en el Teatro Cómico, hoy Teatro de Títeres de la Tía Norica. "Desde que se conoce en la ciudad que va a salir una agrupación que se llama Frailazo y sus tragabuches, la derecha se descompone. Pemán, Carranza y el resto de personajes de la derecha gaditana tienen su propio periódico, que es La Información. Aquí es donde se palpa una campaña en contra de la murga, con cartas al director donde preguntaban para qué servían los bandos, porque se metían con el clero y no hacían nada". Y tanto que no hicieron nada, ya que Los frailes ganaron un segundo premio. "La presión tuvo que ser tanta que la final no se celebra en el teatro, sino en el patio del Ayuntamiento y al salir les impiden ir disfrazados de frailes a la calle". El sector conservador se impone. Moreno nos cuenta que "para cantar en la calle llevaban el tipo guardado y se lo ponían y se lo quitaban. Además, ponían niños en las esquinas para que avisaran de si venía la guardia".

"Desde que se conoce en la ciudad que va a salir una agrupación que se llama Frailazo y sus tragabuches, la derecha se descompone".

Este grupo sigue saliendo en una u otra de las agrupaciones que había, "todas ellas muy cañeras". La última de ellas es Los enchufistas de un país desconocido, de la que no se conservan fotos. Es del año 1936, y las elecciones prácticamente coinciden con el Carnaval, "pero ellos habían tenido que ensayar y preparar antes, cuando aún gobierna el partido radical de la derecha, la CEDA". Una de las políticas que hicieron en los ayuntamientos, sobre todo a partir de la Revolución de Asturias, fue quitar a todo el mundo que había sido elegido democráticamente en las elecciones del 31 para poner en los puestos a los suyos. "Aunque no haya datos que lo contrasten, para mí Los enchufistas de un país desconocidos se referían a estos políticos de derechas", añade Moreno.

A partir de julio del 36 los integrantes de esta agrupación comienzan a desaparecer. No todos fueron represaliados. "Conforme pasa el tiempo voy encontrando a más descendientes y es cuando empiezan a aparecer las historias que no recogen los documentos. Al hablar con los familiares descubrimos que no fueron represaliados porque se escondieron". Una de las historias que no salen en el documental y que nos cuenta el historiador es la de Rafael Luna. "Su hijo Ramiro nos contó que su padre se escondió en alta mar, a la altura de Torregorda, y se llevó allí dos meses. De vez en cuando se acercaba a tierra, la mujer le daba algo de comida y se volvía. Así fue como consiguió salvarse".

Juan Ragel, el autor desaparecido

En el resto de historias se suele hablar de directores o componentes de agrupaciones. En este caso nos centramos en Juan Ragel, un autor desaparecido. Moreno apunta que puede ser que este esté en la fosa del cementerio que se va a comenzar a exhumar en los próximos meses. "Se trata de un chaval que comienza a escribir en 1933 y hasta 1936 saca unas cinco agrupaciones. Sus letras tienen un peso político muy importante, cercanas al anarquismo, aunque no le hayamos encontrado vinculación política". A Juan lo detienen en agosto y el 31 de diciembre de 1936 lo sacan de la Cárcel Vieja y desaparece su pista. Hasta el día de hoy.

Los vendedores de agua y el Frente Popular

Esta agrupación de Antonio Girón salió en 1936. Llevaban un pasodoble muy revelador que celebraba el triunfo de la izquierda con el Frente Popular. "Esta letra no aparece en el libreto, porque las elecciones se celebraron durante el Carnaval. Por lo tanto, Girón debió escribir la copla después de que el Frente Popular saliera victorioso, a los pocos días". De esta agrupación existe una fotografía donde aparecen con el puño en alto. "A muchos los fusilarían, pero otros, como Paco Patrón, se salvaron. Este será el primer director de las chirigotas de Paco Alba", cuenta Moreno.

Pero es curiosa la figura del director de esta murga, que es quien aparece en el centro de la fotografía con el puño en alto. "Rafael Fernández, al que no se le encuentra represión ninguna durante años excepto que el Tribunal de Responsabilidades Políticas lo investiga, pero se libra. Mientras hacíamos el documental apareció el hijo que nos cuenta cómo se fueron trasladando por varias zonas de la ciudad huyendo, hasta que terminaron viviendo detrás de la Iglesia del Carmen. En realidad, sí que fueron a buscarle, pero un compañero del trabajo, que era falangista, intercedió por él".

Eran jóvenes, de familias y barrios obreros, en su mayoría comprometidos con un ideal político, y los autores mostraban intereses culturales a pesar de sus orígenes humildes. Acallaron sus voces de golpe, literalmente, y fueron perseguidos durante años. "El documental tiene dos finalidades. Una es que se conozcan estas historias olvidadas para muchos, y la segunda es que si lo ven las nuevas generaciones de comparsistas se den cuenta de donde viene todo esto", concluye Santiago Moreno.

Sobre el autor:

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Estefanía Escoriza

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