Manolo García enciende a 6.000 almas

El cantante catalán pasa por Cádiz dentro de la gira de su último trabajo con un concierto de casi tres horas que hizo vibrar y disfrutar al público

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Como si el tiempo se hubiera detenido en su voz, colgando desde su garganta a sus manos, con esa habilidad de pintar las melodías con todos los colores de su particular soniquete. El mar -un mar antiguo- como telón de fondo y un batallón de casi 6.000 almas que tararean el mismo compás. Y podríamos haber seguido allí, en el puerto, cantando hasta devorarnos el alba. O hasta que los músicos hubieran terminado de evaporarse tras las más de dos horas y media de concierto que nos brindaron. Manolo García volvía a sonar en Cádiz y la ciudad lo envolvía en un abrazo. Comenzaba con el Frío de la noche en una cálida interpretación a pie de escenario, con su guitarra y su voz desnuda, sin artificios ni adornos. Hasta treinta temas sonaron y al público, incesante y hambriento de más, nos supo a poco. "Nos comimos la tarta entera, y cuando nada quedaba, aún era tanta el hambre, que nos comimos hasta las velas".

Las letras de sus canciones siempre fueron como enredaderas de palabras que te envuelven de los pies a la cabeza. Palabras y metáforas imposibles cargadas de peso y sentido. En el escenario, sin embargo, todo se vuelve etéreo, flotan delicadamente en el aire y seducen a los espectadores paralizando el tiempo. Hubo lugar para lo antiguo y lo nuevo. Tras el frío, Fragua de los cuatro vientos entre el humo y las cuerdas del violín de Olvido Lanza. De Ardió mi memoria al Océano azul. "Te besé una vez y atrapado me quedé". Y atrapados nos quedamos, aislados entre la multitud, como si sólo estuviera el mar, la música y su voz.

Fueron ocho los temas que interpretó de su nuevo trabajo, Geometría del rayo. Un álbum con un gran contenido poético. Destaca el acústico de la melódica En tu voz, que entra hasta el fondo sin pedir permiso, remueve y trastoca todo tu interior y ya nunca más puede salir de ese rincón. Fue el primero de los bises. También pudimos disfrutar de la voz de su hermana, Carmen García, que nos regaló Ruedo, rodaré, "fueron mi puerto de agua dulce marinero". Hasta una versión de La bamba con la que pretendía cerrar la noche y que el público recibió alegremente. Pero no podía irse todavía, no así. Y es que no escatimó en temas ni en bises. Hasta tres veces volvió al escenario. Y hasta dos se bajó de él para mezclarse con el público. Como es costumbre en sus conciertos, dándolo todo hasta no poder más. Con la camisa empapada pero la voz intacta.

Manolo tuvo palabras para Cádiz, una tierra por la que siente especial cariño tal y como siempre ha demostrado. "Queda claro que los de Cádiz os apuntáis a un bombardeo". Lamentó que esta fuera una de las provincias más desfavorecidas, "con la buena gente que hay aquí". Y también tuvo un guiño feminista -qué sería del mundo sin las mujeres-, donde expresó que "ojalá fueran todas las políticas mujeres. El mundo iría mucho mejor". No podía despedirse sin deleitarnos con temas míticos como A San Fernando, Si te vienes conmigo, Prefiero el trapecio o Nunca el tiempo es perdido. Y cómo no, ese Pájaros de barro en acústico con el que volvía por última vez al escenario antes de retirarse. Finalmente el público pedía a gritos la Insurrección, pero no nos la cantó, no. Se sentó a la batería y dejó que fuera la banda quien la interpretara. Sí, sí, a la batería. Y todos marchamos con una sonrisa enorme tras un magnifico concierto. Y tú, "¿dónde estabas entonces?".

Manolo García enciende a 6.000 almas
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