Cuando un autor publica en un solo libro poemas que abarcan toda su trayectoria literaria, sabe que está ofreciendo al lector algo más que un conjunto de versos. Lo que nos muestra es el hilo vital de la escritura, una trama de pensamientos, sentimientos y pasiones, la historia imposible de uno mismo. Taller de ausencias comienza con los poemas de Bucólicor (1994) y llega hasta los versos que Imanol ha escrito en 2025. En ese camino poético aparecen reflejadas todas las inquietudes intelectuales que, como lector, escritor, filósofo y traductor, han impregnado su existencia.
La obra está dividida en varias secciones: Bucólicor, Cuando las ciudades maten a los poetas, Centone, Miradas de plomo, En la bahía, Tan solo queda rodar y Coda. Son poemas de épocas diferentes, marcados por los intereses de cada momento, pero atravesados por una constante reflexión sobre el yo, el tiempo, la existencia, la memoria, la muerte, la ausencia, la contemplación de la naturaleza y la propia creación poética. Y como escribir siempre es una forma de diálogo, el lector encontrará referencias a poetas, filósofos y artistas como Gerardo Diego, Celaya, Panero, Eliot, Bonnefoy, Descartes, Kant, Leibniz, Nietzsche, Francis Bacon, Ibarrola, Oteiza… “A pesar de la diversidad formal y temática, el conjunto transmite una coherencia profunda: la poesía como “taller” donde se reconstruye lo perdido y se prolonga, en la palabra, aquello que la vida erosiona. En suma, un libro ambicioso, de gran densidad imaginativa, que confirma a Gómez Martín como una voz capaz de aunar introspección y cultura, desgarro y belleza”, explican los editores.
Imanol Gómez utiliza el verso libre. No hay ataduras formales: cuando el verso lo requiere, se transforma casi en un haiku o en un aforismo. Los recursos estilísticos son muy variados: elegíaco, meditativo, onírico. Las imágenes y los conceptos están al servicio de una poesía que quiere recuperar el sentido a través de la palabra. Es una poética de resistencia vital. “He aquí un poeta y un filósofo. La poesía, se ha dicho muy a menudo, toma el camino del pensamiento en imágenes. Por la senda del pensamiento uno se encamina hacia las grandes preguntas en torno a la existencia. Por la senda de las imágenes se conjuran los excesos conceptuales y el lenguaje conecta con lo sensorial y, por ahí, con la emoción”, dice Lorenzo Oliván en el prólogo.
Para Lorenzo Oliván, uno de los rasgos más destacables de la obra de Imanol es que lleva a cabo una indagación en el lenguaje muy filosófica. "Se esconde ahí una de sus raíces de más largo alcance y recorrido. En un extremo parece estar el silencio como metáfora de todo lo incomunicable. «La palabra verdadera es un retorno al silencio". En el otro, queda el vacío: "la sensación de infinitud empujando/hacia la nada". Y entre ambos polos, el espacio abierto del poema, que se presenta en su pujanza ya apuntada, pero también con las amenazas que se ciernen sobre él...”.
Este Taller de ausencias ofrece al lector “un espacio donde se repara la memoria y se desafía al olvido, donde la palabra persiste como resistencia frente al tiempo”, se dice en la contraportada. Hay una meditación sobre el tiempo, y quizás también sobre el fracaso de toda existencia. El escritor sabe que hay ruina y erosión, porque eso significa existir. Pero también sabe que en toda escritura hay un impulso de reconstrucción, y que ese intento, acompañado de la inquietante belleza del mundo y los engranajes de la mente, es el único signo de trascendencia al que tenemos acceso. “Crear presencia en el taller de la memoria. ¿Cabe imaginar una labor más alta, más gratificante, más consoladora, en un escenario en ruinas? La temporalidad traspasa todas las cosas, pero hay algo en la trastienda de nuestra mente (conectado con los sueños y con sus engaños) que, de forma paradójica, trasciende el tiempo, iza lo real al plano de lo vivo que no cesa”, dice Lorenzo Oliván.
Se van gastando algunos sueños de puros viejos
Se van gastando algunos sueños de puro viejos
o también, casi siempre, de no intentarlos,
y el alma anquilosada de cansancio
como una alquimia de deseo riguroso
donde vetustos terciopelos y algún poema arrepentido
se reúnen.
Todas las ausencias, bajo el vértigo del pensamiento,
carecen de nombre,
y la inercia del tiempo
no posa sobre ellas su mirada.
Mirada cuya duración mide
el final de estos versos.


