“Prefiero ser el pintor número uno de las cosas comunes, que el segundo del arte más elevado”. Diego Velázquez.
Juan Rodríguez de Silva y Gerónima Velázquez se instalaron en una vivienda de la calle de la Gorgoja de Sevilla (hoy calle Padre Luis María Llop) en 1598, donde nació un año después su primer hijo, Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, quien desde muy pequeño empezó a demostrar sus dotes para el arte. El primogénito del matrimonio fue bautizado el mismo día de su nacimiento en la parroquia de San Pedro, cercana a la vivienda familiar, rodeada de estrechas calles en las que el joven Diego pasó su infancia, junto al barrio de la Alfalfa. El colegio de San Hermenegildo, fundado por los jesuitas, formó el carácter del joven Diego, que con 11 años comenzó a experimentar con los pinceles, primero en el taller de Herrera el Viejo y luego con Francisco Pacheco, que le enseñó todo lo que sabía durante seis años antes de que formara parte, oficialmente, del gremio de pintores.Cuando se vio preparado para volar solo, Velázquez abrió su propio taller, cerca del de su maestro, que luego sería su suegro, ya que se casó con su hija, Juana Pacheco, con la que tuvo dos hijas, Francisca e Ignacia. “Después de unos cinco años de estudios e ilustración, le casé con mi hija, movido por sus virtudes, limpieza y sus buenas partes, y así como las muchas esperanzas natural y su gran ingenio”, expuso Pacheco entonces. La vieja friendo huevos, El aguador, La adoración de los Reyes Magos o Cristo en casa de Marta y María son cuadros de esta época, los años previos a su marcha a Madrid, en 1623, para formar parte de la corte de Felipe IV, donde se instaló como pintor de cámara del rey.La vivienda de Sevilla es la única de todas las que habitó Velázquez que sigue en pie. Ni el taller donde aprendió de Francisco Pacheco, ni el Real Alcázar de Madrid donde pintó Las Meninas, ni la iglesia San Juan Bautista donde fue enterrado en 1660, siguen existiendo. La casa de la actual calle Padre Luis María Llop fue habitada por varias familias durante cuatro siglos hasta que, en los 70 del siglo XX, unos empresarios sevillanos, con Javier Guardiola a la cabeza, la convirtieron en la galería de arte M11, antes de que la comprara en 1984 los modistos Victorio y Lucchino, a quien perteneció hasta que en 2018, después de un largo proceso concursal por las deudas contraídas por los creadores, cambió de dueños por última vez.Velázquez no quiere ser menos que Rembrandt, Mozart o Shakespeare
Un grupo de empresarios busca financiación para crear un centro de interpretación dedicado a la vida y obra de uno de los mejores pintores de todos los tiempos en la casa natal del artista sevillano
