Portada de 'Recuerdo y profecía por España', de Joaquín Díaz.
Portada de 'Recuerdo y profecía por España', de Joaquín Díaz.
Una de las joyas olvidadas de la canción de autor española tiene la firma del célebre folclorista Joaquín Díaz: Recuerdo y profecía por España es una rara avis en una carrera consagrada a preservar el romancero y la canción popular. En él don Joaquín musicalizó algunos poemas de su hermano Luis Díaz Viana en colaboración con la cantante María Salgado, zamorana como ellos. El proyecto era descrito en su subtítulo como “retablo de poemas y canciones” que “recuerda tiempos pasados y anuncia otros que vendrán”. Maridaba compromiso político con imágenes surreales, recitados apocalípticos y tardes de nostalgia. Tras este paréntesis al alimón, los hermanos Díaz se consagrarán al estudio del folclore español. Joaquín Díaz es responsable de una extensa discografía de recuperación y reinterpretación del cancionero tradicional. Dirige la Revista de Folclore, amén de la Fundación Joaquín Díaz para la preservación de la tradición. Luis Díaz Viana, doctorado en Filología Románica por Valladolid, enfocó su estudio desde el ámbito académico, aunque sus dos antologías de los años setenta figuran entre lo más apreciable del underground poético de la década. Sobre Recuerdo y profecía por España, fruto de aquellos setenta donde los jóvenes radicales se toparon con sus raíces, declara en las anotaciones del vinilo:

"Estos poemas, estas canciones son, quizá, solamente un ceremonial de sombras. Sombras que nos enseñaron las primeras palabras y los primeros miedos. Sombras que nos hirieron, sombras que nos amaron, sombras que aún nos persiguen… Sombra de toro enloquecido es, al fin, España en su pugna contra el sol; sombra, también, de bacante enlutada contra el humo de los holocaustos y los tambores dionisíacos de la Semana Santa, es España, pagana mujer tras ropajes cristianos.

Tiene nuestra tierra una herencia de toros y sacerdotisas en sus raíces, un furor lascivo en su santidad y una mística abnegación en sus pecados. Hay en nuestro pueblo Torquemadas y herejes por igual, toreros que rezan ante vírgenes acuchilladas y payasos que se disfrazan de patricios... Todos somos algo anarquistas en este país, poco monjes y poco santos -aunque nos hayan querido convencer de lo contrario-, bastante bandoleros y enormemente filósofos”.

Recuerdo y profecía por España más allá de los laberintos partidistas, de las trituradoras mecánicas, de las fábricas de sueños y por encima de los arcángeles de la destrucción quiere ser reflejo subjetivo de unas experiencias vividas, temblorosa intuición de un futuro próximo.

Esperando haber logrado tal propósito, arrojamos verso y música a este ruedo español en donde luchan, desde siempre, el minotauro y la paloma, el hedonismo y la tragedia”.

  Y es que hay otra España perdida, y no precisamente la que se hundió en 1893 o en 1975, sino la que contra ellas se alzó, verso en ristre, tratando de llover en el desierto. La que trató de asimilar las imágenes proverbiales de una tradición que se había vuelto irrespirable a las exigencias de un nuevo mundo que se abría a sus pies. La que clausuró un despertador, la que ardió a medianoche, la que se comía los grillos del jardín, la que se ahogó en departamentos universitarios, la que tenía la manía de pintarrajear el mismo signo en los servicios de las estaciones:  

Oíd los soñadores, todos los que esperáis más allá del fracaso, más allá de la muerte y del grito suicida ahogado entre la niebla; todos los que escapasteis del frío subterráneo donde nos encerraron los locos que fabrican la mentira del mundo, los rebeldes, los puros.

Oíd los que sufristeis el desprecio, las cárcel y las cruces del odio venid a la ciudad que nos fue prometida y cantemos unidos bajo la noche inmensa porque están ya selladas las lágrimas del pánico y un rojo himno de rosas anuncia nuestro día

  Una iconoclastia inestable que a ningún puerto conducía, pero que permitía vislumbrar algunos haces de sentido en los hueros callejones del presente. Años donde la vida era joven y nosotros aún salíamos hasta tarde. Una libertad que sólo es posible en las peores tiranías; nada que ver con la blanda y fofa permisividad que hemos heredado. Una libertad que invoca con gesto sublime el propio Luis Díaz Viana en su poema El profeta,de 1976:  

Arranqué los ojos a los dioses, hice el amor en un altar vacío, desnudo me exhibí en los “restauranes” y escupí en el plato de los ciegos.

Con un rosario he estrangulado las estatuas, cubrí con sangre cuadros gigantescos y quemé los libros que esclavizan a los hombres.

He comido el corazón de las alondras, desgarrado el sexo de las hadas y corrí con los payasos por el bosque incendiando el vientre de la tarde…

Sobre el autor:

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Óscar Carrera

Estudió filosofía, estética e indología en las universidades de Sevilla, París y Leiden. Autor de 'Malas hierbas: historia del rock experimental' (2014), 'La prisión evanescente' (2014), 'El dios sin nombre: símbolos y leyendas del Camino de Santiago' (2018), 'El Palmar de Troya: historia del cisma español' (2019), 'Mitología humana' (2019) y la novela 'Los ecos de la luz' (2020). oscar.carrera@hotmail.es

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