Nubes negras en la Federación (otra vez): el Gobierno y la FIFA estudian intervenir para 'salvar' el Mundial

La crisis del fútbol se agravó este viernes cuando el candidato Rocha entró en los juzgados como testigo y salió como investigado

Autoridades en el palco de la pasada final de la Copa del Rey, el último gran evento del fútbol español y la Federación.
Autoridades en el palco de la pasada final de la Copa del Rey, el último gran evento del fútbol español y la Federación.

La salida de Luis Rubiales de la Federación, tras dimitir acosado por la presión mediática del beso no consentido a Jenni Hermoso, y por otras dudas que venían de antes y se han llegado a transformar en una investigación por posible corrupción, no ha estabilizado al organismo rector del fútbol.

Como se sabe, pronto habrá elecciones para elegir presidente. Unas elecciones de mandato corto, porque en 2025 el calendario manda que haya un nuevo relevo. Estas son unas elecciones extraordinarias donde saldrá elegido Pedro Rocha, la opción continuista del rubialismo sin Rubiales. Sin apenas contrincantes de peso -Carlos Herrera no es una opción factible tras apenas lograr algunos avales-, todo estaba cantado para acabar el año con Rocha, mientras otras posibles candidaturas se rearman de cara a las siguientes elecciones, las de ciclo largo, las elecciones ordinarias. Así estaba todo preparado hasta este viernes.

Pedro Rocha acudía como testigo a declarar ante el juzgado por esa investigación al entorno de Rubiales. No había nada contra él, parecía. Pero tras declarar un par de horas, la jueza acabó imputándole. Es poco habitual, aunque no imposible, entrar en los juzgados como testigo y salir como investigado. Su declaración fue fundamental. Un exceso de confianza de Rocha, o una estrategia de la Instrucción, que ha esperado a este momento para ponerle todo sobre la mesa. 

A la salida de los juzgados, se dio una situación rarísima. Mientras se conocía que Rocha ya no era solo testigo, salió de la sede judicial haciendo como el que hablaba por el móvil para no atender a los periodistas. Justo en ese momento le llamaron, revelando, así, que lo de la llamada era una mentira. Un aire cutre, de mal actor.

La imputación de Rocha ha elevado la alarma. Más allá de sus responsabilidades o no -ser investigado no es estar condenado, claro-, genera sospecha y aún más falta de sensación de limpieza en el fútbol español. Esto ha encendido los mecanismos institucionales.

La FIFA, esa misma investigada por cómo se procedió para dar el Mundial a Qatar, es recelosa de que los gobiernos en el mundo entren en su patio. Las federaciones nacionales están inscritas en el organismo mundial, y no quiere bajo ningún concepto que el poder político intervenga directamente sobre ellos. Ya sean democracias o dictaduras, a las federaciones no se les toca. 

La amenaza de la FIFA, si hay intervención, es dejar a la selección y a los equipos fuera de las competiciones internacionales. Un gobierno a veces tolera el hambre, la corrupción... pero dejar a sus ciudadanos sin fútbol es otra cosa. Con todo, el Gobierno cree que esto no debe ir a más. El CSD no echó a Rubiales, aunque tras el beso de Jenni Hermoso, ya comenzó a movilizarse para que la FIFA depusiera a Rubiales. Logró que se le inhabilitara. Fue cuando Rubiales vio que estaba solo y que la FIFA podía acabar echándole cuando dimitió.

El Gobierno no quiere esperar más. Este viernes, el exministro José Manuel Rodríguez Uribes llamó a la FIFA o bien para pedir vía libre a intervenir en la Federación, deponer a Rocha y montar un gobierno de transición interno hacia las siguientes elecciones, o para que sea el propio organismo el que impida al candidato investigado tomar el control.

No ha gustado, por ejemplo, que el candidato oficialista y favorito sea el mismo que dejó en el poder Rubiales, quien ha sido presidente en funciones hasta la semana pasada, y que solo ha dejado de serlo para anunciarse candidato. Pero, ¿por qué las prisas?

Dentro de seis años, el balón rodará en España. El Mundial 2030 se jugará en España, con Portugal y Marruecos como coanfitriones. Igual que este Gobierno, con Rubiales, fue el que logró ese hito casi 50 años después de España 82, puede ser este mismo Ejecutivo el que lo pierda si no se mueve con inteligencia. No ya cambiar la sede, sino decidir cuántos partidos -y cuáles- se juegan en cada país.

España tiene claro que quiere la final en Madrid, y muy probablemente en el Santiago Bernabéu. Quiere repartir sedes por el país -Sevilla, por supuesto, pero también Málaga, y habrá que ver si Barcelona o Bilbao, sedes no habituales del fútbol español-. Esperan también Valencia, incluso Asturias, Galicia...

Si se rompe el equilibrio previsto de sedes (casi todo en España, mucho en Portugal y algo en Marruecos), dejará mal sabor de boca. Marruecos es semifinalista del último mundial, la pasión por el fútbol no para de crecer, y fue clave tener sede en África para que saliera adelante la triple candidatura de 2030. Por eso, porque fue fundamental, y porque fue una alianza instrumental, ahora quiere mucho más y llevarse muchos más partidos, incluyendo semifinales y final del Mundial.

En esos equilibrios, lo que pasó con Rocha este viernes, y lo que pase ahora con la Federación, es fundamental.

Sobre el autor:

Juan Antonio Carrasco

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