Montañés. Maestro de Maestros propone hasta el próximo
15 de marzo, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, un completo recorrido por la trayectoria artística del escultor
Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, Jaén, 1568-Sevilla, 1649) a través de
57 piezas, entre ellas algunas de sus obras maestras como el Cristo de la Clemencia y la Inmaculada Concepción,
La Cieguecita.
La muestra, en el 450 aniversario del nacimiento del artista andaluz, ocupa
las salas V y de Exposiciones Temporales del Museo, y cuenta con obras cedidas por los
conventos sevillanos de Santa Ana, San Leandro, Santa Clara, del Bueno Suceso y del Santo Ángel. También se encuentran piezas de las iglesias del
Salvador, la Magdalena, San Andrés, San Julián, San Antonio Abad, la Anunciación y la Catedral de Sevilla.
Igualmente, se exhiben préstamos de la colección artística del
Ayuntamiento de Sevilla, del monasterio de
San Isidoro del Campo, de Santiponce; la parroquia de
Nuestra Señora de Consolación, de El Pedroso; de la parroquia de
San Miguel, de Jerez de la Frontera; de la
Catedral de Huelva; del convento de
Santa Clara,
de Llerena (Badajoz), y del
Museo Nacional de Escultura, de Valladolid, además de los importantes fondos de Montañés y su época que custodia el Museo de Bellas Artes de Sevilla.
En paralelo a la producción de la exposición, la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico está llevando a cabo una intensa labor de restauración y conservación de las obras de Juan Martínez Montañés para que puedan ser exhibidas en las mejores condiciones. En total, se va a intervenir en 18 piezas, siete de ellas pertenecientes a la colección del Museo de Bellas Artes de Sevilla, cuyo taller está realizando las tareas de rehabilitación.
Recrear a
Juan Martínez Montañés (1568-1649) es como ir punteando íntimamente su genialidad, cómo plasmaba lo que era de su interés, cómo lo representaba y cómo planteaba sus extraordinarias obras. Lo que queda de ese contorno es la tensión arterial de la escultura vivida con espíritu de desafío y con voluntad de permanencia. Tanto que la onda expansiva de su producción rebasa con mucho los límites de su biografía. Para sus coetáneos, Martínez Montañés era conocido como el
Dios de la madera. Eso lo dice todo.
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