Con música para los sentidos, vibraciones que atraviesan y conmueven los cuerpos, así fue inaugurada esta muestra de fotografía. Porque la música nos desnuda, nos libera del barullo mental diario y nos prepara tanto para la experiencia estética como para la reflexión ética. Sabemos que al fotógrafo le gusta la música. “Quiero hacer flamenco con mis fotografías”, ha dicho a propósito de Malvaloca, flamenco libre. Además, Francisco Javier Ramírez Cachi ha realizado proyectos relacionados con la naturaleza. En esta ocasión, resaltó Teresa Martín, Cachi “ha querido utilizar su pasión por la fotografía para mostrarnos su lado más íntimo y personal, su lado más reivindicativo. Reclama con este proyecto la igualdad entre las personas. Quiere gritar al mundo que el amor no está vinculado al género. Y que la belleza está más allá de los estereotipos. No está vinculada ni a la condición física ni al color de piel”.

Los cuerpos desnudos nos muestran cómo somos y cómo queremos ser. La desnudez significa aquí igualdad y libertad. Despojados de los ropajes sociales, de esos roles que los demás nos asignan y nosotros aceptamos, de los prejuicios irracionales, privados de todo ese lastre, aparece la esencia humana compartida. Los cuerpos no tienen sentidos, sino que son sentidos. Ser un cuerpo implica impregnarse del mundo, de los otros que nos rodean. Los cuerpos no son una materia pasiva, todo lo contrario, somos actividad, percepción, imaginación, creación y memoria… Una mujer toca el piano, velas y teclas blancas, pelo negro, teclas negras. Un arquero apunta hacia un libro. No nos dejan ver, no queremos ver… Fondo negro, piel blanca, piel negra. Hombres y mujeres entrelazados. Las olas acarician el cuerpo, pero también los espinos nos recuerdan el dolor… Menos mal que las flores impregnan la piel para aliviar...

La reivindicación del fotógrafo se lleva a cabo a través de los cinco sentidos. Ese es el hilo conductor de la exposición, explica Teresa: “Un libro viejo, vista. Una flor, olfato. Piel con la piel, gusto. Instrumento musical, oído. Dolor pasado, tacto. Son desnudos libres, de personas anónimas, voluntarias, diferentes, colaboradores que se han entregado al proyecto del autor, quien ha tratado la desnudez con mucha naturalidad, con sutilidad, huyendo de tonos agresivos”. Los poemas y los marcos no son algo secundario, accidental, sino que forman parte de la obra. Los poemas proporcionan sentido a las imágenes. Y las maderas de los marcos están relacionados con los temas abordados: “Del dintel de una casa en ruinas, ya sin vida, ha hecho el marco para un regreso a la vida; de un madero salado rescatado en las marismas ha hecho el marco para la fotografía del flamenco de la guitarra; de un madero de castaño, los marcos para los lugareños de la sierra de Huelva”, explica en su texto Teresa Martín. También se cuela Malvaloca, protagonista de un proyecto anterior, ya madura, sin prejuicios. Representa la libertad de ser y la libertad de amar. Porque hay muchas formas de ser y muchas formas de amar. Cuando esta diversidad sea reconocida, podremos realmente hablar de igualdad, insiste Teresa.

Francisco Javier Ramírez Cachi dice que este trabajo no se entiende sin los textos escritos por Luis Sánchez, Carlos Chaouen y José Gálvez. Y los escritores también han aprendido al interactuar con las fotografías. Dice Luis Sánchez García que “Desnudos consentidos ha supuesto para mí escarbar en lo más íntimo de sus personajes para poder descubrir sus dolencias secretas y, así, llenarme yo mismo para reconocerme en esos dolores internos”. Carlos Chaouen ve “unos cuerpos desnudos con sentidos atravesados, consentidos cuerpos atravesados de desnudez, implicados en lo esencial del encuentro, mágicos en lo común, detenidos sin tiempo”. Hay una “sinestesia total en la vida entremezclada de sueños, como flores de conciencia, en la red que todo lo une”. Y José Gálvez señala que “cuando nos encontramos frente a un proyecto como este, de carácter social y comprometidamente humanista, entendemos realmente la finalidad y el impacto que el artista pretende dejar entre nosotros, exponiendo no sólo un trabajo, sino que va más allá, es un mensaje, una denuncia, una reivindicación…”

Aquí no hay modelos, aclara el autor, hay colaboradores. “Cuando empecé el trabajo, hace ya muchos años, me planteaba ya, mientras le daba forma, si era una reivindicación, si era un grito sobre la igualdad… Y hoy me doy cuenta de que no es ni una reivindicación ni es un grito. Simplemente es una muestra, porque es una realidad. Basta con ver las fotografías para darnos cuenta de que todos somos iguales. Aquí no hay estereotipos, no hay corbatas, no hay pantalón roto. Todos somos iguales. Y la desnudez es la mejor forma que he entendido para mostrar la igualdad”.

El horario de Pescadería Vieja es: de martes a viernes, de 10:00 a 13:30 horas y de 18:00 a 21:00 horas; sábados y domingos de 10:00 a 14:00 y lunes y festivos, cerrado. Esta muestra podrá visitarse hasta el 26 de febrero. 

Sobre el autor:

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Juan Carlos González

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