Uno de los mayores fracasos en la historia de la gestión deportiva. Así de contundente resulta el proyecto de Superliga que Florentino Pérez ha puesto en marcha y que pasó de órdago a las altas instituciones del fútbol a un ridículo espantoso. En la tarde del martes eran los seis clubes ingleses los que se descolgaban de un acuerdo que se suponía blindado: Manchester City, United, Tottenham, Chelsea, Liverpool y Arsenal lo dejaban pidiendo perdón a los aficionados. De una tacada, la mitad de los clubes fundadores de la Superliga.
Este miércoles han sido dos más: el Inter de Milán y el Atlético de Madrid. Como ocurrió con las direcciones de los clubes ingleses, les tocará incluso pedir perdón a los aficionados. Quedan el Milan, la Juventus, el Real Madrid y el FC Barcelona. Cuatro de 12 en apenas 72 horas, lo que parece más un cuadrangular de verano que una Superliga. En el fondo, las declaraciones de Florentino Pérez en El Chiringuito este lunes, que en cuatro años estarían todos arruinados.
Sin embargo, la clave la daban clubes de clase media alta, como el Valencia o el Sevilla, habituales en Europa, que explicaban que una liga cerrada a unos pocos iba en contra del espíritu de la competición deportiva, y que si había unos responsables de que el fútbol de élite fuera insostenible eran precisamente los que se emancipaban de la Champions League y de las ligas nacionales, en una burbuja que implica que por un contrato se pagasen cláusulas de rescisión de cientos de millones de euros. En la terna de estrellas de un club puntero se acaban pagando miles de millones de euros entre traspasos y salarios durante varios años.
El egoísmo de la clase alta implicaría que imágenes como las de este miércoles, la visita del Real Madrid al estadio Carranza, no se produciría. El Cádiz no tendría opciones de jugar la Champions, algo que parece surrealista en un día como este, pero en vista de que el Málaga estuvo cerca de meterse en semifinales del mejor torneo de fútbol del mundo, o de que el Granada ha hecho un enorme papel en la Europa League, amén de los éxitos de los últimos años del Sevilla, principalmente, pero con presencia también del Real Betis, significaría que si se cierra esa opción a los clubes andaluces no habrá posibilidad de que los equipos sigan creciendo.
Que el fútbol es un negocio no sorprende a nadie. Pero los clubes están recapacitando porque sabe que sin sus aficionados, que son en último término sus clientes, no son más que un puñado de deportistas con una camiseta puesta. El sistema ni siquiera se parece al de la NBA, donde no hay descensos como en Europa, porque allí son 30 franquicias, no entidades 100% privadas, sino con participación de la NBA en todas sus decisiones. Y ser más rico no garantiza resultados, pues el sistema de fichajes está pensado para mantener un cierto equilibrio. No hay equipos con más de tres estrellas por limitaciones de diversa índole, como el máximo que se puede pagar por una plantilla a final de curso. Y los futuros messis y ronaldos acaban en un equipo o en otro por un sorteo que premia a los que han hecho peor temporada el curso anterior. Nada parecido a imponerse a base de billetes.
Esta Superliga, con esta nueva salida, está condenada. La pregunta es dónde queda Florentino Pérez, que iba a ser el presidente de la Superliga. La apuesta fue grande cuando hicieron el lunes un comunicado conjunto. La UEFA, la FIFA, las federaciones y las ligas han hecho lo posible para impedirlo. Pero con lo que no contaban los presidentes era con el rechazo unánime del mundo del fútbol, incluyendo a futbolistas de renombre. Con poco que el Cádiz se mueva con arte este verano, el cartel del Trofeo Carranza puede acabar siendo tan interesante y hasta más divertido que esa Superliga de cuatro.
Comentarios