Hace tan solo una semana se celebraba en Arabia Saudí, rodeada de todo lujo y sin faltar ningún detalle, la Supercopa de España de fútbol masculino. El FC Barcelona recogía al calor de los petrodólares su título de campeón de una competición de la que presumía la RFEF, la organizadora de la misma y la encargada de llevársela fuera de España.
Siete días después, la Supercopa de fútbol femenino se ha disputado en Mérida, con una celebración final que ha sonrojado al mundo del deporte. El FC Barcelona se ha vuelto a proclamar campeón (ha vencido 0-3 a la Real Sociedad), pero en esta ocasión han sido las propias jugadoras las que han tenido que recoger ellas mismas las medallas. Está claro que a Luis Rubiales, presidente de la RFEF, que estaba en el palco, el fútbol femenino no le importa lo mismo que el masculino. Y después venderá el humo de que se está haciendo todo desde el ente federativo por alcanzar la igualdad.
Ya desde la RFEF han intentado excusarse, apuntando a que se sigue el mismo protocolo que en la Copa del Rey masculina, pero se le olvida a la Federación Española de Fútbol que esta es otra competición y que jugadores y jugadoras deberían recibir el mismo trato.
Virginia Torrecilla, internacional española, ha calificado de "vergonzoso" el acto final en el que las jugadoras tenían que recoger de una mesa su medalla.
