El debut literario de Piniella, el novelista que fue rector: "Hay un mensaje sobre cómo caen las utopías"

La Fundación Caballero Bonald acoge la presentación de la primera novela de Francisco Piniella, un autor que dialoga con Lola Rueda y José María López Valero

Francisco Piniella con su novela, minutos antes de la presentación en la Fundación Caballero Bonald.
01 de noviembre de 2025 a las 12:05h

En las palabras de apertura del acto, Josefa Parra ya anticipó que nos encontramos ante una novela magnífica, trepidante y con mucho fuego, una historia que tiene secretos, amor y memoria. No en vano la novela ha sido editada por Libros de la herida, un sello que cuenta con un catálogo de gran calidad literaria. La presentación consistió en un diálogo entre el autor, Francisco Piniella —columnista en lavozdelsur.es—, el editor, José María López Valero, y la imparable agitadora cultural Lola Rueda.

Las líneas del silencio está incluida en la colección Narrar contracorriente, explicó el editor. Aunque Piniella ya ha escrito muchos libros de carácter técnico, ensayos y artículos, esta novela supone su debut literario. Según José María, se trata de una obra muy especial, ya que aun siendo un libro de ficción posee muchas implicaciones emotivas, personales. “La raíz de la ficción viene de la experiencia muy íntima y familiar de Francisco Piniella”. Es la experiencia de una persona que empezó como piloto de marino mercante. Ha sido rector de la Universidad de Cádiz. Y ahora inicia “una nueva travesía con las palabras”.

José María López Valero, Francisco Piniella, Lola Rueda y Josefa Parra.  MANU GARCÍA

“La novela me tiene enganchada y te agradezco que me hayas devuelto a la lectura”, dijo Lola Rueda. Recordó que Francisco Piniella, de gran calidez y calidad personal, fue el primer Hombre imparable que nombraron en su asociación Mujeres imparables. Respecto a la novela, lo primero que destacó Lola fue el rigor histórico y geográfico a la hora de desarrollar la trama. Luego resaltó al personaje fascinante de Juanín, que sale exiliado desde el puerto de Cádiz y arrastra un complejo sentimiento de culpa, moldeado por todas las circunstancias vitales por las que atraviesa.

Francisco Piniella reconoció su condición de novato total en el mundo de la literatura y con la intención de no parar —de hecho, nos adelantó que ya está preparando su segunda novela, en la que el personaje que aparece ha nacido en Jerez—. Esta primera novela es un libro “muy especial” para el autor. Es una “novela de no ficción ficcionada”. Quiere decir que hay unos hechos familiares, de su vida, que forman parte de la trama. La novela va desde los principios del siglo XX, desde las revueltas obreras en Buenos Aires, hasta la invasión de Ucrania por Rusia.

“Se trata de un tiempo largo que transcurre entre tres generaciones. Hay un Juanín, un Juan José, un Juanjo… Espero que no se hagan un lío con los nombres. El libro tiene al final un árbol genealógico para aquel que se pierda y necesite saber quién está hablando”. Pero insistió en que ese árbol es un último recurso: solo hay que utilizarlo si no hay más remedio, porque te puedes enterar de cosas que van a pasar…

La portada, obra de una agencia de diseño gaditana que se llama Rebombo, ya adelanta lo que va a ser el libro, aclaró Piniella. El centro de la imagen lo ocupa un barco, el Cabo San Agustín. “Es el centro de todo lo que va a ocurrir”. Isabel González despide en el puerto de Cádiz a su marido, Juan Pellegrini, marinero del Cabo San Agustín. No lo volverá a ver. Es el sábado 11 de julio de 1936. La guerra es inevitable. El viaje que Juan emprende cambiará su vida y la de los suyos para siempre… En la novela hay diferentes escenarios geográficos: Argentina, Cádiz, Rota, la base militar de Cartagena, Barcelona, Valencia, todos los puertos del Mar Negro… El barco se dedica a traer armamento desde La Unión Soviética a la base de Cartagena para la República española.

Portada del libro, diseñada por Rebombo.  MANU GARCÍA

“Una de las cosas que quería evitar en la novela es lo del bueno y el malo. Aquí no hay buenos y malos. Como todo en la vida, uno hace lo que puede y las circunstancias te van llevando.”, remarcó Piniella. Los personajes tienen que hacer frente a situaciones terribles. Es el caso de Isabel, que de pronto se queda “viuda”. No sabe nada de su marido. Se queda sola con tres hijos y debe salir adelante cosiendo con una Singer, con cartillas de racionamiento, marcada por “el qué dirán” asfixiante de la posguerra.

Piniella explicó que: “En la novela también hay un mensaje sobre cómo caen las utopías. Los ideales se traicionan y las revoluciones se convierten en dictaduras”. Lola Rueda recordó el pasaje en el que uno de los protagonistas se pregunta por qué y para quién han luchado. "Nos ha tocado", responde.

Según José María, la memoria colectiva está muy presente, pero también es una novela de memoria íntima y familiar. Aunque el relato es ficción, parte de acontecimientos reales. Francisco Piniella explicó que en la novela hay historia familiar. Aparece esa necesidad de reivindicar y recordar a muchas personas de su familia, pero con nombres cambiados.

Solo hay una excepción, su abuela Isabel, que aparece con su nombre. “Aunque pueda parecer que los protagonistas son masculinos, se trata de un personaje muy importante en la novela. Refleja a todas esas mujeres de la posguerra que se quedaron viudas, solas e invisibles”. Para José María López Valero, la novela es un verdadero homenaje a la mujer de la posguerra: “Si este país pudo salir adelante fue gracias a esas mujeres”.

El libro puede considerarse de memoria histórica, pero en un sentido poco tratado, aclaró Francisco. “Aparece el colectivo de republicanos españoles que se quedaron en la Unión Soviética, que fueron ninguneados por la República y por el Partido Comunista. Muchos de ellos acabaron en un gulag”. En los “campos de trabajo” de Kazajistán coinciden, paradójicamente, españoles que proceden del colectivo de marinos mercantes, de aviadores, gente del Partido Comunista y miembros de la División azul… Son personas que no tienen más remedio que convivir y colaborar para sobrevivir. “Por eso insisto en evitar hablar de buenos y malos”.

Francisco Piniella con ‘Las líneas del silencio’, editado por Libros de la herida.  MANU GARCÍA

Lola Rueda habló de la importancia de los silencios en la novela. Isabel vive rodeada de silencios impuestos. Esos silencios, del amor y de la guerra, hacen que su vida no sea feliz. Francisco Piniella subrayó que esos silencios son gritos. El título es Las líneas del silencio. El libro tiene tres partes, tres líneas: paralelas, quebradas y concéntricas. Pero aparece un personaje que quiere acabar con ese silencio y escribir este libro. El silencio como principio y final de la vida… Tiene la necesidad de narrar, de contar lo que ha ocurrido. Para que nadie olvide esas vidas, esos trayectos de puntos suspensivos entre dos silencios. Al final todo es una espiral donde volvemos a repetir las guerras, los exilios y las ausencias, dice el personaje.

El libro es un puzle de escenas, una especie de constelación. No es una narración lineal. El lector salta de un lugar a otro, de un tiempo a otro, y siente la necesidad de seguir leyendo. Poco a poco el puzle se va completando. Piniella empezó hace muchos años a recopilar información sobre la historia de su familia. Tiene objetos y cartas reales de los protagonistas. Fue escribiendo esas historias, como teselas. No empezó por la primera que aparece en el libro. Cuando se jubiló pudo terminar de enlazar todas esas vidas. El trabajo de documentación ha sido tremendo, pero “he disfrutado mucho con ello”.

Además, ha visitado casi todos los lugares que menciona. Dice el editor que “no parece una primera novela: hay un trabajo preciso y minucioso de ensamblaje literario”. Y ha logrado que los personajes nos importen... Por eso no podemos parar de leer. Piniella quiere seguir escribiendo y completar una trilogía, con el barco San Agustín como nexo, ya que ahí viajaban muchas personas, con muchas historias. Nos avanzó que, además, tiene ya casi escrita una novela corta, una comedia muy irónica que se titula El rector no tiene quien le escriba.

Sobre el autor

Juan Carlos González

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