Antonio Machado se preguntaba qué cantaban los poetas andaluces. Interrogante donde los haya. Tal vez, en mi subjetiva y caprichosa opinión, puedo afirmar, desde lo que sé porque nadie lo sabe todo, que Federico García Lorca pudo responder sobradamente a la honda y obscura pregunta de Machado.

García Lorca es el arquetipo final del hacedor andaluz. Esto es universalmente aceptado. Acentuado por su final trágico. Su obra habla por sí sola. Desde Bodas de sangre a su Romancero gitano. El filólogo y poeta Dámaso Alonso, a la sazón fundador de la Revista de Filología Española, director de la Real Academia Española y miembro de la Real Academia de la Historia, comentaba: «El alma que allí canta, que allí en el misterio de la creación poética se cela y a la par se descubre, no es el alma del poeta: es el alma de su Andalucía, es el alma de su España. ¡El alma de su España andaluza, gitana y romana, patente y densa, olor y luz aliviados en música en la poesía de García Lorca!».

A su vez, Jorge Guillén, gran amigo de Federico, señalaba: «Federico nos ponía en contacto con la creación, con ese conjunto de fondo en que se mantienen las fuerzas fecundas, y aquel hombre era ante todo manantial. Junto al poeta –y no sólo en su poesía– se respiraba un aura que él iluminaba con su propia luz. Entonces no hacía frío de invierno ni calor de verano: hacía. Federico».

En una reciente conferencia en la Universidad Olavide, Benjamín Prado, discípulo de Rafael Alberti, afirmaba: «García Lorca y Alberti serían peores poetas sin el flamenco. Basta tener orejas para darse cuenta de que, a veces, las letras del flamenco son tremendas. Ha sido una cultura que durante muchos años fue mirada por encima del hombro, considerada de ultraderecha y la expresión de una España de charanga y pandereta que no nos hacía sentir muy orgullosos, pero eso era mentira. El flamenco no tiene ideología. En su origen, expresaba los problemas de los pobres. De hecho, Félix Grande decía que era una canción de protesta, pero de otra manera. Últimamente, el flamenco ha vuelto a molar, le ha pasado como al fútbol».

La obra de García Lorca brilla con luz propia aún en nuestros días. Sigue siendo uno de los poetas más queridos en nuestra lengua. Su vasta producción se desprende en dramaturgia, poesía y artes plásticas. Lorca sumaba a su vocación literaria su pasión por la música. Se le reconocía gran talento natural como intérprete. En síntesis, resumía a la perfección al artista total. Por ello, el literato granadino representaba como ningún otro correligionario de su generación al intelectual del siglo pasado: artista completo con voz propia que aúna en su obra el pasado y la vanguardia. De lo local a lo universal.

Sirva esta escueta semblanza como primera aproximación a García Lorca, el andaluz universal.

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Daniel Vila

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