Teófilo Azabal Molina, un maestro innovador. En el 89 aniversario de su fusilamiento en Jerez

Detenido por orden del comandante militar de la ciudad Salvador Arizón Mejías tras la sublevación militar que este encabezó en Jerez, fue maestro socialista, inspector de enseñanza primaria y director de la Escuela Carmen Benítez

Una imagen de Teófilo Azabal.
31 de agosto de 2025 a las 09:33h

El pasado 29 de agosto se cumplieron 89 años del fusilamiento en Jerez de Teófilo Azabal Molina, maestro socialista, inspector de enseñanza primaria y director de la “Escuela Carmen Benítez” (Barrio de Santiago) desde 1929 hasta el 18-7-1936 en que fue destituido y detenido por orden del comandante militar de la ciudad Salvador Arizón Mejías tras la sublevación militar que este encabezó en Jerez. Como en otras ocasiones, hoy queremos recordarlo y volver a reivindicar el importante papel que este buen profesional de la enseñanza jugó en la defensa de la escuela pública en Jerez, resaltando su constante preocupación por el mejoramiento de las condiciones de vida de los habitantes del citado barrio a través de la educación  de sus niños entre 1925 y 1936 (1) 

Este año se cumplen además cien años de su llegada a Jerez en octubre de 1925. En esa fecha llegaba a nuestra ciudad procedente de una escuela pública de Madrid un joven y entusiasta maestro de apenas 31 años nacido en Fuentelespino de Haro, un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, acompañado de su esposa, Evencia Pascual Achutegui, y de su hija Matilde, una pequeña de tres años a quien la generosa tierra de Jerez habría de acoger prematuramente a causa de la fatalidad de una grave enfermedad, cuando apenas tenía 14 años. Teófilo había solicitado destino en Jerez por motivos de salud, obteniendo, por permuta, una plaza como maestro de sección en la entonces llamada escuela Graduada de Niños nº 1 “Carmen Benítez”, enclavada en el conocido barrio de Santiago.   

Como ya hemos escrito en otra ocasión en las páginas de este mismo periódico, Teófilo Azabal era ya “maestro” desde su juventud, antes incluso de iniciar formalmente sus estudios de Magisterio, pues ejerció frecuentemente como monitor en las escuelas que servía su padre, también maestro, y desde esa época ya sentía un verdadero cariño por esta profesión, a pesar de los sinsabores y del cortísimo sueldo que por su padre ya sabía que le esperaba si estudiaba esta carrera. 

Esto decía el propio Azabal sobre esta temprana vocación y sobre su vida profesional en la memoria que redactaba en septiembre de 1932 para ser enviada al Tribunal que había de valorar sus méritos como aspirante a ocupar una de las plazas de maestro-inspector recién creadas por la República: “Fui maestro porque sentía, como hoy y como siempre, verdadero cariño a esta profesión. En ella vivo con gusto y no me ha negado satisfacciones, sin duda porque soy parco en ambiciones. Nunca me he arrepentido ni me ha desdorado mi profesión y hasta en las épocas de mayor vilipendio en que muchos han ocultado hasta ser Maestro la he defendido bravamente y he procurado honrarla” (2)

De modo que con apenas 22 años ya había terminado la carrera de Maestro Superior en la Escuela Normal de Cuenca en el año 1914, comenzando a trabajar como maestro interino en 1915 en la escuela graduada del “Hospicio de Madrid” y “Escuela Graduada Juan de Austria”. En 1916 ganó una plaza por oposición  en el turno libre y pasó a trabajar en la “Graduada Modelo Dos de Mayo”, también de Madrid, y luego en el “Grupo Cervantes”.

Durante los casi once años que trabajó en la escuela “Carmen Benítez” y particularmente durante los siete que desempeñó su dirección, Teófilo Azabal peleó sin descanso, junto con otros compañeros, por levantar y mejorar el estado en que había encontrado esta escuela y por acreditar y dignificar su imagen en la ciudad en beneficio de las humildes familias trabajadoras del barrio  y de sus hijos. Así, y por solo mencionar unas de las mejoras introducidas en la escuela, Azabal consiguió que casi una cuarta parte de los alumnos matriculados en 1933 (363 niños) pudieran acudir al comedor escolar, lo que no era poca cosa en una época en la que comer tres veces al día no era algo que se pudiera dar por hecho, sobre todo entre  las familias más humildes del barrio. (3) 

Y lo hizo teniendo que vencer las innumerables campañas orquestadas contra esta escuela por los numerosos y poderosos enemigos que la escuela nacional tenía en Jerez en esos años, sobre todo aquellos procedentes de los diferentes grupos de la derecha política y social local y los patronos, sostenedores y directivas de los colegios regentados por confesiones religiosas. Unos enemigos que nunca llegaron a perdonarle a Teófilo Azabal ni este claro compromiso social con el barrio, su escuela  y su gente ni su rotunda identificación con las reformas que la Segunda República había ido introduciendo desde su llegada en abril de 1931 en el campo de la cultura y de la educación. 

Solo era cuestión de tiempo que el odio acumulado contra este maestro y contra otros como él por estos sectores de la sociedad jerezana de la época se cobrara su deuda. Solo esperaban la ocasión propicia para ello y esta llegó, como sabemos, a partir del 18 de julio de 1936. Para Azabal y para varios centenares de vecinos y vecinas de Jerez había sonado la hora de la venganza y esta fue realmente atroz.

Nada hay en el barrio de Santiago que nos recuerde al maestro Teófilo Azabal Molina (a excepción de las instalaciones de la que fue aquella escuela “Carmen Benítez”, hoy utilizadas como sede de la Peña Flamenca “Luis de la Pica”). Nada hay que recuerde a sus habitantes de hoy la labor de este maestro conquense y de sus compañeros en favor del barrio de Santiago, de su gente y de sus niños durante los años finales del primer tercio del pasado siglo XX. 

Y en contraposición se da la triste paradoja de que sobre los muros exteriores de uno de los principales referentes identitarios patrimoniales del barrio, su iglesia, cuelgue una inscripción recordando, según se dice por “su caridad, prudencia y humildad”, a quien con sus nada cristianos informes de denuncia presentados en enero de 1937 ante la Comisión Provincial Depuradora del Personal del Magisterio habría contribuido a la expulsión definitiva  de este maestro del escalafón de Magisterio y a la ruina de su familia, de no ser porque para esa fecha ya hacía cuatro meses que el pobre Azabal había sido fusilado, como por otro lado bien sabía la mentada Comisión Provincial Depuradora (4) 

2. Teófilo Azabal, un maestro innovador

El maestro Teófilo Azabal fue uno de los integrantes de aquella amplia minoría de profesionales de la enseñanza, conocidos como “maestros de la República”,  constantemente preocupado por estar al día en el conocimiento de  los últimos avances e innovaciones didácticas, metodológicas u organizativas, pedagógicos en definitiva, que se publicaban y producían dentro del campo de la enseñanza  y de la Educación. 

Esa preocupación por conocer todo lo que de innovador y de nuevo pudieran hacer los maestros y maestras en las escuelas de todos los rincones del país lo llevó a implicarse y a colaborar en una de las publicaciones punteras y acreditadas de la prensa pedagógica  del primer tercio del siglo XX, como fue la revista “Escuelas de España” inspirada en muchos de principios de la Institución Libre de la Enseñanza que se publicó mensualmente entre 1929 y julio de 1936. (5). Una publicación, en definitiva, como se decía de ella, “de todos los maestros, de los maestros despiertos, vigilantes, insatisfechos, ambiciosos, noblemente ambiciosos” (6)

Teófilo Azabal fue redactor de dicha revista y representante de ella en la provincia de Cádiz, llegando a publicar en sus páginas hasta ocho colaboraciones en sus diferentes secciones. Por ello, hoy nos ha parecido oportuno traer a estas páginas, para darlo a conocer a aquellos/as amigos/as interesados en profundizar en el conocimiento de este buen maestro, una de esas colaboraciones titulada “La cultura del maestro” que fue publicada en el número18 de la revista de junio de 1935 en la sección “Temas Viejos”  (7) 

En ella Azabal critica con la claridad de ideas que le caracterizaba las intenciones del gobierno radical-cedista de acabar con la legislación republicana que en materia de educación se había ido aprobando durante el Primer Bienio. Alertaba de manera especial de la ofensiva emprendida por este gobierno de la derecha contra las escuelas Normales y los programas de estudio de formación del profesorado recogidos en el llamado Plan Profesional, que él defendía a ultranza. Para Azabal las consecuencias que de ello se derivarían serían catastróficas para el necesario nivel de exigencia cultural de maestros y maestras.

2.1 Transcripción del artículo de Azabal “La cultura del maestro”

<< Todo momento de reacción en la vida social española ha tenido su expresión en la campaña contra la cultura del pueblo y en la mediatización de la enseñanza secundaria, acusándose en la persecución de las instituciones encargadas de la función docente, destrozando el espíritu liberal que las anima y poniendo los obstáculos posibles a su eficacia y perfección.

Unas cuantas disposiciones legislativas han iniciado el periodo en la primera enseñanza, pero todavía no hemos visto más que la iniciación. La ofensiva más recia recae directamente sobre las escuelas Normales, con el doble afán de evitar la bondad de su labor y el de ofrecer nuevamente facilidades para la obtención del título de Maestro a millares de religiosos de ambos sexos, y otros cuantos centenares de gentes a quienes estimule solamente esa facilidad de la obtención.

El maestro culto y capaz, por moderado que sea en su ideología, es siempre para la reacción un enemigo peligroso. El hombre cultivado tiene sus exigencias intrínsecas y no se resigna fácilmente a dejar de conseguir lo que estima merecer. Se trata de romper contra el actual plan de estudios, porque exige esfuerzo y capacidad intelectual, superior al de 1914 y porque no es asequible a los lugareños a quienes con unas pesetas de ayuda, en unos cursos escolares abreviados en la medida de la protección de la Normal, se les ponía en condiciones de servir una escuela.

El plan moderno cierra además contra el exceso de titulados, que obedeciendo a la ley de oferta y la demanda hacen desmerecer el trabajo del maestro, hasta el límite vergonzoso que podemos apreciar. Si dicho plan continúa, dentro de pocos años, solo el estado tendrá Maestros en la cuantía precisa y quien los quiera tendrá que pagarlos mejor que los pague el Estado y ofrecerles garantías iguales o superiores.

Los que nos sentimos identificados con este plan, por lo que tiene de positivo beneficio para la cultura del Maestro y la función social del mismo, no hemos de callar cuando al calor de una situación política favorable se pretenda desnaturalizar una de las mejores cosas que la República hizo en el campo de la enseñanza primaria. A sus deseos opondremos nuestras razones. Idénticas a las que nos sirvieron para justificar la sustitución del anterior.

Hay un aforismo pedagógico que viene rodando desde no sabemos cuándo, aunque sepamos que atesora longevidad, que aunque en sí encierre una gran verdad, se le da por algunos una interpretación tan acomodaticia y se le aplica de forma tan determinada a un fin egoísta, que va perdiendo todo lo que tuviera de bueno, para convertirse en tapadera de ignorantes, que cubren su desnudez cultural con unas cuantas muletillas, con inveteradas rutinas y con no pocas martingalas habilidosas para causar fenómenos de espejismo en los espíritus propensos a estas seducciones.

El aforismo al que nos referimos dice:<< no es mejor Maestro el que más sabe, sino el que mejor saber enseñar>>. Repito que en él hay un fondo honrado de verdad y que interpretado en su sentido recto es muy admisible, pero darle una interpretación caprichosa es codearlo con ese otro refrán que dice: << no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita>> Matemáticamente, en su sentido absoluto, el más rico es el que más tiene. Tenemos que descender a la valoración relativa, para obtener una consecuencia también relativa, puesto que lo real es el valor total y lo accidental es la necesidad sujeta a múltiples variantes. Después tendríamos que determinar el concepto  exacto de lo necesario y de lo superfluo. 

Aplicada esta tesis a los motivos de nuestros renglones, diremos que el valor real del Maestro estará determinado de manera absoluta por la cultura general y profesional que posea y el relativo por la habilidad para mostrar la ciencia a sus alumnos de manera que estos la puedan asimilar con el mínimum de esfuerzo. El aforismo tendrá su valor cuando los maestros comparados posean toda la cultura precisa para dar eficiencia a su habilidad para la función.

Pero ya que de refranes tratamos, voy a servirme de uno vulgarísimo que también tiene su poquito de filosofía. Dicen que <<más da el duro que el desnudo>>, cosa de tan fácil demostración que, con enunciarlo, queda hecho todo. Quien nada tiene puede impunemente alardear del altruismo sin temor a verse en el compromiso de tener que dar algo. <<Si yo fuera rico, no habría pobres a mi lado>>, dicen precisamente muchos que no ven la posibilidad de tener dos pesetas disponibles.

Evidentemente, la voluntad tiene un valor enorme, pero no es por sí sola suficiente porque no basta siempre como determinante del fin para que se realice la obra cuando se precisan medios que no están a nuestro alcance. Un maestro con buena voluntad y no poca habilidad servirá para algo, pero en forma alguna puede suplir con esas virtudes el defecto de no tener la cultura precisa. Valdrá más que otro que, en iguales condiciones de capacidad cultural, no tenga esas otras características que le adornan, pero toda su actuación adolecerá de la estrechez de horizontes técnicos e intelectuales en los que se mueve y su obra será mediocre, ñoña, vacía de ideales amplios. Las obras son hijas de los hombres que las realizan y tendemos a repetirnos en ellas, plasmando nuestro espíritu, nuestras preocupaciones, dándoles el sello de nuestro carácter. Y tanto más nos apegamos a nuestros conceptos cuanto menos han sufrido la depuración de la crítica y el control de los demás.

Dadme primeramente un maestro culto, en el verdadero sentido de la palabra cultivo, con amplios ideales, sin los prejuicios de una formación mezquina e improvisada, que sepa mover su inteligencia ante las cosas y los hechos y lo demás vendrá como fruto natural de su cultura. En su abundancia de medios podrá tener siempre facultad de opción y a fuerza de ensayos llegará a selecciones ventajosas. Posee un valor real del cual podrá disponer en infinitas formas, y queda por resolver la mejor manera de aplicarlo. En nuestro refrán estaría representado por el “duro”, en la hipótesis de que careciese de voluntad suficiente.

Un Maestro sin cultura es un pobre que puede ser muy altruista. Sus mejores disposiciones se estrellan ante la penuria intelectual que le acompaña. Está en el caso de un gran economista que tiene que manejar un capital cero y pagar con él cantidades positivas. Toda su habilidad está carente de los medios para manifestarse y a lo sumo el tal Maestro podrá decir << si yo supiera tales cosas, ¡qué bien las enseñaría a mis discípulos!>>

Por otra parte, asombra ver con cuanta facilidad se enjuician las cosas de una manera torcida. No puede comprenderse que exista una proporcionalidad inversa entre la voluntad para la función escolar y la posesión de una cultura superior. Para muchas gentes no ser un percebe o un adocenado significa no tener verdaderas condiciones de Maestro. Un Maestro culto casi es para ellos un Maestro inservible, porque dicen que no sabe descender hasta los niños y que tiene aspiraciones incompatibles con la modestia del Maestro, como si el saber pudiese nunca constituir un obstáculo para tener vocación y aptitudes. Contra semejante absurdo, hábilmente explotado, es necesario reaccionar para sostener en justicia la texis (sic) opuesta, destruyendo esa tela de araña tejida por ignorantes que quieren esconder en ella su falta de valor profesional y por los interesados en mantener al Maestro alejado de un ambiente cultural superior, con fines contrarios al interés de la clase y al de la enseñanza popular.

El peor de los defectos de un Maestro es no poseer la cultura necesaria para desempeñar en la sociedad el papel de avanzada del progreso. Nadie está más obligado a sentir inquietudes espirituales que el Maestro, precisando renovar constantemente su cultura y su técnica, para no seguir con retraso el movimiento pedagógico y científico, llevando a sus discípulos las últimas novedades del saber humano para que su espíritu vibre ante las asombrosas invenciones que a diario nos ofrecen el trabajo y la inteligencia del hombre.

En igualdad de otras condiciones, cada Maestro da más o menos según su cuantía de cultura y el que más instrucción posee tiene también más medios de saber vulgarizar, ya que mal se vulgariza lo que no se conoce bien. Una misma cosa explicada por quien la conoce más intensamente nos parece a veces diferente a como la hemos oído a quien no estaba suficientemente impuesto, aunque fuese un magnífico disertador. El hombre cultivado puede influir sobre los demás por la atracción que en nosotros ejerce todo lo que es verdaderamente superior y por la cuantía de su saber. 

Quien se conformó con adquirir en su oficio la capacidad y el saber correspondiente a un aprendiz, no puede nunca ser un buen Maestro, aunque la naturaleza lo haya dotado de óptimas condiciones. El maestro es o debe ser un artista, pero no por naturaleza solamente sino también por la depuración que en él ha creado la cultura. De otra suerte iríamos al absurdo que se desea dar valor de axioma y es el de que cualquier persona un tanto instruida en lo más elemental del saber es apto para la función educativa que la escuela nueva exige, con tal de que muestre unas cuantas habilidades para transmitir a los demás lo que él pudo aprender.

Afortunadamente, ese concepto del Maestro, como el de la Escuela pobre no lo sostienen ya más que aquellos a quienes les interesa que la escuela nacional no pase de la situación que gozaba en la segunda mitad del siglo XIX.

Quizás para algunos es cuestión que no afecta directamente a la clase esta que aquí tratamos y piensen que valiera la pena de entregar nuestro tiempo a cosas que parecen más cercanas, dejando a otros profesionales este menester. Respetando el criterio ajeno, creo que es bastante más fundamental merecer que rogar y merecer es dar en forma de valor profesional lo que deseamos que profesionalmente se nos estime >>

NOTAS:

(1)  Aquellos lectores interesados en conocer más sobre el maestro Teófilo Azabal los remito a estas publicaciones que sobre él ya escribí anteriormente: https://www.lavozdelsur.es/opinion/la-caza-del-maestro-en-el-83-aniversario-del-asesinato-de-teofilo-azabal_123778_102.htmlhttps://www.lavozdelsur.es/opinion/en-recuerdo-de-las-victimas-del-golpe-de-estado-por-que-fusilaron-al-maestro-teofilo-azabal-molina_190019_102.html 

(2)  Memoria redactada por Teófilo Azabal en septiembre de 1932 para ser presentada ante el Tribunal encargado de valorar los méritos de los aspirantes a las plazas de maestro-inspector convocadas por el gobierno de la República. Agradezco al investigador y ex-inspector  de enseñanza Manuel Santander Díaz su amabilidad por poner a mi disposición esta y otra documentación referida al maestro Azabal.

(3) Ibídem

(4) Esos informes de denuncias contra Azabal y otros maestros de Jerez, en Archivo Histórico Provincial de Cádiz (AHPC), Comisión Depuradora Provincial del Personal del Magisterio, Caja 29998, años 1936-1942.

(5) Un buen estudio de la historia de esta revista pedagógica del Magisterio español, en Rosa Ortiz Santos, tesis doctoral “La revista Escuelas de España (1929-1936). Estructura, características e influencia pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza",  e

https://uvadoc.uva.es/handle/10324/41/browse?authority=a473391ba48649d0&type=author 

(6)  El entrecomillado, en https://share.google/3OADo6tF4HpTTUUor

(7) “Escuelas de España. Revista pedagógica mensual.” Año II, Madrid, junio de 1935, pp. 272-275.  Un perfil biográfico de Teófilo Azabal como colaborador de dicha revista puede verse en: “Escuelas de España (1929-1936). Diccionario biográfico de autores y autoras”, p. 5-6: https://cutt.ly/DfY1oYD

Sobre el autor

José García Cabrera

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