Es la historia que nos cuenta el dramaturgo alemán Roland Schimmelpfennig en su primera novela Una clara y gélida mañana de enero a principios del siglo XXI (Periférica, 2020). Tomasz se ve obligado a parar en la autovía, debido a la retención que provoca un accidente. Es entonces cuando ve al lobo y lo fotografía. La novela es una red historias que se van entrelazando: dos jóvenes que se van de casa campo a través; los padres que salen en su busca; la relación entre Tomasz y Agnieszka…
No es un libro académico de filosofía, no es sistemático. Cuenta una experiencia real, “unas ideas que existen en el espacio creado entre un lobo y un hombre”. En las primeras páginas nos explica cuándo compró a Brenin y cómo lo adiestró. Compara la inteligencia de un perro y la de un lobo. Mientras que el primero vive en un “mundo mágico” y utiliza al ser humano para que le resuelva los problemas nuevos, el lobo posee una inteligencia mecánica que le permite resolver problemas inéditos, más allá de la imitación. Los amantes de los perros, y de los animales en general, van a disfrutar mucho con este libro. Y además encontrarán algunas lecciones esenciales.
“Lo más importante en la vida no es algo que se pueda poseer. El sentido de la vida reside precisamente en aquellas cosas que las criaturas temporales no podemos poseer: momentos. Esta es la razón de que nos cueste tanto reconocer un sentido plausible para nuestra vida. Los momentos son lo único que nosotros, los simios, no podemos poseer. La posesión de cosas se basa en borrar el momento: los momentos son cosas que atravesamos para poseer los objetos de nuestros deseos. Queremos poseer las cosas que valoramos, reivindicar esas cosas. Nuestra vida es una gran apropiación de tierras, y debido a ello somos criaturas del tiempo, no criaturas del momento: el momento que siempre se nos escapa de las codiciosas y prensiles manos.” (p.267)
El libro empieza con la casa de Goethe y termina con la de Tomás Morales. Y entre medias nos hemos acercado a las viviendas de Soane, E. Dickinson, Víctor Català y Caterina Albert, Kollwitz, Marie Curie, Ortega y Gasset, Alexandre de Riquer, Santiago Rusiñol, Kafka, Rilke, Pessoa, Neruda, Freud, Dalí, Miró, Le Corbousier, Gustave Moreau, D´Annuncio, Eileen Gray, Frank Lloyd Wright y Llorenç Villalong. Esta antología recoge textos muy diferentes, el objetivo es “tener compiladas una serie de experiencias dispersas en el espacio y el tiempo sobre el universo simbólico de las casa, sobre la cultura del habitar de la vida moderna”. Y hay visitantes ilustres, como Marcel Proust o Natalia Ginzburg.
“Tenemos que redescribir el mundo contemporáneo con las categorías de globalización, saber y complejidad. La política ya no tiene que enfrentarse a los problemas del siglo XIX o XX, sino a los del siglo XXI, que exigen capacidad de gestionar la complejidad social, las interdependencias y externalidades negativas, bajo las condiciones de una ignorancia insuperable, desarrollando una especial capacidad estratégica y aprovechando las competencias distribuidas de la sociedad civil.” (p.24)
Para construirlo tuvo que visitar la capital portuguesa. Me ha sorprendido encontrar una reflexión sincera sobre el arte de escribir y vivir. Hay varias miradas sobre Lisboa, diferentes densidades narrativas. Muñoz Molina se ha empleado a fondo para conocer al asesino, para describir su huida. Un ejercicio de documentación digno de resaltar. Aunque más mérito tiene, quizás, la forma de mostrar su estar en el mundo mientras escribe, su proyecto vital y literario. Por eso, dicen los críticos que ofrece una teoría sobre la novela.
“Una novela es un estado de espíritu, un interior cálido en el que uno se refugia mientras la escribe, como un capullo que va tejiendo hilo a hilo desde dentro, encerrándose en él, viendo el mundo exterior como una vaga claridad al otro lado de su concavidad translúcida. Una novela se escribe para confesarse y para esconderse. La novela y el estado particular de ánimo en el que es preciso sumergirse para escribirla se alimentan mutuamente; una particular longitud de onda, como una música que uno oye de lejos y que intenta precisar escribiendo.”