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Soy consciente que todo lo escrito se puede malinterpretar. Lo sencillo es que el desencanto nos haga caer en desánimos infecundos.

Los paralelismos son dos puntos equidistantes, el centro son dos opuestos desiguales. Javier Krahe quería ser entre Borges o bailable. Por su parte, Rafael Sarmentero fantaseaba con Luis Alberto de Cuenca o Woody Allen.

Sólo de lo perdido canta el hombre. El amor es una orquídea que florece, lamentablemente, en muy pocos jardines. En el espigar de esta siega, se enraíza una ciega cosecha floreciente. En definitiva, nadie puede explicar una creencia en base a la experiencia.

La ingenuidad de este país no tiene límites. Esta nación se ahoga en imponderables. Las espadas flamígeras contra la corrupción son de juguete y están empuñadas por traidores. Las homilías ateas de la jauría política (y sus adláteres propagandísticos: opinión publicada, en tuit al vacío, vendida al fresco como comunicacional dogma científico) para con los asnos son predicadas por fantasmas en plasma. Es muy fácil proponer revancha sin ampararse en justicia alguna. Lo difícil es componer conversando hasta unir en un mismo sonido voces divergente. Expandir el guerracivilismo es tan sencillo como prender el bosque con una sola mecha. El fundamentalismo se agazapa entre las zarpas de animales aparentemente ilustrados. En el reparto del desastre tocamos a más de lo que nos correspondió en su día en el reparto de beneficios. ¿Qué parecemos? Una sociedad jactada de sí deglutiendo sus excedentes. A toro pasado la melodía del silencio pesa como un mal chiste o una calumnia indigesta. Examinamos los posos en el fondo de la taza de café como un cafeomante. Nuestra estructura sociopolítica está obsoleta.  Así pues,  espero, compañero, que nuestras acciones prediquen con el ejemplo. Todos somos interdependientes en este mundo nuestro: ninguno de nosotros, desgraciadamente, puede ser dueño de su destino por sí solo.

Soy consciente que todo lo escrito se puede malinterpretar. Lo sencillo es que el desencanto nos haga caer en desánimos infecundos. ¡No seamos membrillos! Sabemos por la dadaísta Hannah Höch que la masa tiende a medrar su existencia en vivencias plásticas. Sí, ¿y qué? No basta decir. Si anhelas el cambio no debes callar por los codos. Todos somos útiles, pero nadie es imprescindible. Ni hay suelo ni hay techo. Nada importa nada.

Por mucho que queramos escorar nuestro verdadero ser, la verdad prevalece y sale a la luz. El dilema reside en si hacerlo con naturalidad o complejos. O, directamente, disimularlo o subliminarlo. En fin, no se puede estar reservándose el pastel y al mismo tiempo ir trincándoselo a escondidas. La curiosidad es lo que nos mantiene vivos. Tenemos el derecho y el deber de apasionarnos con la vida, de entregarnos en cuerpo y alma a aquello que nos estimula, a ese destino universal para el que hemos nacido. A este valle de lágrimas le viene bien un poco de sal y pimienta. Y, aún mejor, canela en rama. Porque la vida vivida en plenitud no cesa de recompensarnos.

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Daniel Vila

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