Es una cinta fibrosa, tensa como un alambre, con algunos momentos cálidos pero en general cruda y pesimista como gran parte del mejor cine español de los últimos años.

Tarde para la ira (España, 2016); Dirección: Raúl Arévalo. Guión: Raúl Arévalo y David Pulido; Música: Lucio Godoy; Fotografía: Arnau Valls Colomer; Intérpretes: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio, Raúl Jiménez, Font García.

Raúl Arévalo encarnaba en La Isla Minima a uno de los dos detectives de homicidios encargados de investigar la desaparición de unas adolescentes en los arrozales y marismas del Bajo Guadalquivir, un thriller de atmósfera densa y húmeda con mucho color local a pesar de las referencias obvias al pantanoso sur de los Estados Unidos. El contraste entre la violencia desatada y el color local es el soporte argumental de la primera película de Raúl Arévalo como director, Tarde para la ira.

Es una cinta fibrosa, tensa como un alambre, con algunos momentos cálidos pero en general cruda y pesimista como gran parte del mejor cine español de los últimos años: 100 años de perdón, La Isla Mínima, Celda 211, El Niño …etc.

Arévalo pone en pie una historia de venganza con una puesta en escena naturalista casi siempre y ritual a veces, cuya violencia, consustancial al género, contagia al espectador de la ambigüedad moral de los personajes.

El guión del propio Raúl Arévalo compensa un argumento lineal, habitual en una historia de venganza abocada a un final trágico, con algunos otros factores que hacen de ella una película personal y muy interesante: las interpretaciones son excelentes, tanto los protagonistas, Antonio de la Torre, Luis Callejo o Ruth Díaz, como los secundarios. La experiencia del director como actor delante de la cámara sabe ofrecer seguridad a unos intérpretes muy convincentes. Los diálogos son sobrios, veraces y nunca gratuitos. El desvelamiento progresivo de las verdaderas intenciones de los personajes añade complejidad a la trama. 

No es una cinta deslumbrante por su originalidad temática, su espectacularidad técnica o su lenguaje visual, sin embargo consigue incorporar al género, visitado con frecuencia por el western o el cine de samurais japonés, la atmósfera y los acentos locales.  Si en La Isla Mínima, el color local era aportado por la llanura inundable y laberíntica de la desembocadura del gran río, en Tarde para la ira es la planicie mesetaria, el hostal de carretera o los bares del barrio de extrarradio, junto con una banda sonora que recuerda al thriller urbano español de los setenta y ochenta de Eloy de la Iglesia.

Es inevitable pensar en la España profunda, la de Puerto Hurraco y la crónica negra de El Caso, cuando los personajes llegan al pueblo en plena fiesta patronal y buscan a su victima entre los feligreses de la misa dominical. Especialmente bien resuelta está la sencilla celebración de la primera comunión de la niña cargada de tensión dramática y punteada con la voz de la Miguel Poveda.

La violencia es seca, cortante y explicita en el entorno urbano de un gimnasio de barrio (excelente la planificación de esta escena con la cámara al hombro y pegada a la espalda del actor, y la interpretación del secundario Manolo Solo, el “Triana”). Por el contrario se hace ritual, casi de western, en el contexto rural del pueblo, escopeta de caza, cerdos, pocilgas…etc

Tarde para la ira es una muy prometedora opera prima, modesta pero literariamente ambiciosa, con muy buen ritmo narrativo, un guión lineal pero con la dosis necesaria de sorpresa y unas grandes interpretaciones para unos personajes que provocan en el espectador un dilema moral. Los roles de víctima y verdugo no están claros y el espectador se identifica alternadamente con unos u otros.

Para vengar la muerte de su padre el inseguro y sensible Hamlet acaba desatando un baño de sangre. Como el príncipe de Dinamarca los personajes de Tarde para la ira son criaturas de tragedia, los varones son incapaces de huir de un castigo, y las mujeres a duras penas pueden retener los lazos familiares y la cordura. 

Sobre el autor:

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Claudia González Romero

Periodista.

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