Norma (Vincenzo Bellini). Sábado 4 de noviembre de 2017. Maribel Ortega (Norma), Albert Montserrat (Pollione), María Rodríguez (Adalgisa),  Francisco Santiago (Oroveso), Francisca Albertos (Clotilde), Francisco Gracia (Flavio). Coro del Teatro Villamarta. Joan Cabero, dirección del coro. Orquesta de Córdoba. Carlos Aragón, Dirección Musical. Francisco López, Dirección de Escena.

La representación ofrecida en el Teatro Villamarta el 4 de noviembre ha brindado la oportunidad de escuchar a la soprano jerezana Maribel Ortega en uno de los roles más codiciados por todas las cantantes de su cuerda desde el momento del estreno de esta ópera el 26 de diciembre de 1831. Desde las grandes divas del siglo XIX como Giuditta Pasta —la cantante del estreno en la Scala de Milán por elección del propio compositor—, María Malibrán, Henriette Sontang, Pauline Viardot, Giulia Grisi —la Adalgisa de la primera representación milanesa— o Adelina Patti; hasta intérpretes muy destacadas en la pasada centuria como Rosa Ponselle, Claudia Muzio, Maria Caniglia, Maria Callas, Anita Cerquetti, Joan Sutherland, Beverly Sills, Renata Scotto y Montserrat Caballé. Todas ellas han dejado su huella en un personaje complejo desde el punto de vista dramático y musical, que ha sido y es permanente aspiración de toda soprano con ambiciones, del mismo modo que las mezzo-sopranos lo hacen con Carmen, los tenores con Otello, los barítonos con Rigoletto o los bajos con Boris Godunov.

Norma de Vincenzo Bellini (1801-1835) es la ópera más importante del compositor y una de las más emblemáticas del belcantismo. La eficacia músico-teatral y la elocuencia con la que están realizados los retratos psicológicos de los personajes, especialmente el de la protagonista, no eran frecuentes en el repertorio italiano dominado por el compositor de Catania junto a Rossini y Donizetti. Habría que esperar a la llegada de Giuseppe Verdi para encontrar estas sutilezas dramáticas. Por ello, no es extraña la veneración que siempre despertó esta ópera desde su estreno.

La soprano jerezana Maribel Ortega debutó como cantante profesional en el rol de Norma hace once años en Sabadell. Su reencuentro con el personaje nos la muestra en un óptimo estado vocal y con un enfoque dramático en el que se hace hincapié en la faceta manipuladora de la sacerdotisa, resolviendo de modo más acertado la vertiente doliente del rol que la vengativa. Posee homogeneidad tímbrica en todo el registro y un sonido bien proyectado. Sin embargo, ha disminuido su dominio de las agilidades, tan abundantes en su particella, posiblemente como consecuencia de que ha frecuentado últimamente papeles del repertorio más dramático. En el recitativo inicial estuvo incisiva, con una tensión bien lograda, aunque con la voz aún fría, lo que hizo que las notas graves fueran débiles y todavía los reguladores funcionaran de modo brusco. En “Casta Diva” el fraseo fue cuidadoso y el legato correcto, aunque las agilidades y la cadenza final fueron apuradas. En el recitativo que precede a la cabaletta “Ah bello a me ritorna” el director imprimió un tempo lento para favorecer la resolución de las agilidades. A partir del primer dúo con Adalgisa, “O rimembranza”, su canto comenzó a ser más seguro, y con ello su interpretación. Estuvo especialmente afortunada en “O di qual sei tu vittima”, “In mia man alfin tu sei” y en la emocionante escena final. Sin duda, Maribel Ortega fue la gran triunfadora de la velada, como era de esperar.

El tenor barcelonés Albert Montserrat encarnó un Pollione que fue de menos a más. La voz presentó bastantes problemas de proyección, control de la afinación, emisión de las notas de paso y resolución del registro agudo en su aria inicial “Mecco all ‘altar di Venere” y la posterior cabaletta “Me protege me difende”. Sin embargo, a partir del dúo con Adalgisa, “Va crudelle”, su prestación comenzó a mejorar y los problemas antes señalados fueron disminuyendo hasta lograr un canto más estable al final del primer acto, en el trío con Norma y Adalgisa, en el que el efectista estallido del conflicto surgido entre los personajes fue bien dibujado por los tres solistas.

La mezzo-soprano vallisoletana María Rodríguez fue la más convincente desde el punto de vista dramático, aunque su canto no estuvo exento de contratiempos. Su situación vocal fue mejor que la que mostró en su última actuación en el Teatro Villamarta el 18 de noviembre de 2015, en La Trágedie de Carmen, y, al igual que sucedió con el tenor, fue mejorando según avanzaba la representación. En su aria de entrada, “Deh proteggimi o Dio”, los graves fueron débiles y la capacidad de control de los reguladores fue pequeña. No obstante, a partir del dúo con Pollione, “Va crudelle”, su interpretación ganó en seguridad. En el dúo con Norma “O rimembranza” se presentaron dificultades en las complicadas notas agudas y se puso en evidencia la reducida flexibilidad vocal que le genera problemas en las páginas con coloratura. No obstante, el detallado fraseo y su musicalidad salvan su prestación de los inconvenientes antes señalados, logrando fundir bien con la soprano en los dúos. Mención aparte merece “Mira o Norma”, en el que soprano y mezzo alcanzaron uno de los momentos mejor interpretados de la representación. Sus voces empastaron muy bien y el control del sonido y del fiato consiguió una excelente traducción de la bella melodía belliniana.

El bajo cordobés Francisco Santiago mostró una oscilante proyección del sonido y un volumen vocal no especialmente grande, lo que provocó que en las escenas de conjunto no siempre se pudiera percibir su canto. Su momento más notable estuvo en la cavatina “Sì parlerà terribile”. En personajes breves, cumplieron con dignidad Francisca Albertos (Clotilde), con un fraseo nítido, y Francisco Gracia (Flavio), con una voz clara. El Coro del Teatro Villamarta tuvo su momento de mayor lucimiento en las páginas “Norma viene” (ya ofrecido en el concierto conmemorativo del 20 aniversario de la formación que tuvo lugar el pasado 30 de septiembre) y “Guerra guerra”, en las que su prestación fue adecuada al momento dramático requerido. En conjunto, una buena actuación gracias al trabajo de dirección de Joan Cabero.

Carlos Aragón, dirigiendo la Orquesta de Córdoba, estuvo muy atento a las necesidades de los cantantes, como es esperable en una ópera del repertorio belcantista, facilitándoles el fraseo y el control del fiato. Asimismo, las páginas instrumentales de apertura de los dos actos fueron bien interpretadas. La dirección escénica de Francisco López ha utilizado como referencia las icónicas imágenes de la película “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang y los efectos visuales de la pintura impresionista. Con un hábil uso de las proyecciones y la iluminación se logró un eficaz resultado. Lástima que el muy ecléctico y poco coherente vestuario ayudara poco a la comprensión de la acción.

Sobre el autor:

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Joaquín Piñeiro Blanca

Profesor Titular de la Universidad de Cádiz. Departamento de Historia Moderna, Contemporánea, de América y del Arte.

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