El documento es gráfico, apenas contiene texto y deja espacio a la libre interpretación del que lo posea. Casi dos siglos después, puede decirse que constituye una reliquia de la vida cotidiana. Lo que no sabemos, si del pueblo jerezano —lo dudamos al observar que no se hace mención al trabajo— o de quién. A través de una colección particular, hemos tenido acceso al panjangam jerezano, como bien podría denominarse, un documento que fue adquirido hace algo más de 40 años a un antiguo librero. Una especie de calendario en el que se resume el modus vivendi de alguien que desconocemos y que sospechamos que no es el tal don Manuel Ruiz, quien solo se encargó de imprimirlo. De hecho, según nos consta a través de la publicación de Aplicación de las voces de serviles y liberales: con alguna cosilla sobre la causa del diez de marzo en Cádiz que firma El soldado adulador, fechada en 1821, el tal Manuel Ruiz llevaba al menos una década como impresor.

La mera denominación del calendario ya nos pone en alerta. Teniendo en cuenta, y así nos lo comunica la colección particular que lo posee, que este documento es totalmente verídico, es extraño que en 1830 un jerezano poseyera —y adaptara a su entorno— un calendario con raíces hindúes, al no haber llegado en esa época aún las influencias orientales de segunda mitad de siglo. O eso creemos. Según el diccionario de mitología universal Akal, el panjangam es "un almanaque compilado todos los años por los brahmanes para señalar los días fatos y los nefastos. Los indios se servían deste útil para regular su conducta ateniéndose a sus indicaciones escrupulosamente, aunque ello supusiese la pérdida de algún negocio importante. Existe con todo un panjangam especial en donde se indican las horas felices y las infelices del día y de la noche".

El panjangam.

Una página de historia de la India nos proporciona la vinculación del panjangam (o panchangam) con la astrología y asegura que "es un almanaque astrológico hindú, que sigue la cosmología tradicional india, y que presenta importantes datos astronómicos en forma de tabla". El término literalmente significa algo así como cinco aspectos o parámetros (panch es "cinco" y ang, "los aspectos"), con objeto de determinar los momentos del día más idóneos para una determinada función y cuya base parece situarse en la posición y movimientos de los astros. Es en definitiva un calendario que varía en función de quien lo realice y lo interprete, vinculándose profundamente a la astrología. Un hecho que encaja con lo que percibimos en nuestro panjangam, que divide el año en quincenas y horas para desempeñar unas determinadas tareas.

El panjangam jerezano divide el tiempo, como decimos, en quincenas que ocupan la primera columna, situada a un lado, mientras que en el otro se sitúan las tareas a desempeñar: levantarse, comer, siesta, pasear, leer, vagar y cenar. Una curiosa sucesión de actividades que, sin duda alguna, nos aproximan más a la vida contemplativa de algún espécimen cercano al señorito andaluz al que además de la ausencia del trabajo, se le suma diariamente las ociosas tareas de la siesta y del vagar.

Sea como fuere y perteneciera a quien perteneciera el panjangam, nos ofrece realidades ineludibles como que en la cuna de Occidente también nos adaptamos al horario solar y que más allá de las columnas de Hércules, sabemos diferenciar el vagar del pasear desde tiempos inmemoriales. Las mañanas son por naturaleza horas vacías y las tardes son momentos ideales para la lectura. Como su homónimo hindú, nuestro panjangam nos indica las mejores horas para desempeñar una serie de tareas y es claro y conciso a la hora de hacerlo. En invierno, con menos horas de luz solar, el sujeto objeto de este calendario se levanta más tarde, mientras que en verano lo hace más temprano. Similar es la hora del almuerzo, de la cena y del resto de actividades, que se amplían en media o una hora dependiendo de la época del año.

Sin embargo, el panjangam jerezano esconde algunas realidades más notables de nuestra tierra como son las buenas costumbres —o no tan buenas, como dicen ahora nuestros primos lejanos del norte— del comer y del cenar tarde y con tranquilidad: el tiempo entre el almuerzo y la siesta oscila entre hora y pico y dos horas, mientras que el de la siesta ronda también el par de horas. Sobre la hora a la que acostarse, de hecho, no hay rastro. ¿Quién ha dicho eso de que somos europeos? Dime la hora a la que cenas y te diré quién eres.

Sobre el autor:

Sebastián Chilla.

Sebastián Chilla

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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