María del Mar Moreno y Antonio Malena. Jerez Puro Esencia. Baile, coreografía y dirección: María del Mar Moreno. Cante y dirección artística: Antonio Malena. Cante: Manuel de la Malena y El Tolo. Guitarra: Santiago Moreno y Antonio Malena hijo. Palmas: Ale de Gitanería y Javier Peña. Artistas Invitados: Angelita Gómez, Tomasa Guerrero La Macanita, Juan Lara, Enrique El Zambo, Mateo Soleá, Ezequiel Benítez, El Bo, Fernando Jiménez, El Berza. Dirección escénica: María del Mar Moreno y Antonio Malena. Diseño de Luces: Marcos Serna. Sonido: José Amosa. Regidora: Irene Olivares. Ayudante de regidor: Manuel Moreno. Vestuario: Fátima Canca y José María Núñez. Producción: Jerez Puro. Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: 5 de marzo. Aforo: Lleno. (***)

María del Mar Moreno revisita Jerez Puro Esencia una década después de que obtuviera el Premio del Público con su estreno en el Festival de Jerez de 2005. La realidad es que desde entonces el trabajo, convenientemente refrescado y revisado, no ha dejado de rodar por los escenarios, principalmente internacionales, convirtiéndose en la franquicia de la compañía que comparte con Antonio Malena desde hace 15 años. Pero una cosa es reponer la función en el extranjero y otra muy distinta es hacerlo jugando en casa: en el Villamarta y dentro del cartel oficial de la vigésimo edición del certamen de baile flamenco y danza española más prestigioso del mundo. La faena debe representar algo parecido a rebuscar fotos antiguas y viejos recuerdos en el desván o directamente hurgar en los rincones más remotos de la memoria.

La continua evolución –por suerte- de la danza flamenca y del género musical que la sustenta provoca que revivir la propuesta tanto tiempo después suponga enfrentarse a cierto aire demodé en la puesta en escena: transiciones y recursos escenográficos que pueden parecer manidos, tópicos o desfasados. Asuntos menores, desde luego, si uno atiende a lo que verdaderamente importa e interesa sobre las tablas: el sabor a sangre, que diría La Piriñaca, que desprenden el furioso zapateo y braceo de María, el eco gitanísimo y mineral de Malena o el leve golpe de muñeca de la gran maestra Angelita Gómez, invitada especial de la función. El fondo del espectáculo envejece con robustez aunque la forma quizás se antoje algo desgastada por el tiempo.

Para salvar esto último, la protagonista de la noche recurre a un tropel de invitados que aportan una nueva solera y nuevos matices, acentos y texturas a la reposición a cargo de su compañía. Ezequiel Benítez por malagueñas, Mateo Soleá y Enrique El Zambo por soleares al golpe en una bota de jerez, El Bo con un par de pataítas supersónicas, La Macanita por soleá… Pero por encima de todos, Angelita. Es el contrapunto al baile visceral y aguerrido de María del Mar. Es la pausa y el ángel que regresa al escenario tras haber guiado desde pequeña los pasos de su pupila de la escuela de la Porvera. Es un baile de pincelada con acuarela, con extrema sutileza y mínimos movimientos, pero con la suficiente autoridad y empaque como para envalentonarse ante el cante grande de Malena.

Era Carmen Amaya la que aseguraba que si no bailaba se moría –en su caso, literalmente, pues gracias al baile eliminaba unas toxinas mortales fruto de sus problemas congénitos de riñones-, pero es que también emana idéntica obcecación María del Mar Moreno. En cada uno de sus números parece que se le va la vida en ellos. En la soleá derrocha entrega como si fuera la última. En los tientos-tangos su danza volcánica no es apta para cardíacos. Su baile es áspero y exaltado a más no poder en la seguiriya, dominando la técnica con el punto justo de arrebatamiento y espontaneidad. Rara vez ofrece concesiones para la galería. Sus replantes suenan sinceros y toda la noche aparece y desaparece de escena con gusto y sin haberse convertido previamente en una máquina de recolectar aplausos fáciles.

Ese baile honesto de vísceras e intensidad brutal que bebe tanto de bailaoras como la llorada Ana Parrilla, se ve interrumpido por uno de los instantes más emocionantes de la noche. Es el momento en el que Antonio Malena y Tomasa La Macanita miran al cielo del escenario y asisten a la proyección del episodio de los Niños cantaores de Rito y geografía del cante. Acabada la proyección, frente a frente y 45 años después, ambos reviven juntos en el escenario aquellos momentos. Replican, ya maduros y consagrados, esos cantes y esas letras que entonaban de pequeños en el mítico documental convirtiendo el sabor a lo de siempre en lo nunca visto. Incluso hay una ovación a un joven Moraíto que queda congelado en la pantalla como si allí siguiera, acompañando al cante irrepetible. Ese cante que transforma el sabor amargo que desprende el cruel paso del tiempo en vida de verdad vivida.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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