"Estos poemas, estas canciones son, quizá, solamente un ceremonial de sombras. Sombras que nos enseñaron las primeras palabras y los primeros miedos. Sombras que nos hirieron, sombras que nos amaron, sombras que aún nos persiguen… Sombra de toro enloquecido es, al fin, España en su pugna contra el sol; sombra, también, de bacante enlutada contra el humo de los holocaustos y los tambores dionisíacos de la Semana Santa, es España, pagana mujer tras ropajes cristianos.
Tiene nuestra tierra una herencia de toros y sacerdotisas en sus raíces, un furor lascivo en su santidad y una mística abnegación en sus pecados. Hay en nuestro pueblo Torquemadas y herejes por igual, toreros que rezan ante vírgenes acuchilladas y payasos que se disfrazan de patricios... Todos somos algo anarquistas en este país, poco monjes y poco santos -aunque nos hayan querido convencer de lo contrario-, bastante bandoleros y enormemente filósofos”.
Recuerdo y profecía por España más allá de los laberintos partidistas, de las trituradoras mecánicas, de las fábricas de sueños y por encima de los arcángeles de la destrucción quiere ser reflejo subjetivo de unas experiencias vividas, temblorosa intuición de un futuro próximo.
Esperando haber logrado tal propósito, arrojamos verso y música a este ruedo español en donde luchan, desde siempre, el minotauro y la paloma, el hedonismo y la tragedia”.
Oíd los soñadores,todos los que esperáis más allá del fracaso,más allá de la muerte y del grito suicida ahogado entre la niebla;todos los que escapasteis del frío subterráneodonde nos encerraron los locos que fabrican la mentira del mundo,los rebeldes, los puros.
Oíd los que sufristeis el desprecio,las cárcel y las cruces del odiovenid a la ciudad que nos fue prometiday cantemos unidos bajo la noche inmensaporque están ya selladas las lágrimas del pánicoy un rojo himno de rosas anuncia nuestro día
Una iconoclastia inestable que a ningún puerto conducía, pero que permitía vislumbrar algunos haces de sentido en los hueros callejones del presente. Años donde la vida era joven y nosotros aún salíamos hasta tarde. Una libertad que sólo es posible en las peores tiranías; nada que ver con la blanda y fofa permisividad que hemos heredado. Una libertad que invoca con gesto sublime el propio Luis Díaz Viana en su poema El profeta,de 1976:Arranqué los ojos a los dioses,hice el amor en un altar vacío,desnudo me exhibí en los “restauranes”y escupí en el plato de los ciegos.
Con un rosario he estrangulado las estatuas,cubrí con sangre cuadros gigantescosy quemé los libros que esclavizan a los hombres.
He comido el corazón de las alondras,desgarrado el sexo de las hadasy corrí con los payasos por el bosqueincendiando el vientre de la tarde…