Claro del tiempo, según el poeta José Carlos Rosales, autor del prólogo, “podría haberse titulado Cuaderno de tiempo (o Cuaderno del tiempo), pues de alguna manera no es otra cosa que eso, una colección ordenada de poemas que giran de un modo u otro alrededor de una indagación personal sobre el tiempo vivido, el único tiempo real de que disponemos, un tiempo que solo permanece vivo si se desaloja la vieja rutina de la tristeza y es capaz de retener el dulzor de las flores, es decir, la vivencia fundacional de la belleza o el placer”. Para Amalia Vilches, en los libros de Pallarés “hay una poesía que casi se transparenta, una palabra pura, de una sencillez aparente”. En este último, “el poeta esboza, enmudece para dejar que el lector investigue en lo que su voz sugiere, el valor simbólico que deberá encontrar en cada palabra trascendida, lo que hay más allá de su carácter denotativo”. Es un libro que habla del tiempo, desde la nostalgia, pero desde el amor a la vida y al tiempo presente.José Pallarés nos habló en primer lugar de la edición del libro. Y destacó las ilustraciones de la pintora granadina Elena Laura. El título del poemario hace referencia a los versos de García Lorca “Me senté / en un claro del tiempo”, (Claro del reloj, de Primeras canciones). En el libro hay pocos poemas, veinticinco, porque un libro debe tener unidad, “no debe ser una simple gavilla de versos, y no debe sobrar ningún poema”. Los poemas giran alrededor de dos ciudades: Granda, donde nació el poeta, y Besançon, ciudad francesa en la que residen su hija y su nieta. Son los dos espacios y los dos tiempos poéticos del autor. En la primera parte está su infancia y su juventud, y en la segunda está la infancia de su nieta Candela: “son dos vueltas a la infancia”.
A través de las preguntas de Amalia Vilches, el poeta fue desentrañando el significado de los poemas. Algunos hablan de los patios de la infancia en Granada, de los miedos, de la mirada del Cristo de piedra, de los jardines y de los placeres, de las tardes en la biblioteca, de las primeras lecturas, del fluir del agua o del consejo de su tío de Conil: “huye de la rutina de la tristeza”. Otros poemas tratan de acontecimientos sociales y políticos, sucesos que marcaron a los jóvenes de los años setenta: huelgas, encierros, represión, muertos… A lo largo del libro hay “dos personajes poéticos”, el de la infancia-juventud y el de la madurez. “Los poemas intentan captar el tiempo existencial, no el tiempo que marcan los relojes”, en un libro que transcurre “entre el rumor del agua y el rumor del viento”. Y hay intertextualidad, citas a sus poetas de referencia integradas en los versos. Jardincillos
Los que serían más tarde refugio para besos
furtivos en la noche eran tan solo entonces,
a las tres de la tarde, espacio luminoso
sin sitio para nada que no fuera la vida.
Era aquel un espacio vedado a los mayores.
Lo miras y sonríes. Tú ya no puedes verlo.


