Ahora que se acerca la feria del libro, que volverá a ser en los Claustros de Santo Domingo, no viene mal pararse a pensar sobre ese objeto maravilloso que tantos momentos de placer nos proporciona a los lectores. Para hacer justicia a semejante prodigio, necesitamos un escritor y un pintor. Es la mejor forma de clausurar un seminario que a lo largo del curso ha relacionado la literatura con otras artes. Los dos hermanos, Felipe y Manuel Benítez Reyes, nos hablaron esta semana en la Fundación Caballero Bonald, en el cierro del seminario permanente de esta entidad, del origen del libro, de las tablillas de arcilla, de los pergaminos, del papel, de la imprenta, de los tipos móviles… Realizaron un recorrido por la historia estética del libro. Hablaron de cubiertas y portadas, que no son lo mismo. La cubierta es lo de fuera, lo primero que vemos del libro.

La portada viene después, cuando hemos abierto el libro y hemos pasado esas páginas casi en blanco que nadie sabe para qué sirven. En la portada aparece el título, el autor, la editorial… Al principio, el objetivo del libro consistía en conservar la información de forma adecuada. Por eso eran tan importantes la cubierta, resistente, y el lomo, con el dato básico. De las tipografías clásicas, austeras, como las de la Ilustración o el Romanticismo, se pasó al colorido y atrevimiento artístico del Modernismo. Hasta que llegó el mercado y sus imperativos. Llamar la atención comenzó a ser el único fin, a pesar del riesgo que corrían los editores: la fealdad y el mal gusto. No obstante, el mercado y el diseño no pueden luchar contra la costumbre de ver y asociar. Porque hay editoriales que optaron por un diseño horrible y han pasado a la historia, ya sea por lo económico de sus productos o la calidad de sus textos. Muy interesante fue comprobar cómo una misma obra literaria ha recibido diferentes tratamientos estéticos en sus cubiertas.

Los hermanos Benítez Reyes tienen experiencia en la fabricación de libros. Han hecho hasta papel, aunque muy malo... A lo largo de la sesión nos transmitieron esas experiencias con las diferentes técnicas de edición. Los dos hermanos conocen muy bien las entrañas de un libro, Manuel como pintor y Felipe como escritor. Han tratado con editores y saben cómo funciona la lógica del mercado. Algunas editoriales todavía conservan ese hacer autónomo, basado en la integración de texto e imagen, con verdadera creatividad y con un artista encargado de dar personalidad a las cubiertas. Sin embargo, la mayoría prefiere lanzarse al juego de los brillos y los fuegos artificiales. Aunque, últimamente, tras la borrachera de colores psicodélicos, las editoriales se han atemperado… Los escaparates, enjambre de colores explosivos, aturdían al lector. La verdad es que ya casi nadie encarga a un artista una cubierta. Es muy arriesgado, dicen los propietarios de las empresas. Los editores prefieren recurrir a las bases de datos para colocar imágenes de tópicos. Sale más barato. Si hablas de humo en el título, te ponen a un hombre fumando, dice Felipe. O te colocan una imagen que poco tiene que ver con el contenido de lo que has escrito. Como le ha ocurrido con su última novela, El azar y viceversa (Destino, 2016), en la que aparece un pez en primer plano…

Hemos tenido la oportunidad de hablar con Felipe Benítez Reyes sobre esta nueva novela y su escritura. En El azar y viceversa el protagonista nos va narrando su propia vida, sus aventuras y desventuras, en primera persona. Nos cuenta cómo ha ido creciendo en Rota, con sus soldados y su mar, a través de oficios diversos, engaños y desengaños… Felipe Benítez Reyes maneja muy bien el ritmo narrativo, la palabra justa y la reflexión pertinente.

Al principio de su nueva novela, 'El azar y viceversa', el narrador habla de “la existencia  como una sucesión de piruetas en el vacío”. ¿Una vida sólo es eso?

Según se mire desde el ángulo del optimismo o del nihilismo, entre otros muchos ángulos posibles. Por mucho que nos empeñemos, todas las vidas terminan con la misma frase: “Y un día de tantos se murió”, lo que no quiere decir que lo anterior no merezca la pena, sino todo lo contrario.

Hay una relación entre existencia y narración: “Disfrutamos de la facultad de narrarnos”. ¿Por qué esa primera persona, al viejo estilo?

En la narración en tercera persona no me siento cómodo. Me gusta como lector, pero no como escritor. No domino la omnisciencia, digamos. La primera persona permite la duda, el aturdimiento, la mera conjetura. El narrador sabe tanto como desconoce.

El protagonista sigue una norma básica, de su padre: “Dejarme fascinar por todo sin caer en la ansiedad de pretender poseerlo, de querer interpretarlo ni de procurar trascenderlo”. ¿Qué significa? ¿Realmente la sigue el protagonista?

Lo procura al menos. Pero, a la hora de la verdad, parece comprobado que las guías espirituales y morales no sirven de mucho. Las circunstancias suelen mandar sobre los principios.

En la narración en tercera persona no me siento cómodo. Me gusta como lector, pero no como escritor. No domino la omnisciencia

En la novela no sólo aparecen las peripecias vitales del protagonista, sino también un retrato social de su pueblo, Rota…

Sí, en la primera parte procuro dar una panorámica de mi pueblo en la década de 1970. Entonces había una presencia muy vehemente de la colonia militar norteamericana, y aquello creó un espacio sociológico bastante peculiar, por no decir que bastante anómalo, y también unos escenarios pintorescos con respecto a la realidad española de la época.

Ha sido un proceso creativo largo… ¿Dónde han estado las mayores dificultades?

En los equilibrios. Es el relato completo de una vida, y había que armonizar la evolución de un pensamiento y de una conciencia, jugar con diferentes registros estilísticos y con diferentes puntos de vista, dar una coherencia al personaje dentro de lo incoherente que suele ser el fluir de cualquier existencia… Entre otros aspectos, claro está. Escribir no es fácil.

¿Qué narradores le sirven de modelo?

Ya es un poco tarde para tener modelos. Cuando empieza, uno quiere ser Cervantes, Shakespeare, Proust y Homero juntos. Luego se conforma con ser uno mismo.

¿Cuáles son sus rutinas creativas, tanto en poesía como en novela?

La novela requiere un trabajo continuado, algún tipo de disciplina, porque de lo contrario aquello corre el riesgo de estancarse. Un poema tiene una ejecución más rápida, como es natural, pero un periodo de reflexión previa que también puede durar años. Depende.

"Cuando empieza, uno quiere ser Cervantes, Shakespeare, Proust y Homero juntos. Luego se conforma con ser uno mismo"

¿Cómo influyen las otras artes en su escritura: música, pintura, cine…?

Eso no puedo calcularlo. Ojalá que mucho, no sé. Al menos como referentes, porque cada arte es cada arte.

¿Es posible vivir de la escritura? ¿Es tan bonito como parece…?

Depende. Pero sí. Convirtiéndote en una especie de artista de variedades literarias. ¿Bonito? En la medida en que te ganas la vida con lo que te gusta, sí. Pero no olvidemos que la escritura tiene un lado angustioso, y eso nadie te lo paga, porque es un factor que está fuera del mercado.

¿Cómo ve el panorama literario en nuestra provincia, premios, instituciones, ferias, presentaciones, grupos poéticos…?

Creo que bien, ¿no? Hay muy buenos escritores, editoriales pequeñas pero serias, revistas, librerías muy activas y resistentes… Bastante bien, la verdad.

¿Se publica más de la cuenta? ¿Hay, quizás, demasiadas editoriales? ¿Hay cauces, instituciones, medios, que orienten al lector ante tanto libro?

La impresión digital ha tomado el relevo de las instituciones oficiales en cuanto a la divulgación de libros que casi nadie lee. El problema no es que alguien tenga el capricho de publicarse un libro con sus poemas o con sus pensamientos profundos, sino pretender situarse con eso en la historia de la literatura y en el mercado. Ahí suelen venir los líos. Por lo demás, la única guía para un lector suele ser el instinto ante las novedades y la lealtad a los autores que aprecia.

¿Qué proyectos tiene? ¿Qué está escribiendo?

Tengo proyectos, pero he acabado muy cansado de la escritura de esta novela, de modo que, a efectos prácticos, como si no los tuviese.

Sobre el autor:

juan carlos gonzalez

Juan Carlos González

Filósofo

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