'Yo vivo donde tú veraneas': de orgulloso lema de camiseta a difícil realidad que dura cada vez más en Cádiz

Vecinos del centro de Cádiz relatan molestias, ventajas y trucos para sobrellevar julio y agosto en un destino turístico disparado: "Cada día parece sábado de carnaval, no se puede andar y todo está a rebosar"

Visitantes disfrutan del atardecer este jueves en el paseo Fernando Quiñones de La Caleta.
01 de agosto de 2025 a las 20:47h
Actualizado a 05 de agosto de 2025 a las 00:10h

Hace año y cuarto, durante la retransmisión de un partido del Cádiz Club de Fútbol como visitante, se hizo conocida, viral de virus, la camiseta que llevaba un aficionado cadista en la grada junto a otros de amarillo. Podía leerse con letras grandes yo vivo donde tú veraneas.

El mensaje corrió como leyenda impresa del orgullo local. Mi ciudad es tan guapa que tú sueñas con gozarla en tus mejores días del año, sería la traducción más generosa y chovinista. Sin embargo, como toda idea humana escrita, tiene infinitas lecturas.

La calle Compañía, este martes, llena a mediodía. La actriz candidata al Oscar en la última edición, Karla Sofía Gascón, a la izquierda con gorra negra y camiseta blanca.  MANU GARCÍA

Otra –la más ceniza entre muchas intermedias– puede ser que "tú vienes unos días a una ciudad que te da igual y yo tengo que soportar los efectos de tu presencia", por no entrar en otros factores como que el visitante siempre suele tener, como media, mayor poder adquisitivo que el visitado, en cualquier lugar del mundo.

Con el número de estancias efímeras –cruceristas de apenas seis horas– y prolongadas –semana, quincena o mes– más alto que la ciudad de Cádiz haya conocido nunca, su papel como destino turístico preferente para el mercado nacional está ya fuera de toda duda.

Aparcamiento de Canalejas, "completo" y con cola antes de las 13 horas este martes.  MANU GARCÍA

Los dos partidos políticos en la oposición municipal, PSOE y Adelante Izquierda Gaditana (AIG), alertaban en la última semana de junio de que las molestias derivadas del incremento de población –por más que flotante y efímero– son cada vez mayores, empiezan antes y acaban más tarde.

Antes de la pandemia, frontera temporal entre el crecimiento turístico y el boom hedonista del ubicuo lleno permanente, las aglomeraciones eran propias de algunas semanas de agosto, algunas vísperas por Navidad, varios días de carnaval y Semana Santa o algún puente festivo aislado.

Desde 2022, cuando todos los hosteleros admiten un desbordamiento de los desplazamientos y las visitas casi en cualquier lugar, las temporadas altas y bajas se difuminan. El verano "fuerte" empieza a mediados de junio y no se va hasta que termina septiembre.

Tasas públicas y avisos políticos

Casi cualquier fin de semana, incluido invierno, cuesta encontrar hueco en bares y restaurantes, en aparcamientos y convocatorias culturales o musicales. La temporada de cruceros, por mencionar un elemento clave, es más intensa en primavera y otoño. La suma de todas las piezas arroja cifras nunca conocidas pero julio y agosto aún marcan la cumbre.

La petición de la tasa turística por parte de AIG tiene ese origen: sufragar con un mínimo pago por persona-noche el incremento de gasto en servicios esenciales que provocan cada vez más viajeros en limpieza, seguridad, movilidad y transporte. Cientos de ciudades de todo el mundo la aplican hace años.

Su primer concejal, David de la Cruz, alertaba además de que la ciudad "está más sucia y obviamente, las aglomeraciones no ayudan". A los problemas domésticos de hábitos e higiene se suma un fenómeno mundial con notable intensidad local.

Óscar Torres, portavoz socialista, advertía ante la celebración de los primeros grandes conciertos del verano, cuando apenas había comenzado la estación climatológica, de la imprevisión municipal ante "el caos de tráfico" que cada vez se registra en más jornadas, veladas, cada temporada estival.

Baluarte de los Mártires, con el busto de Paco Alba y turistas en busca del atardecer.  MANU GARCÍA

El impacto es indiscutible. El conflicto existe. Que suponga beneficios económicos insustituibles en forma de alojamientos y hostelería entre otros servicios -también en impuestos indirectos y sector cultural- es innegable. Que aporta crecientes molestias, incomodidades y malestar a vecinos de las zonas más visitadas, también.

El testimonio de una quincena de habitantes del casco antiguo y de representantes vecinales lo deja bien claro. Quizás habría que replantearse el lema de la camiseta, darle la vuelta, a modo de ruego: "Recuerda, yo vivo donde tú veraneas".

Un farmacéutico de circuito más comercial y turístico de Cádiz resume con tino: "Simplemente, es como si cada día, del 20 de junio al 20 de septiembre, fuera sábado de carnaval. Las calles tienen ese mismo aspecto, los negocios están igual que en el sábado de carnaval. Menos por el descontrol nocturno, el resto es igual".

Magdalena E. F. es funcionaria municipal y madre, residente en una de las calles históricas del casco antiguo. Como trabajadora pública prefiere guardar su identidad completa: "Sobre todo cuando coinciden los cruceros con los turistas de verano, que en verano pasa casi todos los días, la situación es un poco agobiante".

"Textualmente, no se puede caminar por algunas calles, te tienes que parar a esperar que se disuelva el grupo, pedir permiso. Es así, todos los días. Ellos van tan tranquilos y tú vas o vuelves a casa de trabajar, con cierta prisa, son ritmos distintos, es lógico. Cuando yo viajo, imagino que se invierten los papeles".

Llegada a la plaza de Las Flores (Topete) abarrotada de público a primera hora.  MANU GARCÍA

Lucía D. G. también es madre y, en este caso profesora, vive en la calle de La Palma, en La Viña, epicentro de la aglomeración turística: "Yo tengo que esquivar mesas y sillas para entrar y salir de mi casa. Es así cada fin de semana, cada puente o fiesta más larga pero en verano, claro, es peor. Todos los días, sin falta. Ni los lunes".

"Lo que peor llevo es el aparcamiento. Hay turistas nacionales con mucho morro. Se han dado cuenta de que la multa por aparcar en zona verde [exclusiva de residentes] es más barata que un día entero en el aparcamiento, así que aparcan tranquilamente, por la cara. Ya he visto diez o doce casos que, además, lo hacen varios días. Lo he hablado con mis vecinos".

Carmen F. G. es encargada de un supermercado céntrico. Por su edad, 40 años, y con una hija, representa a los que temen el impacto en la vivienda: "Pasear es una odisea, esa Alameda da gloria en octubre y ahora parece que vas a peregrinar a la puesta de sol que han vendido. Yo vivo de alquiler en el centro y nos dicen que no se nos ocurra movernos".

"Yo no me muevo pero si se cuela un guiri con dinero y lo compra, a ver dónde vamos nosotros. Cádiz no es lo que era. Nos están echando. Aguantamos el tirón algunos que nos negamos o no podemos irnos a la provincia. Es muy complicado vivir en una ciudad turística sin límites".

Montse Fernández, empleada de Justicia, visita a sus padres a diario en el casco antiguo y coincide en que "las tardes, sobre todo, son molestas. Cuesta llegar de un sitio a otro, taponan las esquinas y como quieras tomar un café con tu familia, olvídate, no hay ni un sitio".

Un crucerista británico toma un helado ataviado con la camiseta de Lamine Yamal.  MANU GARCÍA

A estas situaciones, añade otras como vecina de Extramuros, de un edificio en el Paseo Marítimo: "En mi bloque se duplica la población, casi todos son sevillanos y madrileños que tienen casa y sólo vienen de veraneo. Llegan todos en estos dos meses y la frutería, la farmacia, los supermercados, todo, está a rebosar".

La gaditana celebra esa parte pero lamenta un leve choque cultural: "Me da coraje cuando te los cruzas en el ascensor, en el garaje y les das los buenos días. Te miran como si fueras extraterrestre y casi nunca te responden. Será que en las ciudades grandes no se dan los buenos días y las buenas tardes".

"Lo que peor llevo es aparcar. Hay turistas nacionales con mucho morro y se han dado cuenta de que pagar la multa por dejar el coche en zona verde, de residentes, es más barato que un día de párking"

Incluso, con tono chirigotero, destaca una anécdota recurrente: "Una vez por semana, por lo menos, les tengo que coger el bolso y las chanclas a algunos que se van a bañar y dejan las cosas pegadas al agua. No terminan de enterarse de que el mar se mueve, que la marea sube", relata entre risas.

Al margen de las bromas para relativizar la situación, Marisa Campos es vecina del casco antiguo y, además, dirigente vecinal de la asociación Cádiz Centro. Asegura que el impacto en la vida cotidiana de los gaditanos es cada vez más alto.

"Sólo hay que tener en cuenta que cada gestión diaria mínima, de comprar el pan a medicinas, supone el doble, el triple del tiempo, tanto en el camino como en el establecimiento".

Paseo Fernando Quiñones con el castillo de San Sebastián al fondo, este jueves.  MANU GARCÍA

Alerta de un fenómeno desconocido que afecta a un grupo de residentes vulnerable que apenas se tiene en cuenta: "Las personas sin hogar se pasan julio y agosto a base de bocadillos. Los comedores y centros de asistencia cierran con la excusa de que algunos visitantes desaprensivos se aprovechan de ellos para comer gratis".

"Los trabajadores de estos recintos también tienen derecho a descanso y vacaciones, sólo faltaría, pero habría que buscar mecanismos para que no cierren, organizarnos de otra manera para no abandonarlos. Ellos son vecinos como los demás, quizás los que más nos necesitan".

Carmen Gómez, diseñadora, tiene un peculiar pasado reciente como "encargada de pisos turísticos en el centro de Cádiz". Según su experiencia "estos apartamentos están detrás de la explosión turística aquí y en toda España, en medio mundo, eso es evidente".

Un grupo de jóvenes arrastra sus 'trolleys' este martes en la calle Lázaro Dou.  MANU GARCÍA

Como conclusión, sorprendente, asegura que "después de trabajar dos años con pisos turísticos, por detalles que prefiero reservarme, intento viajar sólo a hoteles, más o menos caros, más o menos buenos, mejor o peor situados pero siempre hotel, nunca apartamento turístico".

"Mi experiencia es que el público se comporta de manera muy distinta en un piso turístico que en un hotel. En un apartamento hace cosas que nunca haría en un hotel. Yo me he encontrado hasta pesas olvidadas al revisar el piso cuando habían salido".

"De los juguetes sexuales o ropa erótica mejor ni hablamos, dan para un libro. Es como si se relajaran en exceso y perdieran el pudor, como si entendieran que es su casa por tres días y nadie va a verla después. En una habitación hotelera, estoy segura, no son tan descuidados".

"Mi experiencia es que el público se comporta de manera muy distinta en un piso turístico que en un hotel, como si perdiera el pudor. Me he encontrado olvidadas hasta pesas. De juguetes sexuales y ropa erótica ni hablamos, da para un libro"

Al oír a los que viven cada día el impacto de la moda turística de Cádiz se aprenden términos nuevos. Por ejemplo, los visitantes españoles, inmensa mayoría, son llamados "mesetarios" o "mesetarians", así vengan de Jerez, Sevilla, Burgos, León, Tarragona o Bilbao. 

Todo el que sea de interior o de más al Norte (40 kilómetros bastan) ya recibe ese apelativo que suena más o menos peyorativo según quién lo pronuncie. Son ellos -más que el visitante internacional- los que multiplican la población de la ciudad por tres durante julio y agosto, para jolgorio del comercio y todo el sector servicios, para impaciencia de algunos lugareños.

'Antiturismofóbica'

Isabel G. G. es sanitaria en Cádiz, madre de dos hijos: "Soy beduína [nacida en Extramuros] pero ya van cerca de 20 años en el casco antiguo. En Santa María, casi tocando San Juan de Dios. Afortunadamente mi trabajo, la familia y algunos amigos viven en la parte nueva de Cádiz, en Puertatierra".

"Digo afortunadamente porque a veces me da la sensación de vivir un poco encerrada en el casco antiguo, así que agradezco trabajar o visitar a mi madre fuera de esa especie de isla. Para ocio y restauración cada vez busco más sitios fuera del centro. No tanto por precio o calidad como por estar tranquila. Pero reconozco que soy partícipe también del problema".

"Me parece hipócrita quejarme de lo que pasa en mi ciudad cuando yo hago lo mismo en otra. Parece que ahora hay un poco de tendencia a que te dé coraje todo el de fuera. No puede ser"

"En un par de semanas me voy a ir a una ciudad europea, me he alquilado un apartamento allí y voy a ser una de las que no dejan caminar a los que viven en esa ciudad o de las que va a llenar los sitios típicos, así que me parece un poco hipócrita quejarme de lo que pasa en mi ciudad cuando yo hago lo mismo en otra". 

"Es una cuestión de civismo y educación. No podemos evitar que la gente quiera conocer tu ciudad y disfrutarla como tú quieres disfrutar la suya pero siempre teniendo en cuenta que, si vas a un apartamento, hay otros vecinos a los que no molestar, comportarte en la calle como harías en tu ciudad".

Además de evitar la hipocresía, es partidaria de dramatizar poco: "Los que llevamos muchos años aquí le buscamos las vueltas, sabemos qué calle coger para llegar o el bar al que aún no va mucha gente. Y el casco antiguo sigue bonito a rabiar. Aún se vive bien. Yo conservo mi supermercado de barrio, costurera, zapatero. Cuando esas cosas desaparezcan...".

"Parece que ahora existe una tendencia a que te dé un poco de coraje todo el de fuera. No puede ser. Cuando alguien de fuera me pregunta por una dirección o una recomendación, me desvivo porque es como me gustaría que tratasen a mí, en Londres o en Aracena".

Paseos y balaustradas de La Caleta se convierten en tribunas para ver el ocaso.  MANU GARCÍA

"Es gente que viene a divertirse y a relajarse, como hacemos nosotros cuando viajamos. A mí no me cabrean en absoluto aunque es evidente que provocan alguna molestia, claro. Todos las causamos cuando nos juntamos. El atasco de todas las tardes por el Campo del Sur y La Caleta, para ver el atardecer es un clásico", detalla Ramón Vélez.

El ocaso caletero es una gran atracción que además de provocar algún aplauso –para mayor extrañeza de los locales– llena cada tarde distintos parajes: paseo Fernando Quiñones, baluarte de Los Mártires, los entornos de los castillos de San Sebastián y Santa Catalina, paseo Antonio Burgos.

Es inseparable, de ese fenómeno, el aparcamiento. Muchos van en coche, propio o alquilado, y necesitan dejarlo cerca. El lleno, con colas, en Valcárcel y Campo de las Balas es crónico, diario y, especialmente, vespertino.

Las terrazas, como en la plaza de la Catedral, se llenan del desayuno a la cena.  MANU GARCÍA

Durante el resto de la jornada, desde el verano de 2022, sin excepción, también es habitual ver el cartel de "completo" en los aparcamientos subterráneos de Emasa, tanto Canalejas como Campo del Sur.

"Venir a trabajar en coche es un horror en estos meses. A mí no me gusta coger vacaciones en julio ni en agosto pero a veces me lo planteo porque en Cádiz se está regular en ese tiempo. Cada vez es un poco peor y dura un poquito más".

El desplazamiento y el aparcamiento

"Cojo moto, o autobús, o cercanías pero ir en coche es garantía de llegar tarde, volver tarde, meterte en atascos, es un rollo en estos meses", asegura Juan Antonio, funcionario de la Diputación Provincial.

"Los pocos días que vengo en coche lo aparco en la punta de San Felipe, muy al fondo, al final hago casi un kilómetro de ida y otro de vuelta para cogerlo", detalla su amigo Santiago, trabajador de hostelería en un bar del entorno de la plaza de España.

Isabel Ferrán vive en otro entorno muy complicado, "a 50 metros de la calle Plocia, en Santa María". Esta vía es un enjambre de mesas, terrazas y paseos de mediodía a medianoche todas las jornadas de julio y agosto.

Los gaditanos que quieren tomar algo tranquilos estos días tienen trucos: "Alejarse del centro y del Paseo Marítimo, por el soterramiento, Loreto y Astilleros hay muchos sitios estupendos. Esos hosteleros también son hijos de Dios"

Más allá de algún episodio de ruidos a deshoras y fiestas juveniles (o maduras), que todos los participantes mencionan como algo anecdótico, bastante infrecuente, el mayor choque de la población gaditana de edad joven o media se produce cuando los de la ciudad quieren disfrutar de tomar algo en la calle, en sus calles.

"Mis amigos que tienen bares o trabajan en hostelería coinciden en que este año no hay tanto llenazo, dicen que se puede encontrar alguna mesa, algún hueco, aunque a determinadas horas, en determinados sitios es imposible", asegura Beatriz.

Joaquín Valero, prejubilado de banca, aporta una técnica infalible para poder tomar algo con calma en julio y agosto en Cádiz: "Yo vivo cerca de la plaza de San Juan de Dios, Pelota y toda esa parte. Ahí es imposible, así que cuando quedo con alguien o salgo con mi familia me voy a Puertatierra".

"La clave es alejarse del centro y del Paseo Marítimo pero alrededor de la avenida del soterramiento, en la barriada España, Astilleros, barriada de La Paz, en Loreto y Puntales hay muchos sitios estupendos para disfrutar durante estos meses".

"Lo de que me suban el precio de algo en un bar en verano no lo tolero. No entro más. Me están diciendo que no me quieren como cliente, que prefieren al turista"

"Aunque también tienen más gente estos días y llega algún turista, no tiene nada que ver con Cádiz-Cádiz. Esos hosteleros también tienen hijos y madres, también son criaturas de Dios, merecen clientela y ahora ofrecen mejor servicio", dice entre sonrisas.

Isabel tiene una línea roja que comparte con algunos gaditanos o residentes permanentes: "Eso de que me suban el precio, para ponerlo al nivel guiri o mesetarian, no lo tolero. Como note que en un sitio me cobran más en julio y agosto que en marzo o en diciembre, no entro más".

"Los que hacen eso me están demostrando que no me quieren como cliente, que prefieren al turista. Muy bien, están en su derecho. Yo lo acepto pero no vuelvo a entrar".

¿Cómo lo llevan las mujeres mayores?

La ciudad de Cádiz, como algunas otras en Andalucía y España, declaró hace algunos años la alerta por envejecimiento. La edad media de su población crece sin cesar impulsada por la combinación de mayor esperanza de vida (aunque la gaditana es de las más bajas, o menos altas, a nivel nacional) y el enorme descenso de nacimientos. El resultado conocido es que el bloque de mayores de 60 años cada vez tiene un porcentaje creciente, casi galopante, en el padrón local.

Los mayores, los pensionistas o los ancianos, como quiera denominarlos cada cual, son mayoría y subiendo. El número de mujeres en ese tramo demográfico, por estadística oficial, es notablemente mayor que el de hombres. El impacto del turismo masivo, incluso "agresivo" según Marisa Campos, es duro entre este sector de población. Hechos tan simples como caminar con un andador, con bastón y muletas o en silla de ruedas se complican de forma extraordinaria durante más de diez horas cada día de julio y agosto en el casco antiguo.

"Es que no se pueden desplazar por calles. Sencillamente no pueden. Están absolutamente colapsadas. Esa es la realidad. Si tardan normalmente 20 minutos en hacer una compra diaria, ese tiempo se multiplica en estos meses. Muchos mayores no pueden salir", destaca la dirigente vecinal que, además, resalta que el mayor número de turistas y la población de más edad coinciden exactamente en el mismo espacio geográfico: el pequeño casco antiguo.

Sobre el autor

José Landi

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