EL MAYO DEL 68 (Relato del libro: Hijos del Mayo del 68).

Mi padre se encaramó en el Arco del Triunfo y colocó una bandera rojinegra. Cuando bajó, mamá lo persiguió con la mirada entre la multitud de estudiantes y obreros y no paró hasta que consiguió estar a su altura. Ella, con su acento extranjero, piropeó su valentía. Él, lleno de vanidad, señaló una pegatina de su solapa con la frase “prohibido prohibir”, y, aun sin conocerla de nada, besó su boca y la citó a las ocho en una barricada del Bario Latino. Al volverse a encontrar, se refugiaron en la trastienda de la librería española, a la espera de la carga policial. Allí, comenzó mi vida.

LA RAÍZ CUADRADA DE LA DIVISIÓN DEL TRABAJO (Relato del libro: Hijos del Mayo del 68)

En el bachiller destacó tanto en matemáticas que anhelaba licenciarse en ciencias exactas. A mitad de la carrera se casó con un profesor de la cátedra de análisis numérico y dejó de estudiar. Así, durante diez largos años, tres embarazos y el divorcio, los únicos problemas que resolvió fueron las ecuaciones del hogar y obtuvo, a cambio de ello, una suma de ingratitudes elevadas al cubo de la fregona.

LA REVOLUCIÓN CULINARIA (Relato del libro: Hijos del Mayo del 68)

Leía a Marx y no cocinaba, pero desde que mi mujer me regaló por Reyes un delantal con la figura del Ché y un libro de recetas, me atrincheré en los diez metros cuadrados de la cocina y mi casa fue como un territorio dividido donde había triunfado, en parte, la revolución. Los sábados me levantaba temprano para ir al mercado y, tras hacer la compra, me encerraba en medio de los fogones, y no permitía que entrase Laura hasta la hora de almorzar. Viendo el resultado, las siguientes Navidades, mi esposa me obsequió con una aspiradora, pero, esa vez, ya me había aburguesado.

TRAMPOSO (Relato del libro: El fin del Poder absoluto)

Carmen y yo nos conocimos en el casino del Puerto de Santa María. Ella apostaba y yo era el crupier de una mesa de blackjack. Ahora que estamos casados, nos jugamos las tareas del hogar a las cartas el último día del mes, para el mes siguiente. Yo acepto sin rechistar el resultado, pero ella, que siempre le toca planchar y limpiar los cuartos de aseos, pone cara de póker.

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Antonio Anasagasti

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