La crítica de la película 'La llegada'.

LA LLEGADA (The Arrival, USA, 2016) (110 min); dirección: Denis Villeneuve; guión: Eric Heisserer (basado en Story of your Life de Ted Chiang); fotografía: Bradford Young. Música: Jóhann Jóhannsson; intérpretes: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg…

Desde la seminal Guerra de los Mundos de H.G. Wells la invasión de nuestro pequeño planeta por parte de alienígenas constituye un tema literario y por extensión cinematográfico, muy visitado dentro del más amplio género de la ciencia ficción. Poner a la Tierra sitiada por fuerzas superiores venidas de los confines del universo ha servido de alegoría para representar el miedo a la guerra nuclear, a las pandemias, o incluso a los movimientos migratorios.

La novela corta de Ted Chiang Story of your life (1998), que sostiene el guión de la película La llegada, presenta una visita inesperada de esas fuerzas cosmogónicas exteriores como punto de partida para una reflexión sobre la función del lenguaje en nuestra comprensión del mundo y sobre el determinismo de nuestra existencia.

La película dirigida por el director canadiense Denis Villeneuve (Prisioneros, 2013, Incendies, 2010) sigue en parte el argumento del relato literario y desarrolla con elegancia y sutileza esa exploración de la psique humana, en la misma línea que otras películas del género como Solaris (Soderbergh o Tarkovsky) o más recientemente Interstellar (Christoper Nolan).

Es cierto que no hay escenas espectaculares de batallas, movimientos de masas o grandes efectos especiales pero sí hace concesiones a algunos tópicos del subgénero invasión alienígena: caos y desorden preapocalípticos, confrontación entre militares y sabios, la cuenta atrás para el explosivo o la actuación individual de la que depende el destino de la humanidad.

La llegada es una película comercial, en la medida en que lo fueron Una Odisea Espacial 2001 o Encuentros en la Tercera fase; el monolito negro de Kubrick, o la frase musical de Spielberg son referentes claros, no obstante, en su especulación sobre el libre albedrío o la expresión de nuestros sentimientos, incluso en su tratamiento de la línea temporal, también muestra una deuda con el cine de Terrence Malick (El árbol de la vida).De hecho es una película con una puesta en escena modesta, elegante, pocos subrayados, que deja espacios al silencio, a la contemplación; los efectos digitales no están al servicio del rayo láser sino de la caligrafía circular, en bucle, de Abbot y Costello, esos dos estoicos enviados de las estrellas, no sabemos si maléficos o benefactores.

El punto de vista predominante es el de la doctora Louise Banks (Amy Adams), experta en aprendizaje y comuniciación de lenguas y como tal con grandes dotes para la percepción y la empatía. Son sus sensaciones y su mirada vulnerable las que nos muestran la historia, con algunas cuñas de noticiarios de televisión que proporcionan contexto exterior.

Amy Adams encarna sensiblemente a esa filóloga confusa y algo melancólica que sabe que sólo abriéndose al otro sin prejuicios podemos entendernos y que se pregunta si el destino podría cambiarse. Los demás actores principales, Forrest Whitaker y Jeremy Renner, tienen un papel menor pero de eficaz apoyo.

En La llegada la cuestión fundamental no es si hay o no vida en el exterior, con seguridad debe de haberla; ni su grado de evolución, ésta no parece seguir un designio razonado aquí y probablemente tampoco en cualquiera otra galaxia; lo fundamental es la comunicación, cómo darle forma sensorial a esa sopa informe que es nuestra psique.

Es una película delicada y sensible que se mantiene en equilibrio inestable entre lo comercial y lo introspectivo. Hay que ir a verla y disfrutar de sus disyuntivas: en esta enésima reedición del secular dilema entre las Armas y las Letras, ¿quién gana? ¿Tenemos una nueva Torre de Babel, un mundo acotado en muros de miedo, o una nueva Arcadia a la vista? ¿Existe el destino, puede uno rebelarse contra él?

En fin, una película estimulante para espectadores inquietos intelectualmente, y algo morosa para aquellos ya estimulados por lo digital. 

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Jorge Miró

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