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Podremos escurrir el bulto y mirar directamente a políticos y hermandades, pero ello no nos despojará de nuestra repugnante responsabilidad como ciudadanos, muy malos ciudadanos.

El crecimiento de las hermandades de Jerez, su patrimonio y su acción social es inversamente proporcional a la decadencia ciudadana de esta localidad, que parece no encontrar fondo, aunque pueda parecer increíble que así sea. La Semana Santa, desde el punto de vista de que es apreciada, admirada o simplemente visitada por personas de todo pelaje y condición social sin tener porqué profesar la fe cristiana, hay que verla como un acontecimiento y una actividad cultural. Además es muy importante el hecho de que entronca directamente con las vivencias y los recuerdos de toda una vida, mucho más que la Navidad: los olores, sabores, sonidos y el colorido de lo que se ve nos transportan a otra época de nuestra vida, más llena de felicidad y vacía de responsabilidades.

El que dijo que la Semana Santa es la fiesta de los sentidos verdaderamente dio en el clavo. Por ello es un debate estéril plantear su propia existencia, por ello me niego a enarbolar esa bandera de los beneficios y actividad económica que constantemente sacan a pasear muchos cofrades como la excusa perfecta para defenderla. Si algo tiene la Semana Santa, es una antigüedad que la debe mantener ajena del puro negocio: existía antes que aquel y sobreviviría en el caso de desaparecer. La Semana Santa es una manifestación cultural del pueblo a través de las hermandades (no son los turistas los que las sufragan ni son los turistas los que salen de nazarenos, costaleros o los que forman parte de las bandas de música, eso convendría no olvidarlo nunca), por lo que, bajo mi punto de vista, flaco favor le hacen quienes intentan presentarla como un mero producto de consumo y negocio, comenzando por el propio Consejo Directivo de la Unión de Hermandades.

Dicho lo anterior, a lo que iba. Aprovecho la coyuntura de la recién finalizada Semana Santa para realizar una pregunta que podría hacer por las zambombas, feria o fiestas de otoño: ¿de verdad podemos estar satisfechos de nosotros como sociedad, como ciudadanos? Como digo, es una cuestión que ya he abordado en más de una ocasión y seguiré haciéndolo, ya que al asunto hay que darle visibilidad, porque por encima de políticos, técnicos o concesionarias, el problema lo tenemos dentro, en nuestro ADN social. Y es un problemón, posiblemente el peor de cuantos afectan a nuestra ciudad.

"La Semana Santa es un acto especial y masivo, por lo que necesita de unos servicios especiales y masivos y, sobre todo, de unas campañas de concienciación especiales y masivas"

La Semana Santa, como las actividades nombradas anteriormente, es un acto especial y masivo, por lo que necesita de unos servicios especiales y masivos y, sobre todo, de unas campañas de concienciación especiales y masivas. Las imágenes de suciedad, orines y comportamientos incívicos en general van a más con el paso de los años. Y lo peor es que parece que se quiere seguir mirando para otro lado, facilitando la formación de una bola de nieve que cada vez será más incontrolable. Como siempre, los habitantes de Jerez acuden al centro y lo ven como si fuera un simple decorado donde poder actuar impunemente, sin tener la conciencia (ni querer tenerla) de que en los portales donde se mean o en las ventanas donde dejan vasos, latas y cáscaras de todo fruto seco existente vive gente. Son personas que sólo vienen al centro dos veces al año para dejar mierda, pero que luego reniegan del comercio local y se van a los grandes centros comerciales y tienen la desfachatez de aconsejar a los vecinos del centro histórico que se vayan a vivir al campo, la respuesta universal de quien no tiene argumentos para nada.

Quien organiza una actividad es responsable de la misma, para bien o para mal. Por ello la Unión de Hermandades no puede irse de rositas, ya que tiene una responsabilidad directa en todo esto, ya sea por acción u omisión. Denunciamos la suciedad al mismo tiempo que se retiran los contenedores de basura del centro dos semanas antes de la Semana Santa. Denunciamos la inseguridad, pero el Jueves de Pasión se deja a oscuras media calle Francos para que pase una sola hermandad una semana más tarde. Nos quejamos de las molestias de tener palcos afectando a la movilidad del centro durante más de un mes, pero luego no se puede poner ni una simple bolsita de plástico diaria en cada palco para que la gente comience a depositar su basura, al mismo tiempo que va captando la indirecta. No se aprecian gestos por parte de la Unión de Hermandades en este sentido: ni se ponen bolsas en los palcos ni sacan un simple comunicado desmarcándose de ciertos comportamientos, como la oscuridad de Francos. Son cosas que no cuestan nada y ayudan a resolver los problemas que se puedan presentar.

"Nos fijamos en Sevilla para copiar lo que nos interesa, pero que miramos hipócritamente para otro lado cuando no queremos ver ciertas cosas"

Desde la administración tampoco se observan movimientos. Todos hemos visto durante estos días las retransmisiones de la Semana Santa de Sevilla a través de sus televisiones locales. En cada pausa para publicidad, abundantes en estos casos para sufragar una emisión de calidad, se podían ver anuncios de sendas campañas municipales en cuanto a limpieza y uso del transporte público (el famoso anuncio del autobús bailando una marcha con sus mecanismos hidráulicos). Pero no sólo eso: quien sea un poco observador, se habrá dado cuenta de que tras cada paso de palio de una hermandad iba un vehículo de limpieza recogiendo los desperdicios que se hubieran podido depositar en la vía pública.

Se ve que nos fijamos en Sevilla para copiar lo que nos interesa, pero que miramos hipócritamente para otro lado cuando no queremos ver ciertas cosas. Aquí ni se realizan campañas de sensibilización ni se aumentan las papeleras ni se sitúa un equipo de limpieza detrás de cada hermandad, aunque sea una persona cambiando las bolsas de las papeleras del centro cada cierto tiempo. Ni se ponen servicios portátiles ni se los espera uno, mientras todos los servicios de los bares se averían curiosamente al unísono en estas fechas. Aquí se retiran contenedores y se dejan las papeleras a rebosar de un día para otro y se permite el aparcamiento indiscriminado delante de monumentos, taponando puertas de casas u obstruyendo el paso para personas con movilidad reducida o carritos de bebé. Y ya una campaña para potenciar el uso del transporte público es algo así como un cuento de ciencia ficción.

Pero por encima de todo, la responsabilidad es de la sociedad. Son las personas las que tienen en su mano ensuciar lo menos posible y demostrar un mínimo aprecio por su propia ciudad. Imagino que en sus casas tirarán las cáscaras de pipas al suelo de su salón y se irán orinando por cada rincón de su hogar, ya que, quien es cerdo, lo es en todos los ámbitos de su vida. Podremos escurrir el bulto y mirar directamente a políticos y hermandades, que es cierto que tienen en su mano promover acciones destinadas a mejorar la situación, pero ello no nos despojará de nuestra repugnante responsabilidad como ciudadanos, muy malos ciudadanos. Tenemos una Semana Santa cada vez más grande para una sociedad cada vez más mediocre. Todo tiene solución, en tu mano y en la mía se encuentra la posibilidad de encontrarla y hacer de Jerez una ciudad más limpia, sostenible y agradable. Si quieres…

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Jorge Miró

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