La Crítica de Villamarta. Estévez y Paños Compañía estrenan en el Festival de Jerez 'Bailables', un espectáculo que se nutre de partículas elementales para sostener un agitador discurso a la altura de muy pocos.

Estévez y Paños Compañía. Bailables. Idea original, dirección y coreografía: Rafael Estévez/Valeriano Paños. Baile: Rafael Estévez, Valeriano Paños, Nadia González, Sara Jiménez, Macarena López y Carmen Muñoz.Cante y música: Matías López 'El Mati'. Colaboración histórico-musical: Faustino Núñez.Colaboración especial: Antonio Ruz. Dirección musical, selección de repertorio musical y guión: Rafael Estévez. Música: Rafael Estévez, Matías López, Faustino Núñez y repertorio de música popular española y flamenca. Diseño, iluminación: Olga García y Estévez y Paños.Diseño de sonido: Chipi Cacheda, Estévez y Paños. Luces: Álvaro Estrada. Sonido: Chipi Cacheda. Vestuario: Daniela Presta. Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: 3 de marzo. Aforo: Tres cuartos de entrada. (***)

El Vito transformado en enfermedad, en el originario baile de San Vito. Esa queja que agoniza y reverbera al final de la noche. Ese Omega morentiano del comienzo. Ese baile primitivo, ese cante al desnudo –El Mati da el do de pecho en cada uno de los tres bloques de piezas coreográficas–. Ese piano que suena cacofónico. Esa misa negra de aquelarre de Goya oficiada por el diablo cojuelo-Rafa Estévez que es tenebrosa y barroca. Esa luz caravaggiesca que solo torna en rojiza durante la ouija flamenca: invocando a los ancestros. Evocando todos esos cánticos bailables y todos los que no lo son. El martinete, el romance, los pregones, la soleá apolá... La cachucha gaditano-mexicana (con letra casi gore de Joaquín Pardavé) o la carcelera que grita libertad. Como grita Valeriano Paños estirando sus brazos al fondo del escenario, en busca de esa luz que viene de ese hueco en el que se adivina el cielo. Como si de un díptico junto con Sonatas se tratase, sospechosamente similar pero radicalmente distinta en forma y fondo, Estévez y Paños vuelven a poner cerebro y corazón en una obra dancística adulta, madura. Una producción pequeña pero que parte de una labor de investigación y exploración enorme y fruto de muchos años. Como si cada vez plantearan un nuevo reto para la danza.

Ayudados en esta ocasión por el flamencólogo Faustino Núñez, pero autoestimulados ante el desafío de un nuevo triple salto mortal en su concepción de la danza-teatro-flamenco, surge este asombroso trabajo. Este Bailables que han estrenado en el XX Festival de Jerez Estévez y Paños Compañía podría encajarse a caballo entre la danza dentro de la danza de Un, dos, tres… fa de Mario Maya y ese Galván del tambor rociero en la metafísica El final de este estado de cosas. Poesía popular, coros y danzas, tango carnavalesco, escuela bolera, danza neoclásica, contemporáneo, folklorismo animado de ayer y hoy… Todo lo imaginable tiene cabida en 90 minutos psicotrópicos por mor de un par que es rara avis en el mundo del baile flamenco y la danza española. Tan capaces de amalgamar siglos de tradición -lo antropológico y el protoflamenco- como de saltar al futuro sin red. Siempre en el precipicio de la creación, adelantándose a la vanguardia. Ya lo experimentos con Muñecas, Flamenco XXI, y La consagración, auténticas genialidades de estos bailaores-bailarines afanados en sorprender, en estimular, en insuflarnos oxígeno ante la asfixia de tanta homogeneización artística y cultural.
Aquí plantean otro espectáculo incómodo. Una obra a ratos inquietante, a ratos surrealista. Danza en los huesos, baile de entrañas. Un mantra de martillo golpeando un yunque por martinetes. Un plástico enorme que hace las veces de palio y manto para las saetas a la Virgen. O que emula el oleaje rabioso de ese cementerio marino para quienes cruzan la frontera con tal de alcanzar ese medio mundo que se burla del otro medio, como alude la letra del Vito con la que cierran el espectáculo. De nuevo la crítica social de plena actualidad. De nuevo las coreografías con trasfondo. Nada al azar, todo sujeto a un por qué. En la compañía todos son solitas y además solistas formidables: desde los cabecillas de la trama hasta las bailarinas Nadia González, Sara Jiménez, Macarena López y Carmen Muñoz -todas sensacionales-. Ellas conjuran a los demonios o bailan las sevillanas en las clases del histórico maestro Otero. Este estilo, precisamente, es el hilo conductor de las piezas y movimientos coreográficos. El más bailable, el que también sirve para confrontar la tragedia con la alegría a borbotones. El que es empleado como chocante contraste entre esa sociedad a la que la congoja y la indignación ante las injusticias sociales le duran lo que se tarda en darle al play de la fiesta de la primavera eterna. Tan pronto los bailarines se ahogan en el mar salvaje de la soleá apolá que cambian automáticamente el tercio para bailar por sevillanas.

La danza esencial de Estévez y Paños la carga el diablo: rupturistas, excéntricos, rebeldes con causa. A veces dialogan en un idioma tan íntimo que es difícil entrar en ese círculo -en este estreno hubo secuencias en las que nos dejaron fuera de juego-. Un lenguaje y unas claves, en definitiva, que buscan trascender más que transgredir, que persiguen lo eterno antes que la efímera novedad. Todo dentro de una obra abierta, casi de arte y ensayo, en la que el espectador es convenientemente zarandeado como muy pocos lo logran en la escena dancística española actual. Si el vestuario de la fantasía dedicada al padre Soler se fijaba en la historia del baile y los grabados del siglo XVIII, en Bailables hay una escala de grises en los bailarines vestidos de calle. Todo con aire cotidiano: básico. La caja negra completamente al desnudo -como en Sonatas- y un solo músico en escena refuerzan ese afán por llevar a las tablas las partículas elementales capaces de sostener un agitador discurso personal e inclasificable solo al alcance de los elegidos.

Sobre el autor:

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Paco Sánchez Múgica

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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